Me miraba una y otra vez, escudriñaba mis ojeras…
-¿cuántas horas duerme?
-unas 5…
-ummm
¿se despierta a medianoche?
-A veces
-¿algo le preocupa?
-¿por?
-Sus ojeras reflejan una clara muestra de sueño, se le ve cansada pero no tiene la típica mirada de alguien con síntomas de depresión …sus ojos están llenos de luz, de inquietud.
No sabía muy bien de que me hablaba, tampoco le prestaba mucha atención. Estaba allí para dejar de aguantar los sermones de mi hermana que decía estar preocupada por mi salud. Dice que nunca tengo tiempo para quedar con ella, que no salgo de casa…si no es para comprar libros…según ella es un problema, me paso el día entre renglones en lugar de rodeada de gente.
Tras varias sesiones, el psicólogo ha llegado a la misma conclusión que mi hermana, eso sí el no habla de un problema con los libros sino de una “adicción lectora” que suena más profesional. No entiende que tenga varios libros en la mesilla, que me duerma con un libro en las manos, que tenga una atracción fatal con las librerías…
Qué quieren que les digan, desde que oí que el libro digital iban a provocar la muerte del libro de papel vivo robando minutos de aquí y allá para dedicarlos a la lectura, ¿y si no puedo volver a tener uno entre mis manos?¿cómo voy a poder ojear un aparato electrónico?¿dónde voy a encontrar ese olor del libro recién comprado o el tacto de un ejemplar de segunda mano que alguien ya disfruto?.
No hermana, no gastes más dinero en consultas de diván, dejadme disfrutar…preocuparos el día que mi mirada no muestre atisbos de ilusión, el día que los libros desaparezcan una parte de mi también lo hará…hasta entonces me aferraré al gusto de su tacto, al PLACER de su lectura, sí con mayúsculas.