Hay veces en que todo parece ser ideal. Tienes un hombre al que quieres inmensamente y, ese amor es recíproco. Él es muy buena persona, te cuida y protege, tiene buenos sentimientos, es correcto y respetuoso. Puedes ver un futuro estable junto a él, todo se ve perfecto, pero hay algo en ti que dice que debes huir, un repentino ahogo… Este es el Síndrome de la Olguita Marina.
En el año 1996 se emitió en Chile la teleserie "Sucupira", más tarde, países como Ecuador, Costa Rica, México y Panamá también televisaron la novela. Transcurría en un pueblo playero de este mismo nombre, que se caracterizaba por cómicos y bizarros personajes. Entre ellos se encontraba don Segundo Fabregas, farmacéutico adorador de su esposa Olga, a la que dulcemente llamaba Olguita Marina. La historia se torna cómica cuando a esta particular mujer le vienen sus "ahogos" –como ella misma los bautiza– y simplemente desaparece para irse al norte del país, mientras su devoto marido sufre por su ausencia, intentando múltiples veces suicidarse, sin llegar a buen puerto.
Olguita Marina era feliz junto a don Segundo, sin embargo algo en su interior le decía que debía huir. Contrario a lo que muchos pudieran creer, Olguita no se iba para ser infiel, simplemente sus "ahogos" eran producto de una inadecuación social, la monotonía, o, más bien, una falta de sincronía entre la vida que le gustaba llevar a ella y a su amado. Esta mujer se caracterizaba por sus escotados, ceñidos y siempre floridos vestidos, un voluminoso y crespo cabello que la hacía destacar junto a sus rojos labios. Don segundo en cambio, parco y gris, siempre vistiendo traje y corbata incluso viviendo en la playa. Los polos opuestos se atraen, resultando en pasionales romances, pero el amor no siempre es suficiente.
Olguita Marina, interpretada por Carmen Disa Gutiérrez
Personalmente, he sufrido varias veces este Síndrome, simplemente desaparezco sin avisar a nadie. Me voy extrañando a mi amor de ese momento, pero debo alejarme. Algo dentro de mí dice que debo dejarlo a él, a ese lugar y que debo moverme. Es absolutamente irracional, todo se ve bien, pero tu corazón debe saltar, explorar, conocer, equivocarse y extrañar. Eso no siempre significa buscar nuevos hombres. Esos "ahogos" son el aviso de que algo falta, pero no en el otro, sino que en ti misma, en tu vida.
Me aburro siempre de mis hombres, de mi trabajo, de mi casa, de la misma gente… Me voy con una maleta llena de "por si acasos" y compro un pasaje sin regreso. Me pasa una o dos veces al año, pero eso no significa irse por un fin de semana a visitar a los abuelos, he llegado a estar hasta 6 meses lejos de mi hogar, dejando no solo las cosas materiales, sino también amigos, familia, trabajo, una rutina y esa estabilidad que muchos ansían.Pero el que se va sin que lo echen, vuelve sin que lo llamen y, así como la Olguita Marina, vuelvo una y otra vez a la tranquilidad del hogar. Cuando regresas tienes suerte si está tu incondicional don Segundo tal y como lo dejaste, pero la mayoría de las veces ya no queda nada de lo que antes conocías. Los amigos se aburren de esperarte y los amores creen que ya no los amas, duras tan poco en un lugar que es imposible generar lazos o armar "una vida". ¿Realmente vale la pena perder todo por un ahogo repentino? Quizás para muchos no, pero mi consuelo es que solo nosotras, las Olguitas Marinas, tenemos historias para escribir eternamente en este blog.