En 1943, una terrible enfermedad nunca antes vista, mortal, con síntomas extremadamente grotescos y altamente contagiosa invadió Italia. Incontables enfermos tuvieron que ser confinados en una rigurosa cuarentena, la enfermedad se llamo síndrome K y salvó cientos de vidas.
En el otoño de 1943, miles de judíos en la Italia ocupada por los nazis, fueron enviados a campos de concentración, donde los esperaban oscuros horrores. Al llegar, un grupo de médicos aguardaban para realizarles rigurosos análisis. Un pequeño grupo de aquellos doctores, concibieron una idea insólita con la que salvaron a muchos judíos. Los médicos idearon una enfermedad tan contagiosa y mortal que los soldados nazis no se atrevían ni siquiera a acercarse a los enfermos.
"Prohibido tocar a estos pacientes"
Era el 16 de octubre de 1943, los nazis acababan de asaltar el gueto judío cerca del rio Tíber en Roma. A medida que fuero rodeados, un grupo de médicos ocultó sigilosamente a un grupo de judíos en el interior del hospital Fatebenefratelli, una institución de 450 años de antigüedad que esta ubicada en una pequeña isla en medio del río Tíber, justo en frente del gueto judío. Los médicos, entre ellos Vittorio Sacerdoti y el cirujano Giovanni Borromeo, elaboraron un plan para diagnosticar a los refugiados con una afección tan terrible que asustara, incluso a los nazis. La enfermedad se llamó Síndrome K. El nombre hacía referencia a Albert Kesselring, el comandante nazi a cargo de la ocupación italiana de Hittler y Herbert Kappler, jefe de las SS. Fue ideado por el médico y activista antifascista llamado Adriano Ossicini para ayudar a distinguir entre los pacientes realmente enfermos y los judíos, perfectamente sanos. El plan consistía en que los Nazis creyeran que la enfermedad era tan letal que infectaría, sin equivocación a cualquiera que entrase en contacto con estos pacientes. Idearon situaciones para hacer comprender a los soldados la seriedad de la enfermedad y les narraban historias explicando la peligrosidad de esta. Por ejemplo decían que en los estrechos cuarteles de los trenes de deportación si un pasajero era portador del Síndrome K podía infectar a todos los que estuviesen a bordo del tren, incluyendo a los soldados. Años más tarde Ossicini relataba:..." La enfermedad se marcó en los informes de los pacientes para indicar que el enfermo no estaba enfermo en absoluto, simplemente era judío. Creamos esos documentos para ellos como si fueran pacientes ordinarios, y en el momento en que tuvimos que decir qué enfermedad sufrieron decíamos que tenían el síndrome K. Aquello significaba que "estoy admitiendo a un judío", como si estuviera enfermo, pero sabiendo que todos estaban sanos..." La invención de la enfermedad falsa fue brillante, cuando un médico diagnosticaba a un paciente con el síndrome K todos los que trabajaban allí sabían que era un judío refugiado y conocían que pasos tomar. Pero la idea y el nombre no eran suficientes, los médicos debían hacer frente a situaciones reales y que la enfermedad luciese verídica cuando las fuerzas nazis peinaban el hospital. Para ello crearon salas especiales, llenas de "enfermos" del síndrome K, con carteles en los que se leía en letras amenazantes: "Prohibido tocar a estos pacientes" Los médicos recordaban constantemente a las tropas que aquello era un enfermedad altamente contagiosa y mortal, como resultado los alemanes, temerosos de contagiarse ni siquiera se molestaban en inspeccionar a los enfermos de aquellas salas. Incluso los galenos se dieron a la tarea de entrenar a numerosos niños para que en caso de cualquier inspección tosiesen violentamente.
La historia del síndrome K no se reveló hasta 60 años después, cuando el maravilloso engaño ideado por los médico para salvar la vida de tantos inocentes salió por fin a la luz, ilustrando como una terrible enfermedad ficticia se convirtió en la esperanza de muchos.