Revista Cultura y Ocio

El síndrome del golem

Por Zeuxis

EL SÍNDROME DEL GOLEM
Creando diferancia a través de la diferancia misma.

EL SÍNDROME DEL GOLEM
En 1968 Derrida expuso ante la sociedad filosófica francesa un discurso lúdico, mejor sería llamarlo didáctico, ya que lúdico nos remite a juego y aunque intentó jugar con las palabras diferancia y diferencia, lo que verdaderamente posibilitó ese día fue una didactike, una enseñanza, una técnica, para ser más precisos, para crear un pensamiento o lo que es esencialmente cierto, una radical base de su propio pensamiento deconstructivista, a través de un neologismo que en sí mismo temporizaba y espaciaba, o sea, diferanciaba, unía dos filosofías, que continuas en su exposición, eran excluyentes en su estar aquí, (presente).

Hoy, intentaremos a la luz de esta conferencia, realizar ese mismo artilugio que sólo es posible a través, de la técnica misma que creó el padre de la deconstrucción.

Diferancia, y en español nos es fácil en verdad distarlo de lo otro que sí es término, no es lo mismo que el sustantivo diferencia o que el verbo transitivo diferenciar, ni mucho menos que el adjetivo diferente. Desde un principio la diferancia no es un termino, por lo tanto crea una problemática en Derrida ya que tiene que diseñar alguna forma, una signo aprensible o perceptible que de cuenta de lo diferente que hay entre los términos mencionados y la diferancia.

Por eso su iniciativa será advertir el error al que voluntariamente alude dictando a través de la vocal “a” la distinción que será necesario realizar durante toda la exposición cada vez que el hable de diferencia o de diferancia.

En esto se centra principalmente el inicio de su conferencia, en adentrarnos en las incompatibilidades que los términos tienen el uno que es el reconocido y el otro que con sólo una “a” no puede ser percibido sino sólo cuando se sobrevive como escritura y no como fonia.
Cosa que no pasa en el español, que al pronunciarlo se ve claramente lo que es una cosa de la otra. Diferancia y diferencia no nos crea problemática alguna como lo crearía la palabra “queso” y “keso” al pronunciarla aquí. En este momento acabamos de decir queso, pero no sabemos como la escribimos, si con “q” o con “k”, lo que nos remite al mismo problema de Derrida y que para darle solución tendríamos que hacer esa tachadura o creación significante que nos demuestre a ustedes y a nosotros a que horas se pronuncia, se habla, se dice fonéticamente queso con “q” y queso con “k”.

Pero la heterogeneidad de lo que él desea plantearnos no sólo se da en esta distinción ortográfica sólo posible en la grafía y no en la fonia sino que se profundiza o se problematiza en el mismo ejercicio de hacer diferancia dentro de la conferencia a partir de lo que es en sí misma la diferancia.
Si nos atenemos en esta forma al texto original de la conferencia de Derrida sobre la Différence, las palabras de Derrida son:

“La diferancia es aquello que hace que el movimiento de la significación no sea posible más que si cada elemento dicho “presente”, apareciente sobre la escena de la presencia, se relaciona [se rapporte] a otra cosa que él mismo, guardando en sí la marca del elemento pasado y dejándose ya vaciar [creuser] por la marca de su relación al elemento futuro. Hace falta que un intervalo lo separe de lo que no es él para que él sea él-mismo, pero este intervalo que lo constituye en presente debe también en el mismo golpe [du même coup] dividir el presente en sí mismo [...]. Este intervalo que se constituye, que se divide dinámicamente, es lo que se puede llamar espaciamiento, devenir-espacio del tiempo o devenir-tiempo del espacio (temporisación). Y es esta constitución del presente, como síntesis “originaria” e irreductiblemente no-simple, y así, stricto sensu, no-originaria, de marcas, de trazas de retenciones y de protenciones [...] que propongo llamar archi-escritura, archi-traza o diferancia” (pp. 13-14)

En otras palabras o intentando también desde aquí hacer diferancia, el constructo al cual nos referimos desde un principio sólo se puede pensar como un movimiento o campo de movimiento en el cual cualquier tema, problema o literatura es tan sólo un punto intermedio entre lo pasado y lo futuro, su marca de presente sólo sirve para significarse como otredad pero a partir de una unidad básica de encadenamiento de significantes que están en continuo proceso para reafirmar el significado. La diferencia es un fenómeno de movimiento que hace posible la señalización o identificación de marcas, huellas, diferencias espacio temporales que existen en un presente que no es presente sino que es un estar-aquí (unido por guiones) de un estar-que-fue (unido por guiones) y de un estar-que-será (unido por guiones).

Cuando decimos esto, cuando hablamos de la diferancia estamos llevando a cabo el fenómeno mismo de la diferencia; al hablar de diferancia tenemos que encadenarnos a la red semántica de la lengua en la cual Derrida significó su campo de análisis filosófico que denominó diferancia, a su vez, en ese mismo sentido, al intentar develar o desear pensar o demostrar en este-aquí, este presente la diferancia lo que hacemos es posibilitar o economizar lo que ya fue y en esta medida inconscientemente posibilitamos a la mejor manera nihilista la conciencia de ese inconsciente futuro que se está realizando en este momento, en las palabras dichas que son el estar aquí y que en sí mismas gracias a nuestra capacidad de entendimiento serán más tarde un futuro que ustedes economizarán trascendentalmente como un algo ya entendido o quizá sin entender.

Ahora bien, habiendo intentando en lo posible explicar la diferancia como esa posibilidad de archi-lectura, de determinado campo en el cual se funden lo que fue, lo que es, lo que será y donde lo que “es” pierde su calidad de ser porque solo es remisión de otredades pero que se reafirma como unidad o identidad presente a partir de las otredades mismas, entonces pasemos a significar la temporización y el espaciamiento, procesos básicos de toda diferancia.

La temporización proviene en este sentido como nos explica el mismo Derrida de la doble significación que contiene la raíz del sustantivo diferencia. Diferir es desplazar, dejar a posteriori, es congelar, en un segundo referente diferir es ser otra cosa, es distinguir. Sin embargo, el sustantivo diferencia no promete la ejecución de esta dos propiedades como lo logra la diferancia como campo de movimiento analítico.

Así diferancia como diferir, desplazar, nos conlleva al proceso o la operación de temporizar (de hacer tiempo el espacio, de economizar lo hecho, en un presente que lo resignifica o lo piensa, que lo congela) temporizamos el pasado cuando antes de evocarlo lo empezamos a imaginar o ha reconstruir a través de los recuerdos económicos de nuestra mente. La diferancia temporaliza los temas o cosas que se traten bajo su campo de movimiento analítico. Por el otro lado espaciamos (hacemos espacio en el tiempo) diferimos de lo temporizado al reconocer la marca que hace posible nuestra presencia o nuestro estar aquí que ya no es el pasado sino que es el presente, la distinción en proceso de vaciamiento.

El espaciamiento nos lleva entonces al no estar tampoco aquí porque nos revela que esa huella que nos permite nuestra representación sólo es posible como marca futurista.

Un ejemplo clásico es el caso de Lyotard que utiliza la diferancia de Derrida para significar lo que es la post-modernidad. Así nos dice: la modernidad es “la búsqueda de inestabilidades” y es cierto, observemos este ejemplo. En un principio lo moderno es en esencia un término que se refiere estrictamente a una época, a un momento histórico que para los racionalistas europeos ya fue, pero al proponerlo con el prefijo “post” ya se esta buscando un algo, esa búsqueda hacia el presente, hacia la presencia de lo que se esta viviendo y que busca ser presencia en el aquí es la marca de lo que nos habla Derrida con su diferancia. El prefijo denota una huella para posibilitar la economía de un algo que quiere ser pero que en si mismo no es porque simplemente el post ya se refiere a un será. Por eso Lyotard no se equivocó al exponernos que la modernidad es búsqueda de inestabilidades. Ese prefijo que instaura el neologismo para tratar nuestro presente o como diría Heidegger, nuestro ser-ahí sólo demuestra la posibilidad de un desastre de una inestabilidad ya que la marca (prefijo) sólo es demostrable como concepto en el futuro.

Y eso claramente se observa en lo que denominaríamos así como postmoderno: la tecnología, los inventos, la vida del hogar, los conceptos filosóficos, la medicina, la literatura y sus ejercicios de búsqueda, todos y cada uno de los aspectos que se sobreviven en nuestra representación de este instante son inestables por su figuración de desear el futuro como espacio de su misma representación.
En definitiva la diferancia de Derrida como mecanismo de análisis en la teoría literaria nos sirve como técnica para resaltar las posibilidades de negación que conllevan en su misma edificación semántica una obra, a partir de sus mismas afirmaciones pero también como mecanismo de análisis nos produce cierto sentido proto-onto-teológico.
Somos seres que indudablemente queremos perdurar en el futuro, anhelamos nuestra afirmación de estar en el no estar que deviene de este estar. Sufrimos lo que denominaré aquí como el “síndrome del Golem” concepto antiguo del oriente y utilizado en profundidad por Meyrink en su novela “El Golem” la cual nos narra la vorágine de un monstruo hecho a partir de la escritura cabalística valiéndose puntualmente de la sagrada palabra (entiéndase Biblia). Ese ser heterogéneo que se sobrevive por la escritura análogamente nos representa como una monstruosidad que no tiene forma identificable. En este sentido nuestra perseverancia de vida hacia el futuro se consigue es en el pánico o en el terror universal que infundimos como marca en los otros seres. He ahí nuestro carácter demostrativo de ser diferancias. Sin embargo, ese muro lacaniano que nos hace, o ese lenguaje, esa casa que es nuestro ser según Heidegger es lo que nos lleva a no ser futuro sino a ser figuras siempre del pasado; he ahí el síndrome del Golem, el pasado nos desfigura pero tristemente es él quien nos representa y nos identifica en el presente y en el futuro. Nuestro destino impertérrito será intentar cambiar lo que fue a partir de lo que será, cosa que no lograremos.

Por eso Borges no se equivoca tampoco al referirse a Lugones y a Pizarnik cuando nos dice: que no se suicidaron por capricho sino porque al ser seres del lenguaje entendieron que éste era indecible y que por lo tanto su propósito de ser poema era una vacuidad.

Por eso el mejor ejemplo de diferancia que podemos dar hoy desde nuestro síndrome del Golem sea quizá la narración del argentino Eduardo Berti de su volumen “la vida imposible” y que reza así:

“El bisabuelo de mi amiga T., al cumplir los noventa y cinco años, empezó a hablar únicamente en pretérito. Decía "fui al baño", se incorporaba e iba. Decía "me fui a dormir", se incorporaba e iba derecho a la cama. El anciano, afirma mi amiga, había cobrado entera conciencia de que no era sino "una criatura perteneciente al pasado”.

Estas cosas las sabemos sin embargo, nos es necesario como criaturas del pasado enunciar en este estar-aquí nuestra marca para el futuro, para que sintamos por un momento la tranquilidad de haber creado diferancia a través de la diferancia misma. Así sea sólo una vez. Así quizá Derrida mismo sea, y no nosotros, el que en este momento esté intentando dilucidar su propio misterio de la diferancia, a la luz imperceptible de nuestro limitado entendimiento porque realmente el persevera aquí y ahora y siempre como
«El ser (que) /habla/en todas partes y siempre/a través de/toda/lengua.»


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