Revista Educación

El Síndrome del Mundo Cruel y otras protecciones

Por Siempreenmedio @Siempreblog
El Síndrome del Mundo Cruel y otras protecciones

Una montaña rusa. Así ha sido la lectura de Los errantes, de la Premio Nobel de Literatura 2018 Olga Tokarczuk. Mientras me sumergía en páginas apasionantes que devoraba, de pronto un cambio de historia o una narración fría como un témpano me congelaba la adrenalina. No sé si me ha gustado sentirme así, en un continuo vaivén entre las frases geniales que me gustaría escribir en mis paredes y las descripciones de venas, músculos y huesos con el mismo sentimiento que experEl Síndrome del Mundo Cruel y otras proteccionesimentan un microscopio o un recipiente de recogida de pruebas. Creo que, como dice la propia escritora en esta novela, repleta de cuentos, si miramos el mundo sin protección, "valiente y honradamente, se nos partiría el corazón". Quizás ella ofrece al lector esos muros de contención. Esta autora polaca, que también es psicóloga, ofrece en Los errantes una explicación patológica a este mundo sórdido y perezoso que nos rodea. Se trata del Síndrome del Mundo Cruel, una infección que, afirma Tokarczuk, se propaga sobre todo vía medios de comunicación y afecta a los pequeño burgueses en su mayoría, que pasan horas ante el televisor para "disfrutar" de todo tipo de calamidades.

Buena parte de Los errantes me ha dejado fría y no es esa una sensación que busque en la literatura, pero reconozco en el mundo de esta escritora un punto en común: el sedentarismo como base del sistema establecido por los poderes económicos y, por tanto, el nomadismo como única forma efectiva hoy en día para derrotarlo. Al pararnos es cuando acumulamos y necesitamos cada vez más espacio. Cuando no se tienen unos cimientos en los que dormir, el equipaje es escaso y, en cambio, la riqueza de conocimientos, esa que no ocupa lugar, es inmensa. El verdadero anarquismo reside en que hogar y familia habiten en un solo cuerpo, en constante movimiento.


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