Revista Salud y Bienestar
Falta de implicación, embotamiento emocional, agotamiento que afecta a la motivación y a la energía psíquica. Una respuesta al estrés laboral crónico integrada por actitudes y sentimientos negativos hacia las personas con las que se trabaja y hacia el rol profesional. La sensación de estar emocionalmente agotado resume el síndrome del quemado, que amenaza hasta al 20% de los profesores de secundaria, según un estudio realizado por UGTy financiado por el Ministerio de Trabajo.
El diagnóstico, basado entre otras técnicas en una encuesta a 1.125 profesores y profesoras de secundaria (ESO, bachillerato y FP de grado medio) de toda España, señala que habla de casi un 6% que “están quemados o muy cerca de estarlo”, mientras que otro 6% tiene un nivel de riesgo medio-alto y más del 8% se situaría en un nivel de riesgo de burnout medio. La clasificación tiene en cuenta la reacción de los profesores ante frases como: “Siento que las relaciones con los padres son negativas”, “Siento que mis alumnos son el enemigo” o “Estoy bastante descontento con mi trabajo”.
El estudio Estrés en el sector de la enseñanza secundaria detalla que el perfil del quemado es un hombre, de más de 50 años y una antigüedad superior a 20 años, que desarrolla su labor en un centro de menos de 30 trabajadores.
El informe analiza también qué factores contribuyen al estrés laboral de los docentes. Más de la mitad de los profesores de secundaria afirma sentir un nivel medio-alto o alto de estrés ante la falta de respaldo de las familias por problemas de disciplina. Los más estresados hacen referencia además al problema que representa “enseñar a personas que no valoran la educación”, “impartir clase a un grupo con un número elevado de alumnos”, “presenciar agresiones entre alumnos” y sufrir “agresiones verbales y desconsideraciones” por parte de los alumnos.
Lydia Asensio, secretaria de salud laboral en la federación de enseñanza de UGT y coordinadora del informe, señala que uno de los grupos más afectados por el estrés es el de los que llevan menos de tres años dando clase. Así mismo, los docentes de la enseñanza concertada manifiestan mayor desgaste. “Tiene que ver –indica– con la presión que conlleva sentir mayor temor hacia el equipo directivo del centro, a los padres y el peligro de ser despedido”.
¿Cuáles son las principales armas para luchar contra este peligroso desgaste entre los docentes? Charo Díaz Yubero, del área educativa del Fuhem (entidad sin ánimo de lucro que cuenta con media docena de colegios en Madrid), apuesta por una fórmula basada en la formación y la implantación de proyectos de innovación educativa junto a los alumnos –para romper con el “aburrido” esquema de colegio estandarizado–. Resalta que la formación resulta un instrumento inestimable “desde la implicación del profesorado y la puesta en común sobre la práctica docente: hay que ayudar al profesor a no tener miedo al cambio, a afrontar soluciones”. Sin embargo, todos los consultados coinciden en que, en contra de lo previsto, el nuevo máster de profesor de secundaria no está contribuyendo a mejorar la situación.
La ecuación para apuntalar la labor docente se completa con una mejora de los medios. “Entiendo que en una época de crisis económica parece poco oportuno hablar de recursos, pero creo que es necesario aumentar los medios, que permitan desdoblar los grupos –o al menos grupos más reducidos, por debajo de 20 alumnos– y una atención especializada para los estudiantes con conductas problemáticas”, reclama Ángel Ledesma, director del IES Virgen de la Paloma de Madrid, donde estudian más de 2.000 alumnos. Al igual que Ledesma, Díaz Yubero pone el foco en romper con los “microconflictos, con la indisciplina difusa”, tan frecuentes en secundaria. “La dejadez de algunos estudiantes, el murmullo constante, un globo de chicle que revienta acaban desconcentrando al profesor, al final, desquicia. Motivemos a docentes y alumnos, y apostemos por la tutoría”.
**Publicado en "La Vanguardia"
El diagnóstico, basado entre otras técnicas en una encuesta a 1.125 profesores y profesoras de secundaria (ESO, bachillerato y FP de grado medio) de toda España, señala que habla de casi un 6% que “están quemados o muy cerca de estarlo”, mientras que otro 6% tiene un nivel de riesgo medio-alto y más del 8% se situaría en un nivel de riesgo de burnout medio. La clasificación tiene en cuenta la reacción de los profesores ante frases como: “Siento que las relaciones con los padres son negativas”, “Siento que mis alumnos son el enemigo” o “Estoy bastante descontento con mi trabajo”.
El estudio Estrés en el sector de la enseñanza secundaria detalla que el perfil del quemado es un hombre, de más de 50 años y una antigüedad superior a 20 años, que desarrolla su labor en un centro de menos de 30 trabajadores.
El informe analiza también qué factores contribuyen al estrés laboral de los docentes. Más de la mitad de los profesores de secundaria afirma sentir un nivel medio-alto o alto de estrés ante la falta de respaldo de las familias por problemas de disciplina. Los más estresados hacen referencia además al problema que representa “enseñar a personas que no valoran la educación”, “impartir clase a un grupo con un número elevado de alumnos”, “presenciar agresiones entre alumnos” y sufrir “agresiones verbales y desconsideraciones” por parte de los alumnos.
Lydia Asensio, secretaria de salud laboral en la federación de enseñanza de UGT y coordinadora del informe, señala que uno de los grupos más afectados por el estrés es el de los que llevan menos de tres años dando clase. Así mismo, los docentes de la enseñanza concertada manifiestan mayor desgaste. “Tiene que ver –indica– con la presión que conlleva sentir mayor temor hacia el equipo directivo del centro, a los padres y el peligro de ser despedido”.
¿Cuáles son las principales armas para luchar contra este peligroso desgaste entre los docentes? Charo Díaz Yubero, del área educativa del Fuhem (entidad sin ánimo de lucro que cuenta con media docena de colegios en Madrid), apuesta por una fórmula basada en la formación y la implantación de proyectos de innovación educativa junto a los alumnos –para romper con el “aburrido” esquema de colegio estandarizado–. Resalta que la formación resulta un instrumento inestimable “desde la implicación del profesorado y la puesta en común sobre la práctica docente: hay que ayudar al profesor a no tener miedo al cambio, a afrontar soluciones”. Sin embargo, todos los consultados coinciden en que, en contra de lo previsto, el nuevo máster de profesor de secundaria no está contribuyendo a mejorar la situación.
La ecuación para apuntalar la labor docente se completa con una mejora de los medios. “Entiendo que en una época de crisis económica parece poco oportuno hablar de recursos, pero creo que es necesario aumentar los medios, que permitan desdoblar los grupos –o al menos grupos más reducidos, por debajo de 20 alumnos– y una atención especializada para los estudiantes con conductas problemáticas”, reclama Ángel Ledesma, director del IES Virgen de la Paloma de Madrid, donde estudian más de 2.000 alumnos. Al igual que Ledesma, Díaz Yubero pone el foco en romper con los “microconflictos, con la indisciplina difusa”, tan frecuentes en secundaria. “La dejadez de algunos estudiantes, el murmullo constante, un globo de chicle que revienta acaban desconcentrando al profesor, al final, desquicia. Motivemos a docentes y alumnos, y apostemos por la tutoría”.
**Publicado en "La Vanguardia"
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