Revista Salud y Bienestar
Estás explorando a un paciente y entonces te das cuenta de que vas a necesitar un TAC. Acabas la exploración y, cuando vas a coger el volante para solicitarlo, te paras en seco y le preguntas a tu ayudante:
-¿Cuántos TACs llevo pedidos ya hoy?
-Con éste hacen cinco.
En ese momento te detienes y te planteas de forma semiconsciente si el TAC que ibas a pedir era realmente necesario.
Algunos compañeros y yo, todos en los primeros años de nuestro ejercicio, hemos bautizado a esta situación "el síndrome del quinto TAC", que consiste en un sentimiento de responsabilidad hacia el consumo de recursos que ocurre al haber indicado muchas veces una misma prueba complementaria en diferentes pacientes a lo largo de un mismo día.
Cuanto más cara sea la prueba que se solicita, antes se comienza a sufrir el síndrome del quinto TAC: respecto a los análisis de sangre, difícilmente comenzará a sufrirse antes de pedir el décimo; si hablamos de resonancias magnéticas, el sentimiento comenzará a partir de ordenar la tercera.
Los médicos somos educados en las limitaciones de los recursos del sistema sanitario: el presupuesto es finito y por tanto debe utilizarse de forma racional. Está bien que sepamos esto. Pero este hecho no implica que no se prescriba la prueba complementaria a quien realmente la necesita.
La prescripción responsable bien entendida significa no solicitar pruebas para aquel que no las necesita; pero eso es algo muy diferente a plantearse la necesidad de un estudio en aquellos en los que está indicado.
Aunque parezca muy obvio, es fácil caer en la trampa del síndrome del quinto TAC y escatimar en lo que es necesario, sobre todo en principiantes como nosotros. Afortunadamente, mis compañeros y yo hemos identificado este sentimiento semiconsciente, y pedimos ese quinto TAC mientras esté indicado, sin pensar en cuántas veces se hemos solicitado ya esa prueba a lo largo del día.
Foto: Un falso TAC de cabeza y cuello.