Revista Cultura y Ocio

El síndrome Umbral: Cuando un 'militante' invade tu espacio

Publicado el 10 mayo 2011 por Desequilibros

Militante es el que milita. Como dice el RAE, "Figurar en un partido o en una colectividad" o "Haber o concurrir en una cosa alguna razón o circunstancia particular que favorece o apoya cierta pretensión o determinado proyecto".
En román paladino,  el que hace suyo un proyecto o ideología y hace proselitismo hacia la causa; o sean, que busca sumar prosélitos o "partidarios que se ganan para una facción, parcialidad o doctrina".
Si bien es una conducta tan antigua como la propia historia, fue Francisco Umbral el que consiguió explicarla de forma definitiva:
Es el síndrome Umbral: "yo he venido a hablar de mi libro. No a hablar de lo que opine el personal, que me da lo mismo…".
Estas conductas invasivas, sordas, tediosas, insistentes, contumaces… solían ser territorio casi exclusivo de partidos políticos, cristianos de base (o de cualquier otra confesión), vendedores de medicamentos milagrosos y colegas pelmas, "fuboleros" y demás gentes del tipo "monotemático".
Era una conducta analógica y no solicitada.
Con la llegada y generalización de internet y el correo electrónico, ese tipo de acciones proselitistas recibieron el calificativo de spam, gracias al ingenio de los Monty Python:
Una nueva vuelta de tuerca vino con la web 2.0: ya hablamos del tema en spammer 2.0.
Pero la popularización de la redes sociales ha venido a "mejorar" esta figura: ahora te citan en twitter enviándote un enlace o se meten en tu muro de facebook contándote algún mérito.
Considerando:
- que este tipo de actitudes solo son posibles si mantenemos un perfil digital activo;
- que, en general, te llegan si tienes una cierta relevancia;
- que quien te invade te considera interesante para servir a sus propósitos;
- que se ha tomado su molestia en encontrarte; ya no son envíos masivos e indiscriminados;
- que nuestros perfiles son públicos y por tanto, accesibles;
- que quien te invade cree que lo que cuenta es interesante;
- que todos hablamos de "nuestro libro" y puede que los demás no les interese gran cosa en un cierto momento;
Llegados al punto en que tus perfiles sociales ya han sido invadidos por este tipo de visitantes, puedes:
- Usar la opción de "ocultar todas las publicaciones de...." Rápido sencillo y eficaz (como dice @trebede); inconveniente: tú no ves las publicaciones, pero los demás, sí.
- bloquear al usuario para no volver a verlo; inconveniente: hay gente muy susceptible que rastrea constantemente quien le sigue, quien no, quien le rechaza… y luego se dedican a reprochártelo.
- pedirle, más o menos amablemente, que no haga spam en tu perfil; inconveniente: alimentarles la conversación es contraproducente porque les das alas; es como invitarles a unas cañas.
- borrar sus intervenciones; inconveniente: nota mental: acordarse del efecto Streisand.
- aguantar mecha y aceptar que es el precio de la "fama"; inconveniente: el ruido.
- hacer autocrítica y revisar nuestras propias conductas invasivas;
Conclusiones provisionales:
- internet, el correo electrónico y las redes sociales las inventó un spammer; salvo que se demuestre lo contrario, el spam (llámenlo si prefieren "autobombo") suele ser el segundo uso que se les da, una vez descubiertas. El primero es darse de alta.
- los spammers hacen progresar el mundo. Gracias a ellos se inventan filtros, programan códigos, desarrollan gadgets…
- si no fuera un sistema efectivo, hace tiempo que nadie lo utilizaría; así que, de alguna manera, funciona.
- El Santo Job debería ser nombrado inmediatamente el patrón de los internautas.
- Todos somos spammers en algún momento: cuando contamos que estamos tomando un café; cuando aireamos nuestras apariciones públicas; cuando practicamos la endogamia digital con nuestros pares; todos hablamos de nuestro libro.
La virtud de la cibersociedad es que permite intercambio directo de opiniones y permite exigencia pública. Pero, sin embargo, seguimos víctimas del síndrome Umbral, cuyas principales consecuencias son la sordera y el aumento exponencial del ego.
Generalizar es peligroso, lo sé. E injusto. Así que: el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.
(Este apunte puede ser considerado una piedra, pero sé que es contra mi propio tejado).


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