En términos actuales, se podría decir que la gente está dirigida por sus programas de software , de los cuales no son conscientes. Todas las personas se hallan en un proceso de evolución de la conciencia, habiendo unas más evolucionadas que otras. Cada una de ellas representa el despliegue de la conciencia bajo condiciones diferentes y, de ahí que ofrezcan diferentes niveles de apariencia.
Es como si cada persona estuviera atrapada en un determinado nivel y no pudiera pasar a otro nivel sin el consentimiento, la decisión y el acuerdo de la voluntad.
Por hacer una comparación, la inocencia intrínseca podría entenderse si vemos a la persona como el hardware y a sus acciones y sus creencias como el software. El hardware no se ve afectado por los programas del software, que siguen ciegamente sin tener consciencia de la importancia o las consecuencias de tales acciones. Clásicamente, a esos programas de software inconscientes se les ha llamado ―.
El estado en el cual operan las personas normales no implica ninguna falta o defecto moral sino que representan las posibilidades de los Campos de consciencia expresándose a través de cada entidad viva. Aunque en realidad no hay ―buenos ni ―malos, es obvio que todas las acciones tienen consecuencias.
Más allá de las diferencias aparentes, lo único que hay es la realidad del Ser único brillando en tanto que origen de la vida de todo lo vivo; cada entidad vive en el fotograma detenido de este instante, que es todo lo que hay realmente y está más allá de su consciencia. En la no dualidad, no puede haber instante alguno en el que se pueda dar eso que llamamos ―problema, ―conflicto o ―sufrimiento. Todo esto surge en la anticipación del instante siguiente o en el recuerdo del pasado.
El ego parece ser un producto del miedo, y su objetivo es controlar el siguiente instante de experiencia y asegurarse su supervivencia. Parece vacilar entre el miedo al futuro y los lamentos por el pasado; y el deseo y el sentido del tiempo que repele la acción surgen de la ilusión de la carencia. Con la sensación de que todo está completo, el deseo cesa. Todo aquello que cree que es finito teme por su supervivencia, pues está sujeto al tiempo y a las ilusiones de la causalidad. En el momento que desaparecieron las motivaciones habituales de la vida, esta se hizo sin esfuerzo. Lo que había sido la personalidad no era ahora más que una vaga propensión que parecía saber cómo imitar un comportamiento normal a partir del recuerdo de estos patrones, pero su discurrir provenía de otra fuente. Lo que previamente se habría considerado como algo personal era ahora obviamente impersonal.
En primer lugar, el Ser real no podía explicarse por si mismo a los demás. Lo que para este Ser era realidad, sólida y sustancial, sonaba a abstracto o filosófico cuando se expresaba con palabras a personas normales que estaban dirigidas por conceptos y patrones de pensamiento secuenciales; lo que veían las personas normales era simplemente una realidad concreta y subjetiva. Llevaba un esfuerzo volver a activar los patrones de pensamiento ordinarios para poder facilitar la comunicación verbal.
El verdadero ―Yo está más allá de la conciencia misma, pero puede descender su radiación en la medida en que se es capaz de retirarse de la dicha para sumergirse en la actividad mundana. El amor se convierte así en el único motivador para la continuidad de la existencia física.
Durante esta transición, el cuerpo sintió una tensión considerable, como si el sistema nervioso hubiera tenido que soportar más energía de la que estaba diseñado para soportar originalmente. Los nervios solían sentirse como si hubiera un tendido de alta tensión por el cual pasara una corriente de alto voltaje. Con el tiempo, esto hizo necesario mudarse de la gran ciudad y de la vida urbana hacia una pequeña ciudad del oeste que, durante años, venia atrayendo a la gente que se consagraba a una vida espiritual y no materialista.
Entonces, la meditación pudo tomar el lugar de las actividades cotidianas, y el estado de dicha volvió, derivando en lo que bien se podría decir que era un modo de vida ascético, solo por no haber necesidades ni deseos. Fue una época de olvidarse incluso de comer, como si el cuerpo fuera ciertamente algo periférico o no existiese siquiera.
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Uno podía pasar por delante de un espejo y sorprenderse de que hubiera incluso una imagen allí. No había interés alguno por los acontecimientos del mundo, circunstancia que duro unos diez años, retirado del funcionamiento habitual con el fin de ajustarse al estado espiritual que había reemplazado a la conciencia anterior.
Un aspecto de este estado de consciencia fue la capacidad para discernir el mayor significado de los fenómenos que observaba habitualmente. Así, una técnica clínica tan interesante como la kinesiología se reveló como el eslabón Perdido, y el puente entre la mente y el cuerpo, y entre lo manifiesto y lo no manifiesto.
Ahora se podía hacer fácilmente visible lo que es invisible.
Este fenómeno clínico trascendió el sistema nervioso autónomo o el sistema de la acupuntura como explicación del vínculo entre la psique y el soma. Era obvio que la respuesta kinesiológica tenía su origen en la no localización de la conciencia, y que sus limitaciones iniciales para la investigación de los fenómenos locales eran la expresión de las limitaciones de la percepción de los clínicos o experimentadores.
Aunque podamos decir que la dualidad existe gracias a la no dualidad, la prueba muscular se mostró como el fenómeno más sencillo y práctico mediante el cual poder sacar partido de esa realidad. Era obvio que podías calibrar los diferentes campos de energía de la conciencia y disponer entonces de una escala jerárquica; y cuando se calibró numéricamente, literalmente demostrar los niveles clásicos de la conciencia tal como se venían definiendo desde el principio de los tiempos.
El aspecto más sorprendente del fenómeno era que permitía registrar instantáneamente la diferencia entre verdad y falsedad. Esta cualidad estaba más allá del tiempo y el espacio, y traspasaba la psique humana y a las mentes de las personas involucradas. Era una cualidad universal de la conciencia, del mismo modo que el protoplasma (material viviente de la célula)tiene las cualidades universales de la reactividad a los estímulos.
El protoplasma reacciona involuntariamente tanto a los estímulos nocivos como a los benéficos, y distingue entre ambos. Se aparta de lo que es contrario a la vida y es atraído por aquello que la sustenta. Del mismo modo, y con la velocidad del rayo, los músculos del cuerpo se debilitan de inmediato en ausencia de la verdad; y se fortalecen en presencia de la verdad o aquello que sustenta la vida. Todas las cosas del mundo, incluyendo los pensamientos, los conceptos, las sustancias y las imágenes, evocan una respuesta que puede ser demostrada como positiva o negativa.
La respuesta no está limitada por el tiempo, el espacio, la distancia, o la opinión personal. Con esta sencilla herramienta, se puede explicar y documentar la naturaleza exacta de todo en el universo, en cualquier momento dado. Todo lo que es o fue, sin excepción, irradia una frecuencia y una vibración que es como una huella permanente en el campo impersonal de la conciencia, y puede ser recuperada por esta prueba a través de la misma conciencia.
El universo se revelaba; ya no eran posibles los secretos. Era evidente que se podían contar todos y cada uno de los cabellos de tu cabeza, y que ni siquiera pasaba desapercibida la caída de un gorrión. Aquel todo os será revelado! se había convertido en un hecho.
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Bienestar y Armoniacambiar creencias, como cambiar paradigmas, como construir la vida, como encaminarnos al destino, como limpiar el karma, como lograr los sueños, dirigir la vida, el verdadero yo, estamos dirigidos por un sofware, hacer lo que queremos, kinesiología, meditar, protoplasma, que es el karma, que es el yo, qué es la meditación