El sonámbulo asesino. Texto: José Antonio Garriga Vela. Diario Sur – 11.07.2010.
Me levanté sonámbulo en medio de la noche, lo maté, y luego seguí soñando. Supe que no había dejado ninguna prueba del delito porque en los días sucesivos nadie vino a interrogarme. Quizás los sonámbulos somos fantasmas ocasionales. No lo sé. No me veo cuando actúo en ese estado. Descubrí que era el asesino porque al despertarme por la mañana recordé el sueño que había tenido y al poco rato recibí una llamada telefónica de Mercedes en la que me dio la noticia: «Han asesinado a Cristóbal mientras dormía». Alguien le había cortado el cuello con una navaja y luego huyó sin dejar ninguna huella. No desesperé, ¿quién iba a imaginar que el asesino del durmiente era otro hombre dormido?
Sin embargo, desde entonces no consigo conciliar el sueño. Tengo miedo de dormirme y volver a matar. Aquella mañana, al despertarme, descubrí los guantes sobre la mesa y el filo de la navaja manchada de sangre. Seguramente regresé a casa en pijama y con el arma en la mano. Cristóbal vivía dos calles más abajo. Yo disponía de un juego de llaves de su apartamento igual que él tenía otro del mío. Pero eso creo que nadie lo sabe, porque de lo contrario me habrían interrogado. La policía nunca sospechará de mí porque mantenía una excelente relación con él. Ni el más avispado detective sabe lo que pasa por la mente de un sonámbulo.
Cristóbal me traicionó en el sueño. Ése fue el móvil del crimen. Después empezó la pesadilla. El sentimiento de culpa. La duda. Al final, llegué a la conclusión de que la vida también es sueño y que mientras dormimos el mundo no se detiene. Quizás lo más auténtico de nuestra personalidad se manifiesta cuando estamos solos, nos relajamos, y tomamos decisiones valientes que despiertos seríamos incapaces de realizar. Creo que mi conducta de aquella noche fue fruto de la intuición, siempre me he dejado llevar por ella y no me ha ido mal. Estoy seguro de que Cristóbal me estaba traicionando desde hacía meses y luego fingía cuando estaba delante de mí. No sé. A lo mejor todo son excusas para quitarme este gran peso que no me deja vivir.
He pensado varias veces en buscarme una compañera. Una mujer que velara mi sueño, que cuando me levantara sonámbulo en medio de la noche me detuviera, me acogiera en sus brazos y me quitara todos esos demonios que tengo en la cabeza. Pero, ¿cómo voy a exponer a nadie al peligro de mis pesadillas? ¿Quién me dice que no la asesinaría también a ella? Vivo solo y alerta. No tengo otra salida. Algunas tardes salgo con Mercedes y en las conversaciones solemos nombrar a Cristóbal. Ella se pone triste y casi siempre se le escapa una lágrima. Yo no soporto verla llorar. Sin embargo, curiosamente, cada vez que llora por Cristóbal siento una especie de alivio, como si el crimen del sonámbulo hubiese sido un acto de justicia.
En Algún Día│ José Antonio Garriga Vela.