Revista Cultura y Ocio
Sonidos, olores y lugares nos transportan a otros tiempos añorados y nunca perdidos del todo en la memoria.
Ha transcurrido mucho tiempo desde que un hombre, al que siempre agradeceré el haberme inyectado este veneno del teatro, me ofreció unirme al grupo de teatro del que era director tras compartir con él los micrófonos de una radio libre (aunque también la llamaban pirata en aquella época). Eran los tiempos de Radio TU; "tu radio" como decía nuestro eslogan.
Aquello era un teatro pobre, no sé si como el del Grotowski, aunque pobre y sencillo sí que lo era. Pero tenía todos los alicientes para inocularnos la savia del amor por la interpretación. De la mano de Roberto conocí a mis compañeros, me hice amigo de ellos y vivimos momentos de ilusión y de conocimiento de un mundo que nos encandilaría hasta el punto de convertirlo en nuestra profesión. No en vano, muchos de aquel elenco forman parte de la élite de actores de doblaje de nuestro país. Fueron sábados y domingos metidos en el colegio Pio XII, creando y recreando obras para luego representarlas con unos sencillos soportes con ocho bombillas de colores haciendo de sistema de iluminación, y unas cintas de cassete que requerían de mucha habilidad para que los efectos sonasen en el momento oportuno. Hasta el equipo de sonido había que desmontarlo de casa del director para llevarlo a ese espacio donde, con sillas plegables, convertíamos en teatro una casa de la cultura que disponía de escasa o casi nula equipación para tales menesteres. Todo tenía un aspecto tan artesanal que aprendimos desde abajo los fundamentos de este oficio de actor. Tampoco puedo olvidar las tardes en casa de nuestro director, donde siempre nos acompañaba la banda sonora de "Los Diez Mandamientos" a modo de introducción al estudio de obras y personajes. Y de sus largas charlas donde aprendíamos no sólo interpretación, sino a respetar y adorar este oficio. Aquella música nos sirvió para hacer algún chascarrillo porque de tanto oírla casi entrábamos a la casa tarareándola. La orquesta de "El Cid" también realizó bastantes bolos en aquella plaza.
Años después, este mismo director me propuso dedicarme al doblaje porque escuchó una grabación que hicimos jugando algunos de los componentes del grupo. Con el miedo y el respeto que produce entrar en el mundo profesional, accedí a ello y puse todo mi empeño en prepararme para lo que luego ha sido mi forma de vida. Ayer se cumplieron 23 años del día que hice mi primer trabajo profesional en doblaje. El gran regalo de Reyes que recibí el 7 de enero de 1987.
La vida nos ha hecho surcar, tanto a mi maestro como a mí, mares de alegrías, tristezas, encuentros, desencuentros, etc. Pero nunca (aún en los períodos de no hablarnos) se ha apagado la llama del cariño entre nosotros.
La ironía del destino hizo que ayer, 7 de enero, volviéramos a coincidir mi maestro y yo en una sala de doblaje. Pero esta vez era yo quien dirigía y él quien estaba a mis órdenes. Y recibí el regalo más hermoso que recuerdo en muchos años. Roberto sacó de su bolsillo un CD y me dijo "toma, Eduardito, esto está descatalogado, pero quiero que lo tengas". Era la banda sonora de "Los Diez Mandamientos".
Me regaló un pedazo de nuestra vida pasada.
Gracias, MAESTRO.