Revista Cine
Cuando salí de El Sorprendente Hombre Araña 2: La Amenaza de Electro (The Amazing Spider-Man 2, EU, 2014), tercer largometraje de Marc Webb y segundo filme del reboot iniciado en 2012 -también dirigido por Webb-, recordé todas las series de películas de súper-héroes y sus respectivos re-lanzamientos que he visto, y llegué a la conclusión que, ante la trilogía dirigida por Sam Raimi (2002-2004-2007) y por esta misma trilogía en marcha -pues la tercera parte de El Sorprendente Hombre Araña está anunciada para 2016-, no hay mejor serie fílmica súper-heróica que la centrada en Peter Parker.Hay dos argumentos que quisiera colocar sobre la mesa. El primero, tiene que ver con el personaje. El Hombre Araña siempre me ha parecido el más terrenal de todos los héroes. No es un multimillonario más o menos traumatizado (como Bruce Wayne o Tony Stark), no es un semidiós que viene a defendernos (Thor), no es un icono del chovinismo yanqui (Capitán América) ni, mucho menos, un alien judeo-crístico que presume poderes sobrehumanos (Supermán). Peter Parker es un adolescente huérfano, pobretón e inseguro, criado por un par de viejos tíos luchones. Se convierte en súper-héroe, es cierto, pero nunca deja de vivir en el mismo lugar ni, como dijera el poeta de Juárez, con la misma gente. Esta condición de héroe clasemediero ha sido bien explotado en las dos series fílmicas (en una de las cintas de Raimi, llega a ser conmovedora la solidaridad de los usuarios del metro al ver la juventud de Peter Parker; en el primer filme de Webb, el apoyo de los choferes de grúas a Spidey es un gran momento populista/populachero) y en esta última película, de hecho, la voz de la sensatez, la Tía May (Sally Field, inapelable) le avienta a Peter un sentido choro aleccionador sobre lo que significa trabajar todos los días para poner comida en su mesa y pagar la colegiatura de la Universidad. Sí, claro, Peter Parker se balancea por los aires entre los edificos de la Gran Manzana, pero en el fondo nunca deja de ser un tipo decente, tan común y tan corriente como cualquier hijo de vecino.Ahora bien, más allá de que el personaje me caiga muy simpático, están los valores cinematográficos de la serie sobre el Arañita. En este sentido, no creo que haya un mejor grupo de filmes súper-heróicos que los de Peter Parker. Si lo duda, compare usted la trilogía de Raimi -con todo y su malograda tercera parte- y las dos cintas de Webb con la serie de Supermán (sus reboots, un desastre), la de Batman (las únicas películas que valen la pena son la de Burton y la segunda de Nolan) o las de Los Vengadores (cuyos únicos filmes valiosos han resultado ser los episodios iniciales). Creo que el logro de Raimi y, ahora de Webb, ha sido descansar en sus personajes y en sus actores, más allá de las infaltables escenas de acción (mejores las de Raimi que las de Webb) y los apantallantes efectos especiales (mejores los usados en los filmes de Webb que en los de Raimi). De hecho, debo confesar que no puedo decir muchas cosas positivas de las escenas de acción de El Sorprendente Hombre Araña 2: La Amenaza de Electro. No me molestaron, pero tampoco me parecieron lo mejor del filme. Por ejemplo, el enfrentamiento inicial entre Electro y Spidey en Times Square resulta interesante porque a travé de él atestiguamos la transformación moral del pobrediablesco ingeniero Max Dillon (Jamie Foxx) en el resentido villano Electro, pero no por los vistosos efectos especiales. Igual sucede hacia el desenlace: el encuentro de El Hombre Araña con el nuevo Duende Verde (Dane DeHaan) resulta memorable porque al final de la pelea ocurre una tragedia que solamente los lectores del cómic podían haber adivinado.Al final de cuentas, si el destino de Peter Parker y de su novia/compañera Gwen Stacey nos ha llegado a interesar, ha sido porque el astuto guión de Orci/Kurtzman/Pinkner, la eficaz dirección de actores de Webb y la química entre Andrew Garfield y Emma Stone -qué ojos, qué bárbara- han dado en el blanco. Es decir, el filme capta nuestra atención no tanto en su descripción de la villaniza -hay tres malosos: Electro, el Duende Verde y un aprontado que se hace llamar el Rhino (Paul Giamatti)-, ni en sus muy menores escenas de acción, ni en sus apantallantes F/X, sino en algo bastante más terrenal: en los altibajos de la relación entre Peter y Gwen -por ejemplo, la escena en la que los dos hablan de las reglas que tienen que cumplir ahora que son solo "amigos" es de una irresistible cursilería-, lo que hace que esta película, al final de cuentas, funcione más como un entretenido melodrama romántico-juvenil que como cinta veraniega súper-heróica. Y esto, sospecho, no le hará mucha gracia a los recalcitrantes fans de los cómics.