Revista Cultura y Ocio

El suceso de la Basílica de Begoña

Por Manu Perez @revistadehisto

El atentado de la Basílica de Begoña en el año 1942 supone el último intento del falangismo por hacerse un hueco en la política de España. Pone de manifiesto que la Falange en ningún momento estaba a gusto ni con el Decreto de Unificación con los carlistas de 1937 ni con la política que Franco ponía en marcha tanto en el interior como en el exterior. Todo ello mientras la División Azul combatía en Rusia y a Serrano Suñer caía en desgracia en el gobierno.

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Contexto

Tras el Decreto de Unificación de 1937 y con los falangistas “auténticos” acaudillados por Manuel Hedilla en la oposición, FE de las JONS intentó hasta el final conseguir su propósito ideológico. En la “Nueva España” que se avecinaba, conservadora y católica, con los militares al mando, no había hueco para el nacional-sindicalismo y así lo vieron muchos falangistas. A partir de 1937 comienza una oposición formal hacia Franco que se manifestó en enemistades y rivalidades con el Ejército y los carlistas, hechos que costaron, como mostraré a continuación, la ejecución de algún falangista así como encarcelamientos y exilios. El suceso de la Basílica de Begoña se enmarca en este contexto de luchas internas.

Para situarnos en la historia, España estaba en la directa posguerra y en Europa había comenzado la II Guerra Mundial. Los españoles de la División Azul, falangistas en su mayoría, combatían frontal y directamente al comunismo en el Frente oriental, en Rusia, mientras la política interior de España se tambaleaba por las luchas de poder que había entre las diferentes familias del régimen.

El suceso de la Basílica de Begoña

Tras la Guerra, correspondió a Serrano Suñer institucionalizar la política interior de España durante el Primer Franquismo y además, después de Franco, él se convirtió en el hombre más fuerte del partido FET de las JONS[1].

A medida que pasaba el tiempo y ante la llegada de la II Guerra Mundial, las simpatías hacia la persona de Serrano Suñer fueron creciendo y se convirtió en el hombre idóneo para los Asuntos Exteriores. Así en 1940 fue nombrado Ministro de Asuntos Exteriores sustituyendo a Beigbeder. Serrano representaba el falangismo y es con él con quien comienzan las hostilidades en el seno del régimen.

Algunos militares como Varela, carlista, se sentían más próximos a posiciones neutrales durante la guerra así como a un acercamiento a los aliados, mientras Serrano o el general Yagüe se mostraban abiertamente germanófilos. Sin embargo, los roces vienen a la hora de nombrar carteras ministeriales y según avance la II Guerra Mundial. Aquí los falangistas tendrán menor representación en el Gobierno mientras que militares y católicos aumentarán. Esto se observa con el nombramiento de José Luis de Arrese, falangista moderado, como Secretario general de FET de las JONS en mayo de 1941, quedando Serrano y los falangistas “auténticos” desplazados. Así los carlistas, monárquicos y católicos iban ganando terreno en la política en detrimento de los falangistas que no querían adaptarse al régimen.

Llegamos a 1942, con los ánimos calientes y con varias destituciones de falangistas del gobierno. Serrano hasta el momento conservaba el cargo de ministro de exteriores, sin embargo las demás carteras principales aparecían representadas, en su mayoría, o bien por militares o bien por carlistas, todos ellos moderados y a merced de las peticiones del caudillo. A lo largo de 1942 el poder de Serrano Suñer fue mermando cada vez más y con él, evidentemente, la presencia de los falangistas. Con ello, las rivalidades políticas entre falangistas y sectores monárquicos o carlistas crecían.

Según muchos autores, como Payne entre otros, el año clave es 1942 ya que aquí no solo aumentan las tensiones entre falangistas con respecto a otros grupos sino en su seno interno entre falangistas moderados (representados por Arrese) y “auténticos o camisas viejas” (representados por Serrano). Esto será aprovechado por Franco para dar más cobertura en el gobierno a monárquicos y carlistas. En este contexto convulso se produce el atentado de la Basílica de Begoña, en Bilbao.

Entramos a principios de agosto del año 1942 y a la salida de la Iglesia de San Vicente de Abando, en Bilbao, tras la misa que se celebraba en homenaje a los carlistas que cayeron en la Guerra Civil, se producen gritos en contra de los falangistas. Allí, había un camisa vieja de Bilbao el cual lo consideró una ofensa y provocación y pidió al vicesecretario de FET y de las JONS, José Luna Meléndez, un falangista próximo a Serrano Suñer, que se condenara tal ofensa pues en apenas unos días se celebraría otro acto carlista en Begoña, también en homenaje a sus caídos en la guerra civil y que estaría presidido por el ministro del Ejercito, el general Varela que como ya he vaticinado era carlista.

En este contexto, el 15 de agosto un grupo de falangistas a la salida del acto-homenaje que se celebraba en la Basílica de Nuestra Señora de Begoña en honor a los caídos carlistas de la guerra civil, en Bilbao nuevamente, comenzaron a increpar a los asistentes, que respondieron con gritos de “¡Viva el rey!, ¡Abajo el socialismo de Estado! y ¡Muera Franco!”, y de pronto Juan José Domínguez, camisa vieja de Falange, arrojó dos bombas que causaron unos 60 heridos leves, y que casi alcanzan al general Varela. Tras ello, altos mandos militares como Varela o Galarza (ministro de la gobernación) consideraron el atentado como un “ataque al Ejército” por parte de la Falange y exigieron la destitución de Serrano Suñer. ​Franco, que jugó bien sus cartas, no actuó hasta pasados 9 días, ya que estaba de vacaciones en Galicia. Sin embargo, rechazó castigar al partido y consideró las exigencias de los militares como una insubordinación a su poder, por lo que destituyó a Varela y Galarza, a los que sustituyó por militares más obedientes. De los 8 falangistas implicados en el suceso solo 2, Calleja y Domínguez, fueron condenados a muerte, sin embargo a Calleja se le perdonó la pena (por ser excombatiente mutilado en la guerra). Domínguez no corrió la misma suerte y fue ejecutado, según los autores el único falangista que mató Franco.

La situación fue aprovechada por Franco, en un gran juego de estrategia política, para reafirmar su poder. Así las cosas, tras el fusilamiento de Domínguez, los falangistas puros como Ridruejo o Narciso Perales dimitieron de sus cargos y Serrano fue relevado tanto en su puesto en el ministerio como en el partido[2]. Cuenta la historia que la destitución, deseada, de Serrano fue a petición de Carrero Blanco, pero que sin embargo Franco le quería apartar desde hace mucho tiempo. En este sentido para evitar que los falangistas salieran impunes de tal acto y evitar también con ello revanchismos en el Ejercito.

Conclusiones

El suceso de la Basílica de Begoña puso de manifiesto el malestar que había entre falangistas y el resto de familias del Movimiento Nacional. A partir de entonces Falange Española comenzó su declive en el poder político, y fue silenciada, teniéndose que adaptar al nuevo Régimen que el caudillo imponía. El falangismo puro, es decir aquel que seguía los dictados originarios socio-políticos y económicos de 1933, no tuvo otra opción que el exilio o el apoyo al caudillo para sobrevivir, otros sin embargo vieron en la División Azul la manera de cumplir con sus ideas.

Franco aprovechó la ocasión para afianzar aún más su poder al deshacerse de los elementos molestos para su política. Tras 1942, FET de las JONS quedará para siempre unida, a la fuerza, y tanto carlistas como falangistas descabezados de sus ideas siguiendo los dictados que se les imponía.

La lucha entre tradicionalistas y falangistas concluyó en Begoña donde Varela, carlista, y Serrano, falangistas, acabaron destituidos de su cargo y el falangista Domínguez fusilado.

Autor: Álvaro González Díaz para revistadehistoria.es

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Bibliografía

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GONZALEZ CUEVAS, PEDRO C., Historia de las derechas españolas: De la Ilustración a nuestros días, Biblioteca Nueva, Madrid, 2000

JULIÁ, S., Violencia política en la España del siglo XX, Taurus, Madrid, 2000

PAYNE, STANLEY G., Falange, Historia del Fascismo español, Sarpe, 1986, Madrid

PAYNE, STANLEY G., Los militares y la política en la España contemporánea, Ruedo ibérico, España, 1967

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SÁNCHEZ RECIO, G. (ed.), El primer franquismo (1936-1959), Marcial Pons, Madrid, 1999

SOTO CARMONA, A., “Historiadores y Primer Franquismo”, Revista de Occidente, nº 223, 1999

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Recursos Web

http://www.elmundo.es/cronica/2002/359/1030952812.html/   http://elmunicipio.es/2017/05/el-leal-falangista-que-fusilo-franco/

[1] Tras las relaciones tensas con el general Muñoz Grandes, que dimitió de su cargo de secretario general del partido en marzo de 1940, Serrano se afianza como el hombre más destacado de FET de las JONS teniendo el partido bajo sus órdenes.

[2] en septiembre de 1942 Serrano Suñer fue apartado del ministerio de Asuntos Exteriores y de la presidencia de la Junta Política de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS.

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