El sucesor

Todo el mundo está repitiendo el apellido del político al que este cronista no nombrará hoy para no aburrirle a usted.

Qué injustos son los periodistas de opinión. Han abandonado masivamente a Zapatero, al que llevaban endulzando una década y le habían hecho creer que era un enviado de las estrellas.

Ahora hisopean al sucesor nombrado a dedo y evitan relacionarlo con el tremendo caso Faisán, de policías a protegiendo a ETA para evitar que otros policías detuvieran a los terroristas.

Pese a que el heredero podría salir herido de ese caso, la prensa ha arrojado ya a Zapatero a las alcantarillas como juguete roto. Como a un púgil sonado, no por los golpes dc contrarios, otros paquetes, sino porque era cantante romántico, no boxeador.

Ahora se piropea al viejo mánager que el cantante tenía como ministro. Un señor mayor resabiado, calvo, de barba descuidada que le llega hasta la nuez, y de dientes separados, desiguales y negruzcos.

Estamos convirtiéndolo en guapo y en Superman. En cierta medida lo es porque lleva en la alta política desde 1982, es un superviviente, y bajo esa calva posee un cráneo engrasado para la facilidad de palabra y los sarcasmos.

Virtudes que son malas para sus rivales: su afabilidad y chanza ingeniosa, lo hacen un peligroso fajador en los debates, que son los combates políticos.

Aunque conserva graves debilidades, como la de ser uno de los padres del deplorable sistema educativo español, haber sido portavoz del gobierno González durante el caso GAL, y sobre todo, por estar muy cerca de esta gran traición del caso Faisán, ya recordada arriba.

Aunque presenta otra debilidad menos analizada: su jefe de campaña es una señora tatuada como una friki llamada Elena Valenciano.

Nadie solvente para la política de un país puede confiar en, y hacerse representar por, quienes exhiben tatuajes, gente entregada a automutilaciones y ritos primitivos, y a videncias kakistocráticas.

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SALAS lo ha visto muy claro.

 

Y no olvida la economía.