Revista Cine
El sueño de casandra (2007), de woody allen. delitos y faltas.
Publicado el 11 marzo 2011 por MiguelmalagaEmprendí el visionado de esta película con bastante excepticismo, dado que los críticos suelen calificarla como una de las más flojas en la brillante carrera de Woody Allen. Personalmente, no estoy de acuerdo con estas valoraciones, pues a mí me atrapó desde el primer instante hasta el final.
Lo cierto es que normalmente, cuando estoy viendo alguna película de este cineasta, suelo reprocharme mentalmente el hecho de que sus personajes no suelen tener problemas económicos. Todos son intelectuales con buenos trabajos y amplios apartamentos que acuden a buenos restaurantes mientras resuelven sus cuitas sentimentales. Aquí no sucede lo mismo. Asistimos a la patética historia de dos hermanos londinenses de vida mediocre, que sueñan con una independencia económica que nunca llega. Uno de ellos tiene problemas con el juego, el otro es aficionado a imaginar todo tipo de inversiones financieras. Los dos actores que los interpretan, Colin Farrell y Ewan McGregor, cumplen con su cometido sin fisuras.
El dilema ético les va a llegar con una proposición que les hace un acaudalado familiar: necesita que maten a un hombre para que sus negocios sigan adelante. Si no lo hacen, se arruinará e irá a la cárcel. En una memorable escena, refugiados bajo un árbol de la furiosa lluvia, como un Mefistófeles moderno, les propone perder su alma a cambio de los bienes materiales que tanto anhelan.
Como ya sucedía en la magistral "Delitos y faltas", Allen aborda el tema de la culpa y sus consecuencias. Los protagonistas no son asesinos, son personas normales que han sido tentadas en un momento frágil. Además, como si fueran mafiosos, se dicen que actuan en interés de su familia. El crimen les resulta grotescamente fácil, pero luchar contra los remordimientos va a ser mucho más complicado. Woody Allen filma una historia equilabrada y muy interesante acerca de un tema eterno: que el crimen es un hecho que contraviene la ley natural, por lo que los culpables siempre pueden ser castigados, ya sea por la sociedad, ya sea por su propia conciencia corroída por la culpa.