Si hubiese que recomendarle a alguien que nunca hubiese leído una novela negra un título, probablemente la elección sería esta o "El halcón maltés". Todo lo que uno espera, lo que habrá visto en casi todas las demás novelas noir y hasta los impagables ambientes que recorría Bogart son deudores de las descripciones de Dashiel Hammet que recoge e incluso mejora Raymond Chandler. Buena parte de los detectives de los tiempos modernos (salvando la delicada escuela ingresa de Agatha Cristie) , de Carvalho a Montalbano o de Wallander a Harry Hole son hijos (putativos) de Sam Spade y Marlowe.
Lo peor -o lo mejor según se quiera ver- es que pocas están a su altura. Hay obras magníficas sin duda -no voy yo a negarlo que me he pasado horas fantásticas con los libros de unos y de otros- pero la mayor sorpresa que me he llevado en esta relectura de El sueño eterno es que es un libro verdaderamente brillante en casi todo: en cómo describe las situaciones, los personajes, en el magnífico manejo de la palabra, en unos diálogos
que no han perdido, con el tiempo, ni un ápice de cinismo.
Si Hammet creó la novela negra , Raymond Chandler la convirtió en gran literatura.
Una maravilla.