Amelia Mary Earhart Otis nació el 24 de julio de 1897 en Atchison, Kansas. Amelia tuvo una hermana llamada Muriel. Las pequeñas fueron criadas por los abuelos maternos quienes no tenían ninguna confianza en que Edwin Earhart, el padre de las niñas, les pudiera dar una educación a la altura de sus expectativas.
La primera vez que Amelia vio un aeroplano fue a los diez años en una feria estatal. En aquel momento, Amelia no se sintió atraída por aquel aparato con aspecto más bien destartalado. Tendrían que pasar muchos años hasta que la joven viera con otros ojos un aeroplano.
Por aquel tiempo hacía dos años que su familia se había mudado a vivir a Iowa donde su padre encontró un trabajo como ejecutivo después de su fracasada carrera de abogado. Un trabajo que no le duró demasiado por culpa del alcoholismo. Después de buscar nuevas oportunidades en varios destinos, y harta de su marido, Amy, la madre de Amelia, marchó con sus hijas a vivir a Chicago.
A pesar de los problemas familiares, Amelia tuvo la oportunidad de estudiar en la Universidad de Columbia y en Harvard, donde realizó algunos cursos de verano.
Al estallar la Primera Guerra Mundial, Amelia y su hermana Muriel se trasladaron a Toronto para trabajar como voluntarias cuidando a los pilotos heridos y enfermos. Allí tuvo otra ocasión de entrar en contacto con el mundo de la aviación y ya entonces vio con otros ojos aquellos extraños aparatos.
Pero su pasión por volar afloró definitivamente en California, donde sus padres se habían vuelto a reencontrar en 1920. En un espectáculo aéreo en Long Beach tuvo la oportunidad de volar en un biplano. Amelia encontró entonces su verdadero destino.
En 1921 empezó a recibir clases de aviación de otra mujer piloto, Neta Snook, y se hizo con un aeroplano al que bautizó con el nombre de "El Canario". Dos años después, y tras haber empezado a batir alguna que otra marca, Amelia Earhart conseguía su licencia de piloto de la Federación Aeronáutica Internacional. Solamente quince mujeres antes que ella habían obtenido dicho título.
Los años siguientes estuvo volcada en el negocio de la aviación. Además de seguir pilotando, Amelia se incorporó a la Asociación Aeronáutica Nacional y realizó varios negocios relacionados con el sector.
En abril de 1928 la vida de Amelia daría otro gran paso. Amelia recibía entonces una llamada del capitán H.H. Railey con la propuesta de convertirse en la primera mujer en cruzar el Atlántico. A pesar de que en realidad ella iba como copiloto, hecho que nunca negó, recibió muchos más halagos y atención mediática que el piloto del avión con el que había hecho la travesía.
Sea como fuere, su fama creció como la espuma y Amelia vivió uno de los momentos más brillantes de su vida dando conferencias y publicando libros relacionados con la aviación. En 1931 se casaba con el editor George Palmer Putnam, el hombre que la había descubierto y quien la había propuesto para realizar aquel primer gran vuelo de Amelia.
Aventurera incansable, el 20 de mayo de 1932 decidió volver a volar sobre el Atlántico con una ligera diferencia. Esta vez iría ella sola convirtiéndose en la primera mujer en realizar ese viaje en solitario.
Los años siguientes fueron una época dorada para Amelia y su marido. Viajes promocionales por medio mundo, reconocimientos y premios, más marcas batidas y nuevos retos como sobrevolar el Pacífico.