Fotografía de AP
Me gusta el fútbol, si has vivido en Barcelona la “fiebre culé” seguro que te ha contagiado, pero no me gusta que me guste este deporte… Pues es un gigante demasiado grande para los tiempos que corren, mueve tanto dinero que hay 20.000 niños en la calle y nadie lo sabe.
Ayer mientras miraba las semifinales de la Copa del Rey lo pensaba… ¿alguien se acuerda del tráfico de niños mientras mira el partido? Estos clubes tienen potencial para abrir escuelas en los países africanos, educarles y entrenarles allí y luego cuando sean mayores trasladarlos… Pero no funciona así… el mismísimo Messi fichó por el Barça cuando era menor de edad.
La «Protección de menores de edad» del Reglamento sobre el Estatuto y la Transferencia de Jugadores de FIFA es muy claro. Establece que «las transferencias internacionales de jugadores se permiten sólo cuando el jugador alcanza la edad de 18 años». Contempla tres excepciones: Situaciones en que los padres cambian de domicilio por motivos ajenos al fútbol; cuando la transferencia tiene lugar en Europa (entre los 16 y los 18 años); o si la distancia máxima entre domicilio y club es de 100 kilómetros.
Conocida en los organismos internacionales y ONG’s como una modalidad de ‘trafficking’. Las mafias que trafican con estos niños utilizan diferentes mecanismos: becas ficticias, falsificación de pasaportes o contratos de trabajo falsos para hacerles llegar. Cuando ya están aquí no les escolarizan y por supuesto su familia no tiene ninguna oportunidad de manejar la situación. El exfutbolista camerunés Jean-Claude Mbvoumin denunció esta realidad en el Parlamento Europeo a través de la ONG Culture Foot Solidaire.
Fotografía Lighthouse
Casi siempre las familias están engañadas, con la esperanza de cambiar la vida de sus hijos, venden propiedades y se endeudan de por vida para pagar el traslado de sus niños. Es una gran tentación para las familias africanas y latinoamericanas. Cuando éstos llegan a Europa su sueño de correr por el campo con los brazos abiertos gritando la mágica palabra, “gol” se ve truncado por un bajo rendimiento o una lesión, que supone su automático abandono a su suerte.
20.000 menores africanos malviven en la calles del Viejo continente, después de que las mafias que trafican con ellos para el negocio del fútbol les abandonaran en la calle. En España casi todo el mundo conoce el caso de Eto’o: estuvo siete meses viviendo en la calle en Francia cuando tenía once años, o el caso de Dungai Fusini, un chico de Costa de Marfil de catorce años, que fue quien dio nombre al tráfico de niños en Italia…
El año pasado, el director Miguel Alcantud, hizo una película que retrata esta trágica realidad Diamantes negros. Película que, por cierto, no recibió el apoyo de mi querido club, ni tampoco el del Real Madrid, ni colaboraciones, ni declaraciones al respeto.
Miguel Alcantud descubrió en Noruega a John Obi Mikel, un niño al que tenían escondido en este país los dirigentes del Chelsea, esperando a que cumpliera 18 años. Allí, llevaron también a tres niños nigerianos para que Obi Mikel no “tuviera añoranza y la ‘inversión’ se echara a perder”. “Ocurre en toda Europa”, aseguró Miguel Alcantud, “al parecer en Italia no pasa demasiado, mientras que en Francia, sí, lo mismo que en España e Inglaterra. Y en Bélgica es una salvajada. Allí incluso organizan partidos de fútbol y los muestran de diez en diez para venderlos al resto de Europa”.
¿La solución? Que la FIFA haga cumplir las normas. Si nadie compra, nadie vende. El tráfico de niños es un delito que podría evitarse creando academias de fútbol en sus países de origen, los grandes clubes tienen dinero más que suficiente para hacerlo.
En la web Change.org ya se han recogido más de 93.900 firmas para que UEFA y la Real Federación Española de Fútbol creen un código de conducta contra el tráfico de menores.
MARIA GOBERN
@mariagobern
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