El sindicato UGT estaba tan dañado por la crisis y tan podrido por la corrupción que quizás se haya suicidado eligiendo como líder a un secesionista catalán que, además, es mentiroso. Lo que UGT necesitaba para resurgir no era un líder conflictivo y promotor del "derecho a decidir", sino un dirigente honrado, limpio, de nuevo cuño, sin participación en las orgías corruptas del pasado y dispuesto a trasladar al decimonónico sindicato a los tiempos modernos, más cerca del ciudadano y de la sociedad civil que del poder político, más incrustado en la decencia que en el saqueo de España. ---
El nuevo secretario general del sindicato UGT, Josep Maria Álvarez, nacido en Asturias, ha debutado con una frase abyecta y mentirosa: “UGT es la primera organización estatal donde la catalanofobia no funciona”.
Esa afirmación es una mentira de gran calado, que contribuye a separar más a Cataluá de España, cumpliendo así la técnica preferida de los nacionalistas radicales, que se alimentan permanentemente del conflicto, del victimismo y del odio. La catalanofobia no es un mal extendido en España, donde ni siquiera se practica masivamente el boicot a los productos catalanes y donde millones de españoles se reprimen su rabia ante los desprecios catalanistas en aras de la unidad y la concordia.
Tener nacionalismo es como tener almorranas porque lo máximo que puede permitirse el paciente son unos días de alivio, por desgracia siempre escasos. Les eliges como líder, les haces concesiones, les entregas competencias, les financias, te niegas a practicar el boicot, le lanzas gestos de amistad y sólo recibes a cambio más odio, desprecio y carbón para alimentar el fuego del conflicto.
La proporción de charnegos (catalanes de adopción) que se distinguen como los fanáticos intransigentes y que impulsan el independentismo catalán y el odio a España crece constantemente. Es como si sintieran la imperiosa necesidad de conquistar la condición de catalanes haciendo méritos especiales por la ruta del odio a su antigua patria y la servidumbre a la Cataluña de la ruptura y el odio.
Josep María Álavarez, el nuevo líder de UGT, es uno de ellos. Otro es el insólito Gabriel Rufian, que de cobrar 610 euros mensuales del paro ha pasado a cobrar 6.500 como diputado independentista furioso. Todos siguen el rastro dejado en el pasado por Montilla, el charnego andaluz que fue presidente de la Generalitat, y por Carod Rovira, aragonés que borró sus huellas para elvolverse en el catalanismo feroz, constructores ambos de buena parte las bases del actual rechazo a España.
El síndrome del charnego está causando estragos en la unidad y perjuicios profundos a la convivencia y hasta a la economía catalana, cada día con menos empuje y con menos empresas, muchas de las cuales huyen de ese infierno contracorriente y ajeno a la Historia, que siembra disidencia y odio mientras el resto del planeta pugna por integrarse y fomentar la concordia.
Para desgracia de todos, muchos catalanes nacidos fuera no han encontrado otra manera de prosperar que haciendo suyos el discurso de los promotores del odio a España, los mismos que inventaron la palabra "charnego", cargada de desprecio étnico y cultural, para rechazar a los que llegaban a Cataluña procedentes de otros territorios españoles.
Para UGT, la elección de Álvarez puede resultarle fatal. Si el nuevo líder mantiene su apoyo al referéndum anticonstitucional y su convivencia feliz con los promotores del odio, el sindicato caerá todavía más bajo de lo que ha caído en los últimos años, cuando la corrupción y la sumisión al poder político socialista le hicieron perder mas de la mitad de sus afiliados y casi todo el viejo impulso que el sindicato tenía en la etapa de la Transición.
Francisco Rubiales