Cuatro días antes de la primera vuelta de las presidenciales francesas, la candidata socialista Anne Hidalgo organizó una cena secreta para “dinamitar el partido”. Circula el rumor de que quiere fundar un proyecto nuevo en vista de la hecatombe electoral. No es para menos: la alcaldesa de París solo logró el 1,7% de los votos, frente al casi 30% que su formación obtuvo en 2012. Al ágape, al que asistieron el expresidente François Hollande y otros cargos próximos a Hidalgo, faltó el secretario general de la organización, Olivier Faure. Hidalgo y Faure no se han dirigido la palabra en semanas, pero no se esperaba que esta bomba explotara antes de las legislativas de junio.
La campaña de Hidalgo ha sobrevivido por alimentación intravenosa con fondos de las federaciones locales. Si la formación había tenido que vender su lujosa sede parisina tras el descalabro de 2017, la nueva y más modesta en los suburbios ha vuelto a quedarse grande. Se constata la muerte del otrora partido hegemónico de la izquierda gala, que dirigió los destinos del país durante dos de las últimas cuatro décadas. El Partido Socialista francés se ha suicidado.
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