La Presa del Dnieper, destruida por Stalin.
Camaradas,
El Ejército Rojo, en cumplimiento de la política de tierra quemada de Stalin, ha hecho saltar por los aires la Presa Lenin-Dienproges en Zaporoje, sobre el Dnieper, uno de los mayores logros de la Unión Soviética.
La presa derruida, a vista de pájaro.
Hasta ayer, la presa era el segundo complejo de energía hidroeléctrica más grande del mundo, con casi media milla de hormigón armado y provista de grandes compuertas y dársenas que permitían a los buques de carga pasar por el río. Terminada en 1932, era mostrada con orgullo a los visitantes extranjeros como un ejemplo de la eficacia comunista, a pesar de que ingenieros norteamericanos se encargaron de la mayor parte de su diseño y construcción.
La Presa, en todo su esplendor.
No se puede pasar por alto la importancia que la presa tenía para la industria soviética. Las industrias del valle del Dnieper, incluidas las minas de mineral de hierro en Krivoi Rog, dependen de la energía que produce. Karkhov, una parte vital de la industria militar soviética, con sus talleres de tractores y fábricas de máquina-herramienta, depende enormemente de la energía de la planta. Al destruir esta presa, Stalin ha reconocido implícitamente la derrota dando por hecho su pérdida, aunque ilusamente se contenta con la idea de que el sacrificio quizás prive a los alemanes de muchas de las riquezas de Ucrania, con lo cual no denota sino su desconocimiento de la capacidad industrial y tecnológica del Reich.
Zona industrial soviética.
Mientras tanto, ¿qué será de su propia industria? Tanto si cae en manos de la Wehrmacht como si las destruyen, en ambos casos las fábricas soviéticas dejarán de producir material bélico para el Ejército Rojo. Los bolcheviques tienen depositadas sus esperanzas en las nuevas fábricas que entrarán en operación más allá de Urales y con las que esperan poder compensar las pérdidas que les está inflingiendo la Wehrmacht en todos los frentes de batalla.
Programa soviético de evacuación industrial.
Lo cierto es que la Unión Soviética ha puesto en marcha un despiadado programa de evacuación de su industria a los Urales y de militarización de sus trabajadores. En total, más de 1.500 fábricas están en proceso de o han sido evacuadas desde las regiones occidentales de la Unión Soviética hasta detrás del Volga, particularmente a los Urales, y reorganizadas por ejércitos de técnicos que trabajan con singular fanatismo para volver a ponerlas en funcionamiento. En la actualidad no ha terminado el traslado de prácticamente ninguna, pero se espera que para los meses de invierno una parte importante haya podido ser reorganizada.
Interior de una fábrica metalúrgica bolchevique.
Pocas fábricas dispondrán de calefacción y ni siquiera se ha dispuesto que existan ventanas o tejados adecuados en muchas de ellas. Una vez comenzada la producción, no se detendrán nunca a no ser que se produzca un colapso, fallos eléctricos o escasez de piezas. Los trabajadores son la menor preocupación de Stalin. Si las condiciones de trabajo infrahumanas en turnos de quince horas, escasa alimentación y protección ante los elementos y una increíblemente irresponsable gestión de la seguridad laboral terminan por cobrarse la vida de una parte importante de la fuerza de trabajo de una fábrica, las autoridades soviéticas simplemente se encargarán de reclutar nuevas poblaciones de trabajadores en la inmensidad del espacio soviético. La burocracia comunista no escatima en vidas y se muestra dispuesta a desperdiciar el tiempo y talento de sus civiles y a despilfarrar sus vidas en accidentes industriales, mostrando tanta indiferencia por el individuo como los estrategas militares muestran hacia sus soldados. En verdad, el sacrificio colectivo -forzado y voluntario a la vez- de la sociedad comunista criada en el regazo de Lenin y Stalin representa un logro aterradoramente impresionante.
Tod dem Bolschewismus!
Es lebe Nationalsozialismus!