Revista Opinión

El 'Superyó' y la libertad

Publicado el 26 julio 2011 por Eltallerdelaeam @elTallerdelaeaM

Como es adentro es afuera. La pelea entre el superyó y la libertad.

El otro día escuchaba a unos revisores del metro de Barcelona que salían juntos, acompañados por un vigilante de seguridad, tras una imagino que dura jornada de trabajo. Pude escuchar a uno de ellos exclamar un victorioso:

- ¡Ahí nos hemos puesto las botas!

Se referían a algún punto estratégico en el que debieron 'descubrir', 'pillar', 'multar', 'atrapar', 'penalizar', 'legalizar', 'castigar', 'ejemplificar', 'corregir'… a un montón de personas que se habrían colado en el metro (Colarse en el metro es entrar sin pagar. Suelen hacerlo personas con escasos recursos económicos, incluídos jóvenes estudiantes o jóvenes en paro o jóvenes… algún que otro jeta, pues también… algún amante del riesgo, algún desafiador de la autoridad…)

Acompaña a esta escena el cabreo que me genera la notita de color azul que han puesto en la entrada del metro, ahí dónde uno introduce el tiquet… y que nos recuerda: 'Las normas están para cumplirlas'. ¡Olé mi niño! ¿Las normas están para cumplirlas? ¡Por el amor de Dios! ¿Hemos perdido el norte? Hay sentencias que son bien interesantes de cuestionar. Las normas están para cumplirlas… ¿Al servicio de quién trabaja este imperativo?

Las normas están para regular la convivencia. Las normas están para protegernos. Las normas están para hacernos las cosas más fáciles cuando necesitamos apoyo externo, ya que es complicado saber cómo hacer cuando… las normas están al servicio del ciudadano. Las normas deberían estar al servicio del ciudadano. Las normas están para ayudarnos a sobrevivir…

Así es cuando somos pequeños: no cruces la calle si el semáforo de peatones está rojo… no metas los dedos en el enchufe… no cojas caramelos de extraños… no abras a desconocidos… tratan de protegernos… pero ¿en qué momento nos olvidamos de eso y entramos el el goce asqueroso de someternos a ellas? ¿En qué momento dejan de estar al servicio de preservar la vida y pasan a tratar de someterla? 

Así hacemos con las normas. Así lo hacemos con nostros mismos. Nos llenamos de normas sobre lo que deberíamos ser, sobre cuanto deberíamos ganar, sobre cómo deberíamos comportarnos… nos llenamos de ideales sobre nosotros mismos… nos construímos una imagen que pretendemos preservar a cualquier precio… y nos llenamos de culpa cuando no estamos a la altura de nuestra exigencia.

Pues como es adentro es afuera. Así tenemos el mundo organizado. Ya nos da igual si los jóvenes no tienen recursos económicos… o si la persona está en paro… o si tiene hijos… o si está en una situación frágil… las fuerzas del estado actúan y multan, desahucian, prohíben, persiguen, culpabilizan… Como hacemos con nosotros mismos, nos multamos, nos desahuciamos, nos prohibimos, nos perseguimos, nos culpabilizamos… da igual la situación particular… dan igual las diferencias. A todos nos tratan igual. Y no todos somos iguales. El descarnado superyó social funciona implacable sometiendo a todo el mundo a una misma regulación. Da porrazos sin saber quien tiene delante… cegado… sometido a ese imperativo que dice: ¡¡¡Todos a una!!! ¡¡¡Las normas están para cumplirlas!!! Y quien no las cumpla… prisión o palos… o multa.  

Es muy importante saber de eso.

Como es adentro es afuera. La pelea entre el superyó y la libertad.

Saberse sometido a las propias normas internas. Elaborarlas, redecidirlas, transformarlas… desautomatizarlas. ¡Es muy importante ese cambio o esto tiene mala pinta! Los efectos que el superyó interno tiene en el mundo exterior están siendo devastadores. El trabajo interior es la vía para transformar el mundo en el que vivimos. Conocer la propia dinámica interna… para transformar lo externo. El cambio empieza en cada uno.


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