Revista Diario

El tabaco y los niños

Por Una Mamá (contra) Corriente @Mama_c_corrient
El tabaco y los niños
Si eres fumador/a y te sientes perseguido por la normativa anti-tabaco y por la reforma que se avecina, seguro que esto no te va a gustar, ¡qué le vamos a hacer!.
Antes de nada, reconozco que en este tema me cuesta mucho ponerme en el pellejo ajeno porque el olor a tabaco me repugna, me da arcadas y, como asmática perdida que soy, no quiero respirarlo ni una milésima de segundo. Es decir, que mi tolerancia es baja o muy baja.
Aún así, no creo en la estigmatización del fumador. Creo que, salvo casos muy contados, la mayor parte de la gente que fuma quisiera dejarlo y si no lo hacen es porque no pueden. Visto así, no tendría reparos en que al fumador se le considerara como un enfermo, un adicto en definitiva, y se le tratara como tal. Aunque esta visión no encajaría en absoluto con el hecho de que se siga vendiendo tabaco y cobrando impuestos sobre él, como si a estas alturas de la película no supiéramos lo dañino que es... Pero, bueno, este no es el tema de hoy.
Uno de los primeros días que llevé a mi hijo a la guardería, me encontré con la siguiente escena: yo dejando a mi hijo por una de las puertas de la guarde y, por la otra, veo a un padre, aún dentro del local, con el cigarro ya en la boca (acababa de dejar al niño en ese preciso instante). Saca una pierna fuera del centro, el cuerpo y la otra pierna permanecen dentro, pero justo en ese momento se enciende el pitillo. Sale fuera, ya habiéndole dado una calada y se apoya justo en la pared al lado de la puerta, ahumando a todo el que entra o sale por esa puerta: bebés, padres, abuelos, educadora... Yo estaba con la boca abierta, me costaba apartar la mirada del tío del estupor que sentía. Mi marido, que aquel día nos acompañaba, daba gracias de que no se hubiera puesto en nuestra puerta, porque hubiéramos tenido un lío seguro.
Soy una persona súper cortada cuando me hacen alguna faena en la calle. A veces he discutido cuando se me han colado en un supermercado o cuando me han atropellado con un carrito de la compra o cuando he tenido que esperar una hora en el médico, pero en líneas generales suelo callarme y guardar la mala leche para dentro porque me puede la timidez. Con lo único que no me suelo cortar es con el tema del tabaco, me hierve tanto la sangre que supero todo el corte y no puedo contenerme. Así que es habitual que aparte al niño ostensiblemente cuando alguien nos envuelve en su nube tóxica, o que aparte el humo a manotazos cuando los demás no tienen la suficiente vista de hacerlo sin necesidad de indicárselo.
Hace poco leí que querían prohibir fumar en los espacios infantiles al aire libre y en los coches cuando viajan niños. Yo iría más allá y prohibiría fumar en cualquier espacio que no fuera el domicilio de cada uno. ¿Por qué?. Pues porque el tabaco molesta en todas partes por igual. Todavía recuerdo cuando iba a trabajar hace años en autobús y a las 07.30h todos los días me fumaba un par de cigarros ajenos, recién desayunada, de los que esperaban igual que yo para cogerlo, importándoles un carajo todos los demás que estábamos allí. O cuando vas a un campo de fútbol y el de al lado se fuma contigo un paquete entero (¡o un puro!) y pobre de ti como le digas que te molesta. O cuando vas por una calle estrecha y en cuesta (como hay muchas en mi barrio) y te toca delante un tío fumándose un Ducados y tienes que bajarte de la acera y empujar el carro del niño con todas tus fuerzas para adelantarle y evitar el ahogamiento. Mil ejemplos se me ocurren.
El problema es de sentido común. Las cosas se prohiben porque no somos lo suficientemente cívicos como para hacer las cosas por voluntad propia. En los parques que hay por mi barrio, muchos bancos de madres y padres tienen encima una nube tóxica del humo de todos sus cigarros encendidos al tiempo y sus colillas quedan desperdigadas por el suelo como si nada, pero luego se permiten mirarme mal cada día que paso con mi perra (algunas tardes he estado por hacer una foto disimuladamente y colgarla aquí, es digno de verlo). A estos ya me imagino que les fastidiará la prohibición pero, total, no creo que la cumplan. Porque hasta el momento las prohibiciones se las han ido pasando por el arco del triunfo.
Una cosa que me hace mucha gracia de muchos fumadores que se sienten acosados por la normativa es el haber adoptado la costumbre de colocarse a 0.1 cm de la zona acotada para no fumar. Esto pasa a la puerta de los hospitales, de las Urgencias, de los ambulatorios, de los colegios... Dentro no se fuma, pero como fuera sí, no se apartan un par de metros, no. Se quedan bien pegaditos a la puerta, casi con un pie dentro y otro fuera, porque, ¡cómo desperdiciar la oportunidad de atufar a unos cuantos enfermos/padres/niños/abueletes!. En el edificio donde yo trabajaba nunca faltaban 20 personas en la puerta, bien pegaditos a los cristales, dando la bienvenida. ¿Quién acosa a quién?. ¿Sería posible un sólo día no respirar ni una sola caladita?. ¿O sería mucha molestia?.
También dicen que hay que dar libertad, que cada uno haga lo que quiera. Que los que no queramos humos, vayamos a los sitios donde se prohibe fumar. Ya, ya. Es que resulta que con la normativa actual, tan laxa, se puede fumar en casi cualquier parte. Los pocos locales que se han adaptado, lo han hecho mal, con el beneplácito de la Comunidad de Madrid, dicho sea de paso. Así que, en la práctica, si quiero que mi hijo no fume, a parte de al McDonald's, pocos restaurantes de cuchillo y tenedor conozco donde esto se cumpla a rajatabla. Los locales de alto standing de la capital han pasado olímpicamente de adaptarse a la normativa porque de antemano sabían que nadie les iba a obligar a cumplirla, igual que no cumplen la normativa de tráfico con sus aparcacoches y sus cochazos aparcados en doble y triple fila todos los días de la semana. Cuando yo estaba embarazada con mi súper problema de asma, no tenía a ningún sitio donde poder ir a comer sin ser ahumada, con el problema que me suponía. ¿Es eso razonable?.
En verano fui a comer con mi madre a un sitio fino y muy conocido en la zona de Serrano y tuve un rifi rafe con el maitre cuando me dijo que en el local no había zona de no fumadores. Le dije que eso incumplía la normativa (es un local enorme) pero que no pasaba nada, porque dentro de poco se prohibiría totalmente y se acabarían las tonterías. Le fastidió mucho mi comentario y me respondió: entonces aquí irán unos cuantos a la calle. ¿Perdón?, le contesté. Dudo mucho que a este local, con la excelente comida que tiene, le vaya a faltar clientela. Yo, desde luego, si tuviera tanto vicio que no fuera capaz de venir a este sitio y me perdiera su comida por no fumarme un cigarro en dos horas, iría corriendo a un centro de desintoxicación, porque me asustaría a mi misma estar tan enganchada. Si van a despedir gente, no pongan excusas, que todos sabemos cómo funciona esto. Esta es la política de muchos locales de Madrid. ¿Quién está acorralado aquí?. ¿Seguro que el fumador?.
No sé si hacer mención a las embarazadas que fuman, a las madres empujando el carrito con el piti en la mano porque... ¿qué digo?. No tengo una opinión clara. Partiendo de la base de que creo que al menos el 90% de los padres quieren lo mejor para sus hijos, presupongo que si lo hacen es porque están muy enganchadas, por lo que yo debería sentir más pena que otra cosa. Ahora bien, también creo que tener un hijo es lo suficientemente serio como para plantarle cara al asunto. Parece que si apelamos a la responsabilidad y al sacrificio estamos haciendo apología del martirio y el aburrimiento, aunque a mi me parece que deseamos que todo sea fácil y sin preocupaciones y eso no siempre es posible, por desgracia.
Por no enrollarme más: el que quiera fumar, que fume lo que quiera, como si se quiere fumar tres paquetes diarios. Pero, por favor, lejos de mi. Y, muy especialmente, lejos de mi hijo.  
PD. Entrada dedicada a Cactus girl, una fumadora con la que da gusto hablar del tema.

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