El ajedrecista Alexander Grischuk, número 12 del mundo, se gana un jugoso sobresueldo como jugador profesional de póker. No es el único
Interesante artículo este que os dejo a continuación que hoy encontramos, firmado por Pío García, en el diario digital www.lasprovincias.es/.(Foto de Chema Barroso)
El ajedrez no da mucho dinero. Se trata de un juego milenario y apasionante, que exige profundas destrezas mentales y una enorme capacidad de cálculo. Los cronistas más entusiastas narran las partidas de ajedrez como si asistieran a batallas antiguas, con mil trampas y triquiñuelas, y tiemblan de emoción cuando algún maestro se inventa un movimiento bello e insólito. Pero, por fascinante que resulte, el ajedrez no da mucho dinero. Hay que estudiar de lo lindo, llevar una vida espartana y entrenar sin descanso para poder vivir del tablero. Magnus Carlsen, el prodigio noruego de 20 años, número dos del mundo, lo está comprobando. Quizá por eso, de vez en cuando, se sienta frente al ordenador y juega unas manitas de póker cibernético. Un periodista del semanario alemán 'Der Spiegel' lo descubrió y le preguntó, con cierto asombro: - Por supuesto. ¿Por qué si no? - Si me tomo la partida en serio, sí. Si no, pierdo algunas veces. La historia de Magnus tiene precedentes. Otro niño prodigio, el canadiense Jeff Sarwer, se ha convertido ya en jugador profesional de póker. En los años ochenta, el jovencísimo Jeff ganó resonantes torneos de ajedrez y fue aclamado como el heredero de Bobby Fisher por su insultante precocidad, pero la presión abusiva de su padre, un maltratador de vida extravagante, acabó con su carrera. Jeff Sarwer decidió escapar de todo. Huyó, adoptó un nombre falso y se dedicó a otra cosa. Reapareció por sorpresa en 2007. Se apuntó a un torneo de partidas semirrápidas de ajedrez en Polonia y acabó segundo: «Con dos años de estudio y plena dedicación -confesó al 'Sunday Times'-, podría llegar a ser gran maestro, pero...». Pero ahora los naipes le tiran más. Desde 2008, el canadiense ha ganado más de 350.000 euros con las cartas. Cada vez es más frecuente la fuga de cerebros del tablero al tapete. ¿Tienen alguna ventaja competitiva? Gregory Kaidanov, otro ajedrecista metido a tahúr, ofrecía a la revista 'News in chess' una explicación: «La razón del éxito es la aproximación analítica al juego. Los ajedrecistas buscamos la mejor jugada y eso no es tan común en los jugadores de póker, cuyo juego descansa en la suerte o en las supersticiones». El español Fernando Martín, alias Kasparoso, dedica hoy todas sus energías al póker, pero en los años 90 llegó a amasar un buen currículum como ajedrecista. Martín entiende que «el ajedrez es una buena base para el póker y también para los negocios, porque desarrolla la capacidad de superación psicológica y de concentración». Aunque aprovecha una entrevista en la página web 'ajedrezypoker.com' para avisar: «En el póker influye el azar. Puedo hacer las cosas bien y los resultados ser muy malos». «Juego por dinero» El ruso Alexander Grischuk (Moscú, 1983) encarna el ejemplo máximo del matrimonio entre estas dos disciplinas. No hablamos de un ajedrecista cualquiera: es el número 12 del mundo y finalizó segundo en el torneo de aspirantes disputado en Kazán (Rusia) hace unas semanas. Después de derrotar a los grandes favoritos, se quedó a un paso de disputar la final del Campeonato del Mundo contra el indio Viswanathan Anand. Los expertos consideran a Grischuk el mejor jugador contemporáneo de 'partidas relámpago'. Su mente vuela a velocidades de vértigo y disfruta inventando estrategias en apenas unos segundos. Sin embargo, los especialistas, que no dejan de alabar el fulgurante talento del ruso, tuercen un poco el morro cuando enjuician su otro oficio: Grischuk es jugador profesional de póker. Piensan que dedicar tanto tiempo a las cartas acabará siendo perjudicial para su brillante carrera. Sin embargo, Alexander no está dispuesto a elegir: «Soy mejor al ajedrez, pero me gustan mis dos trabajos. Ambos son los juegos de mesa más profundos que conozco», dice. Y con el póker, además, se hace pasta. Grischuk, que prefiere sentarse en una mesa con fichas de verdad que frente al ordenador, lo reconoce sin tapujos: «No participo en campeonatos del mundo ni en grandes torneos internacionales de póker, yo sencillamente juego por dinero. Por dinero en efectivo».http://feeds.feedburner.com/ajedrezcehegin