Revista Cultura y Ocio
"Lo reconozco: estoy internado en un establecimiento psiquiátrico y mi enfermero me observa, casi no me quita el ojo de encima; porque en la puerta hay una mirilla, y el ojo de mi enfermero es de ese color castaño que a mí, que soy de ojos azules, no es capaz de calarme."
Hoy traigo uno de esos libros que todo el mundo conoce. Siempre digo que no me gusta dejar libros sin leer, bien, este estuvo varios años en mi estantería antes de que me atreviera con él. Lo cogía, miraba la parte de atrás y leía "obra cumbre de la literatura", y lo volvía a posar. Finalmente me atreví y por eso hoy traigo a mi estantería virtual un Premio Nobel. Hoy traigo, El tambor de hojalata.
Conocemos a Óscar, un niño que a la edad de tres años decide dejar de crecer. Precisamente en este momento le regalan un tambor al que une su vida en un redoble frenético que lo acompaña siempre. Se convierte en percusionista, en loco, en persona aislada y, sobre todo, en crítico de todo lo que le rodea.
Cuando uno se enfrenta a la lectura de este libro, percibe desde las primeras páginas que es una lectura distinta. Ya la abuela de Óscar se queda embarazada de su madre por esconder a un fugitivo bajo sus faldas y su madre, presenta a su marido con su amante para que sean amigos. Y así es como conocemos a Óscar, un niño que ya razona desde sus primeros momentos y cuya vida irá marcada por ese tambor y su propia voz. Pero no somos los únicos en sentirlo así, ha sido una sensación recurrente para cualquier lector que se enfrentara a este libro. Ya en 1958 y con la obra sin terminar, Grass leyó un capítulo durante una sesión del Grupo del 47 revolucionando al público que le otorgó un premio de 5.000 marcos. Cuando salió a la venta pronto captó la atención de todos por diferente, provocador, fresco, fantástico... los adjetivos se sucedían sin cesar y aún hoy se siguen haciendo traducciones de esta obra.
Siempre se ha dicho que es un libro complicado, lleno de metáforas y simbolismos, que alterna tiempos verbales y con un curioso sentido del humor. Para leer con calma, tal vez alternándolo con otro libro, y con un cuaderno al lado. Tomar notas, muchas, tantas que esta entrada sería interminable si hiciera alusión a todas. Pero la sensación que deja es tremenda, un regusto a gran obra que hace que terminemos satisfechos pensando en volver a repetir. Y, sobre todo, consigue que cada vez que echemos la vista atrás dotemos de más significado a lo ya leído; no sólo hay crítica o ironía en sus palabras, sino que a medida que vamos conociendo datos del autor vemos que hay sentido del humor, crítica, y mil matices más que nos acercan a la historia reciente de Alemania. Porque siendo justa, el libro es ágil pese a su extensión, pero lleva su tiempo, hay que paladearlo.
Hoy os invito a conocer a un hombre que se negó a crecer, y lo consiguió pero solo por fuera. A conocerlo con 30 años y un tambor cuya música no deja indiferente, ni tampoco su voz capaz de romper cristales. Vemos pasar la vida y los sentimientos a su lado, una vida en la que nada es seguro y que ve desde su psiquiátrico, como si se tratase del mundo. No me cayó bien Óscar, no es la primera vez que me pasa, ya lo sufrió Ignatius o Holden y son libros que figuran entre mis favoritos. Nunca me ha importado si un protagonista me cae bien, lo que me gusta es que no me deje indiferente. Nunca me ha gustado la indiferencia y El tambor de hojalata no la conoce entre sus letras, ni tampoco la provoca.
Y vosotros, ¿sois de los que conocéis El tambor de hojalata por haberlo visto o leído o tal vez se os resiste como me pasó a mi tanto tiempo?
Gracias