Cierto es que suelo escribir mucho más de cine que de televisión, pero no es porque no dedique horas a la tele… Como ya expliqué en alguna ocasión en este blog, mis padres me pusieron el nombre en memoria de la presentadora del programa infantil Dabadabadá, Sonia Martínez, así que la televisión y yo estábamos predestinadas.
Soy una seriéfila empedernida y una consumidora voraz de ficción televisiva nacional e internacional y tengo muchos artículos y posts pendientes sobre varias series para cuando acabe la tesis… De momento hoy quería compartir con vosotrxs un momento televisivo (spoilearé un poco) que me hizo sonreír en medio de tanta maraña machista que vemos habitualmente en nuestras pantallas.
Viendo el capítulo 18 de Quantico, la serie de la ABC que en España emite AXN y que cuenta entre flashbacks o flashforwards, según se mire, la historia de un grupo de reclutas del FBI durante su proceso de formación y la de estos mismos personajes ya convertidos en agentes tras una serie de atentados terroristas en Nueva York. No cuento más, para no destripársela a quien quiera verla.
El fragmento de la serie que inspira este post es este en el que el personaje de Miranda Shaw habla con Alex Parrish, la protagonista por excelencia, sobre el techo de cristal y la discriminación de género dentro del FBI. Veámoslo.
Podríamos criticar el consejo de Miranda -aunque pegue con el tono de una serie de suspense y acción-: “Tienes que estar dispuesta a jugar sucio. Porque eso, parece, que es lo único que funciona”. Sabemos bien que en este mundo androcéntrico y patriarcal, el “marco” de acción y las normas del juego las dictan hombres y nos toca luchar para que eso cambie, pero ¿la solución es adaptarse a esas normas y jugar sucio si es necesario? ¿Se pueden erosionar, transformar y “feministizar” esas reglas?
Dejando a un lado este cuestionamiento a la propuesta de solución de Miranda, lo que me dejó con la boca abierta fue que una serie de lo más mainstream como es Quantico incluyera este potente alegato contra el techo de cristal (‘glass ceiling’), un término que el movimiento feminista lleva utilizando desde los años 80 y que Mabel Butín define como “una superficie superior invisible en la carrera laboral de las mujeres, difícil de traspasar, que les impide seguir avanzando. Su carácter de invisibilidad viene dado por el hecho de que no existen leyes ni dispositivos sociales establecidos, ni códigos visibles que impongan a las mujeres semejante limitación, sino que está construido sobre la base de otros rasgos, que por su invisibilidad, son difíciles de detectar”.