Revista Historia

El teclado Dvorak: el ostracismo del teclado más competitivo

Por Ireneu @ireneuc

El hecho de dedicarse a la escritura implica que, estadísticamente, el riesgo de cometer un error ortográfico sea muchas veces superior a aquel de quien no se dedica. Esta mayor probabilidad de meter la pata hasta el corvejón cuando estás enfrascado en el fragor de tu cerebro y tu teclado, te obliga a estar permanentemente atento a que no haya un trastrueque de letras que, con las prisas, te deje poco menos que en ridículo. ¿Quién no se ha encontrado alguna vez despidiéndose con unos cordiales " slaudos" o agradeciendo algo con un sincerísimo "garcias"? Si este es su caso, no se crea que padece un extraño caso de " dislexia informática" (sobre todo si se repiten constante y obsesivamente), sino que lo que está padeciendo en realidad es el mal diseño de su teclado de toda la vida; así, como lo lee. Pero no se apure. Su ordenador lo sabe y, por si se da cuenta, está equipado con un teclado mucho más eficaz que el que usa normalmente: el teclado Dvorak.

En la actualidad, con la gran integración de cualquier aparato electrónico a Internet, pocos son los artilugios tecnológicos que no disponen de un teclado en su haber. Ordenadores, móviles, tabletas, incluso las televisiones, tienen incorporado un teclado (virtual o real) con el cual introducimos mensajes o comandos. Este teclado, si bien con diferencias según los países, se conoce como QWERTY, nombre que hace referencia a las 6 primeras letras que encontrará a la izquierda de la fila superior de su teclado y que se ha convertido, de facto, en el estándar mundial.

La historia de este teclado parte de 1873 cuando el estadounidense Christopher Sholes vende la patente de su máquina de escribir a la empresa Remington, la cual, de construir máquinas de coser pasa a hacer el agosto comercializando la primera máquina de escribir. No obstante, la máquina tenia el pequeño inconveniente de que los tipos, al ir montados en varillas metálicas y dispuestos simplemente de forma alfabética, se enganchaban entre sí, sobre todo cuando el ritmo de tecleo era alto. Ello provocaba parones que ralentizaban el hecho de escribir en la máquina de forma profesional.

Después de muchos ensayos, Sholes, en 1878, y tras estudiar la disposición de las letras en el teclado y de su uso en inglés, perfeccionó el llamado Qwerty. En él las teclas se disponían de una forma característica que reducían considerablemente los atascos de las varillas, haciendo que el tecleo fuera más homogéneo y continuo. El invento tuvo éxito y se popularizó su uso en todas las máquinas de escribir.

Al pasar los años, las carencias y defectos del teclado Qwerty llamaron la atención del psicólogo August Dvorak y su cuñado, el profesor de la Universidad de North Texas, William Dealey. Estos observaron que el teclado de Sholes obligaba a los dedos a hacer un recorrido excesivo y no natural entre las letras de más uso (se rumorea que para ralentizar la velocidad y así evitar el choque de los tipos), cosa que reducía la eficacia del teclado y provocaba daños a los usuarios en las articulaciones de las manos -el conocido como túnel carpiano.

De esta forma, Dvorak (pariente lejano del músico checo Antonín Dvorak), en 1936, presentó la patente de su nuevo teclado. Un teclado que, teniendo en cuenta las distancias entre las teclas, el uso de cada una de las letras en inglés y la cantidad de teclas que tenía que tocar cada uno de los dedos, reducía notablemente la distancia que tenían que hacer las manos para escribir un texto -casi el 40%. Ello repercutía positivamente en la disminución de la fatiga de los mecanógrafos y en un aumento extraordinario de su rendimiento final.

Tal era la eficacia del teclado que Dvorak, a partir del 1933, presentaba a estudiantes entrenados con su teclado a concursos de mecanografiado rápido, que empezaron a llevarse todos los trofeos como quien lavaba: no en vano, nueve de los mecanógrafos presentados por Dvorak, enfrentados a mecanógrafos de prestigio y con mayor entrenamiento, se llevaron 20 premios. Y es que tal acopio de victorias provocó que el jurado del Concurso Internacional de Escuelas de Comercio (Chicago, 1937) expulsara a los nueve concursantes que participaban con un teclado Dvorak, con la excusa de " competir deslealmente". Definitivamente, la envidia es muy mala.

A pesar del esfuerzo de Dvorak para introducir su teclado en el mercado como estándar, dado su innegable rendimiento (el récord Guinness de mecanografía lo tiene Bárbara Blackburn, en 1985, con 150 palabras por minuto y con un teclado Dvorak), la falta de inversión de las empresas en I+D del periodo de entre guerras, la llegada de la Segunda Guerra Mundial y el "boom" del teclado Qwerty como estándar en informática frustraron la generalización del teclado Dvorak. Un teclado competitivo que, no por nada, está admitido por la ANSI como sustituto al teclado Qwerty y que, si desea usarlo, se encuentra definido entre las opciones por defecto de Windows y otros sistemas operativos.

Un claro ejemplo de como, una buena idea, en esta sociedad mediocre, no siempre es lo más valorado ( ver Hedy Lamarr, la inventora más bella del mundo ).


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