Revista Economía

El telegrama de rajoy

Publicado el 10 noviembre 2013 por Joseluisortin
Como aquel repetidor que telegrafiaba a sus padres glorificando sus malos resultados, Rajoy se empeña en repetir sus errores, aumentándolos.
Desaprovechó sus magníficos resultados electorales, tanto en las elecciones municipales y autonómicas como en las generales subsiguientes menos de un año después de aquéllas, para hacer lo que los españoles que le votaron mayoritariamente esperaban: sacarnos del hoyo donde nos dejó la incompetencia de Zapatero zopencamente apoyado por sus muchachas y muchachos. Entonces debió tomar las difíciles medidas radicales que la ocasión demandaba, y ahora, al socaire de una etérea e impersonal mejoría de la economía española sólo acreditada desde la eventual buena marcha de la Bolsa y la esperanzadora deriva del costo de nuestra deuda pública, trata de jugar a la ruleta rusa del oportunismo político de cara a las próximas citas electorales continuando con la dejación de sus funciones.
La economía real
La situación económica vuelve a moverse actualmente por los arcanos de unas expectativas de futuro que los grandes inversores internacionales aprecian desde sus no menos ignotas atalayas supranacionales. Pero la realidad para lo importante de cara al futuro es que ni crece el empleo estable, ni hay dinamismo en el mercado interior, ni crece el consumo, por lo tanto; ni fluye el crédito hacia el sector real de nuestra economía ni, por consiguiente, lo hace la inversión empresarial necesaria para reactivarla. Y eso es algo que no precisa de lentes sociológicas para comprobarlo. Basta con mirar a nuestro alrededor.
La de Rajoy y ‘su Montoro’
Si con la soga al cuello no fue capaz Rajoy de echarle a la cosa lo que los valientes ponen en juego cuando hay que arremangarse, dando la medida de su medrosa mediocridad, mucho menos lo haría en época de bonanza. Y si llegaran las vacas gordas, que ojalá lo vean nuestros atribulados ojos aunque es muy improbable con su liderazgo, le ocurrirá como a los  lidiadores realmente malos: que un buen toro descubre a un mal torero.
Se limitó en su momento a la facilona subida de todos los impuestos, ¡todos!, con tan irregular como inoportuno calendario, estafando a quienes le votaron con el ruin incumplimiento de las promesas electorales incluidas en su programa. Y, también, con la miopía indignante de no ver la necesaria poda del sector público, que es la verdadera carcoma arruinadora de los presupuestos del Estado; si los ingresos no llegaban para cubrir los abultados gastos lo natural hubiera sido acometer urgentemente la disminución de éstos de un modo suficiente. Y hablo de gastos corrientes estériles y no de bases esenciales: las subvenciones a mangantes de toda laya, las innumerables empresas públicas o los enchufados en las AAPP, por reiterados ejemplos.  Limar gastos superfluos es lo que ocurriría en cualquier lugar y circunstancias modificables por la voluntad humana.  Temía y teme enfrentarse a las protestas de los paniaguados afectados  que hicieron de vivir de los presupuestos públicos su insolidaria dedicación egoísta particular,  sabiendo que los sufridos y esquilmados contribuyentes no suelen protestar en manifestaciones multitudinarias, aun cuando se acuerden en privado de los familiares vivos y muertos de quienes les roban hasta la ruina.
Pero claro, esto último se manifiesta silenciosamente en las urnas, y a ello sí le temen quienes se han hecho profesionales de la política con una de las  divisas de la peor cara dura militante: el valor de los cobardes, evidenciado habitualmente en respetar sólo a quien temen.
Con tal hoja de ruta, se trata ahora de prometer una indefinida bajada de impuestos, desde su escasa credibilidad, a la vista del más que probable batacazo electoral que se anuncia tanto desde todos los miradores sociológicos como del propio sentido común y el ruido de la calle.
Y para ello ha tomado un camino demencial, también producto de su propio autismo político, ensalzando como “un gran ministro” al nefasto ministro responsable de ambos desmanes, el ahora ‘socialistoide de pitiminí’ converso  e inefable antiliberal Montoro; el encargado de los impuestos y de la administración pública. Y cuando entrecomillo la reciente querencia ideológica de sus actos  es por el respeto que me merecen los auténticos, como todo aquel que se respeta a sí mismo y a los demás sin engañar respecto a sus creencias.
Claro que, en aras del oportunismo político, D. Mariano podría haberle sacrificado siguiendo el manual propio de la politiquería más indeseable, pero ha preferido una inquietante lealtad. Virtud, que si no fuera por el abundamiento en la ruina que ambos al alimón nos han procurado, sería hasta loable, pero que en las presentes circunstancias no es sino una promesa de una muy preocupante futura incapacidad de gobierno.
El telegrama
Y es que, como aquel mal estudiante, ‘el mudito’ Rajoy anda redactando su cínico y engañoso telegrama tras los exámenes de septiembre: “Queridos padres: exámenes extraordinarios, profesores entusiasmados, quieren que repita, y repito”.
Ni supo torear al malo, ni sabe lidiar al regular, ni hará faena al bueno; si llega. Pero, además, en nada: ni en economía, ni en política interior, ni en capacidad de liderazgo, ni en la ilusionar a la población expectante, ni siguiera, y eso ya es para echarse a temblar, en la transparencia ejemplarizante de su propio partido.
Su herencia: ¿a quién votar?
España va saliendo de la respiración asistida en sus grandes números gracias a un sector de la economía real que ha debido ganarse la vida en el extranjero; como en aquellos lejanos años de alpargata de los sesenta del siglo pasado en unas condiciones distintas y con unos protagonistas diferentes bajo un régimen político en las antípodas del actual.
¿Rajoy? Ojalá pase ese amargo cáliz de nosotros lo antes posible. Y lo peor es lo que pueda seguirle si no ocurre antes la catarsis que España necesita. ¿A quién votar?, se preguntan sus seguidores menos ‘apesebrados’. Ésa será su peor herencia. El páramo infame en que dejará también las opciones políticas de centro y centro derecha que representa. ¡Suerte!, porque la necesitaremos ante la atomización política que nos espera.

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