Lagunas de Ruidera (Ciudad Real)
A mi amiga Maribel A.
Ahora que parece que una buena parte de los españoles que se declaran de izquierdas parecen confundidos con conceptos tales como pueblo, país, patria, gobierno, nación y Estado, conceptos que sin duda inducen a confusión pero que en ningún caso son sinónimos, quizá convendría reivindicar el nombre común de España que a todos nos acoge y ampara. Sin vergüenza alguna. Sin remordimientos de ninguna especie.
De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que los grandes poetas españoles contemporáneos han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España.
Ángel Crespo (1926-1995), nace en Ciudad Real (Castilla-La Mancha) en el seno de una familia de pequeños terranientes. Durante la guerra civil estudia solo en su casa ayudado por un profesor de francés amigo de su familia que le lleva a entusiasmarse por la mitología clásica. Escribe poesía desde muy joven. Estudia Derecho y llega a ejercer como abogado y crítico de arte. Escribe poesía social, pero rechaza el marxismo del Partido Comunista en el que milita y abandona el partido y España. Da clases como profesor en las universidades de Puerto Rico, Upsala, Leiden y Washington. Regresa a España en 1988 como profesor de la universidad de Barcelona donde muere. Les dejo con su poema "España".Escribían su nombre en las paredes.Con un carbón, con una tiza, con un lápiz mordido, conun pedazo de yeso arrancando de una esquina, conun clavo negro sacado de una tabla, escribían sunombre en las paredes.Les ponían sobre los pies un pie de plomo y otro deacero, para que no anduviesen, para que nollegasen, para que no escribiesen su nombre, peroellos escribían su nombre en las paredes.Escribían su nombre en las paredes de las casas vecinales,lo escribían con letras grandes, como una exclamaciónque quisiera despertar a los vecinos, y losvecinos seguían durmiendo.Les ataban ambas manos con alambres y con esposas ycon clavos y con cordeles, y con harapos, y lesempujaban para que cayesen.Pero ellos escribían su nombre en las paredes de loscolegios para que los niños fuesen hombres, y lasniñas también fuesen hombres y hasta los mariquitasfuesen hombres.Decidieron borrar aquellas letras y montaban andamios yescaleras; fueron con helicópteros y con camionesy con cestos de gomas de borrar y con enormesbotes de pintura y con máquinas pulidoras,peroaquellas letras no se borraban.Como ya la creían muerta, nadie más escribió su nombre en las paredes.Para borrarlo, decidieron derribar la ciudad y hacer otraciudad con edificios nuevos y decidieron que lospoetas no pudieran andar sus calles deteriorandolas paredes. Grandes caravanas trasladaban máquinas, artesas, niños, camas, mujeres, hombres, palos, vajillas y cenizas a la nueva ciudad.Tras el primer crepúsculo, a la primera hora de la noche,se confundieron todas las bombillas de todos losanuncios luminosos, se confunfieron todas lasletras de los rótulos de todas las fachadas y escribieronel mismo nombre, allá en el cielo, dondeno se borra."España", de Ángel CrespoY mañana, Carlos Bousoño. Sean felices, por favor, y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
Entrada núm. 2084[email protected]http://harendt.blogspot.comPues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri