Revista Cine
La niña crecía sin que le faltara nada. Y ahora, en la cama, estaba muy enfadada con sus padres. Saben que no puede dormirse sin el beso de buenas noches. Hacia las cuatro de la madrugada Porzia entró en su habitación. Se sentó en la cama. Mamá y papá ya no volverían nunca. La niña, la señorita, grita de rabia. Porzia debe decirle por qué no le han dado el beso de buenas noches. Es lo único importante. Porzia, durante un instante, piensa que se ha vuelto loca. ¿Es posible que no haya entendido que los padres están muertos? Los han encontrado en el lago, dijo midiendo las palabras. Si eso es cierto, si responde a la verdad, Doris quiere verlos. Los verá, piensa Porzia, en los dos ataúdes, arreglados, con los rostros cubiertos por un velo. Porzia acaricia a la niña. Agotada por la noticia y por el horror, los párpados exhaustos, se duerme. Tal vez sea verdad, que están muertos. Porzia permanece aún unos momentos en la habitación, hasta que la respiración se vuelve tranquila y regular. [Del relato “Porzia”]
[Traducción de Flavia Company]