Las madres somos de lo que no hay, no estamos nunca conformes, siempre tenemos que poner la puntilla a cualquier tema relacionado con nuestras preciosas criaturas. El caso es que siempre nos estamos quejando, yo la primera.
Cuando mi niño tenía 2 añitos le tenía siempre pegado como una lapa. Dormía conmigo, jugaba conmigo, se reía conmigo, se enrabietaba conmigo. Era difícil dejarle con su padre o con sus abuelos. Su universo era yo y sólo yo. Estoy segura que muchas me entendéis, hay niños con una dependencia importante hacia la figura de la madre. Poco puedes hacer, si tu peque es así, ¡dale amor! Y no pienses en nada más. Esto lo digo ahora claro, en aquellos días me quejaba mucho, me sentí un pelín agobiada y pensaba yo, ‘¿llegará el día que esta criatura sea un poco más independiente?’ Echaba de menos mi espacio vital.
Los 3 años fueron diferentes. Sigue leyendo....
