
El fuerte oleaje, los acantilados y la costa escarpada, densa niebla en el espeso bosque. Una bruja que habita una mísera covacha. Un castillo venido a menos donde sufre un achacoso barón (Karloff), puertas levadizas, cripta con las tumbas, ruidos en la noche. Caballo que huye durante la tormenta. Bella muchacha poseída que aparece y desaparece. Un amor traicionado. Un pájaro maléfico. Secretos y rencores.

Roger Corman de inmediato unido al cine denominado de serie B. Y esta película sería una de sus obras menores, o sea, sólo para verdaderos fans o gente con una curiosidad descontrolada. Con un mísero presupuesto, trabajo entre colegas (partes dirigidas por Coppola o Nicholson), reutilizando decorados de anteriores rodajes.

Para mi es una experiencia extraña, es como volver a las lecturas góticas, a las leyendas, a los bosques encantados, a la vida de pasadizos de los castillos. Un universo de fantasía. Reconozco mi debilidad por este tipo de cine, aunque en dosis reducidas y espaciadas en el tiempo. Me devuelve a la juventud, a no tener en cuenta la calidad, sino al dejarse llevar. Y a pesar del título, nada de miedo, ni tan siquiera inquietud. Es como un cuento lejano y extraviado.


