Recuerdo cuando me compré mi primer fular. Una amiga, socia de Red Canguro, me aconsejó que me comprara un fular largo, porque con él podría hacer todo tipo de nudos, y así sería más versátil y podría experimentar y coger práctica para luego ir viendo qué nudos me gustaban más. Era cierto, y es un consejo que he repetido muchas veces, porque realmente comulgo con esa opinión.
Unos meses más tarde, y ante la falta de “recursos”, pedí dos fulares por mi cumpleaños. Uno de ellos era corto, porque me di cuenta de que uno de los nudos que más estaba usando era un canguro a la espalda y con mi Hoppediz de 4 metros con 70, el sobrante me daba como para hacerme un vestido. Recuerdo aquel fular, porque fue el que más usé ese verano; y porque fue la excusa para que, a partir de entonces y hasta hace no mucho, todo el mundo supiera qué regalarme.
El caso es que cuando decidí que los “productos estrella” de la tienda física serían los portabebés, especialmente los fulares, me planteé tener fulares cortos, de 3,70 y de 4,20, precisamente porque me parecían, y me siguen pareciendo muy prácticos. Un fular corto ocupa, lógicamente, mucho menos que uno largo. Al tener menos tela, son más baratos, así que puedes tener fulares cortos chulísimos. Y, ¿quién no tiene un fular corto? Bueno, pues me lucí, porque vendí poquísimos fulares cortos.
Una de las principales razones por las que muchas usuarias de fulares tienen miedo a la hora de comprar uno corto, es porque creen que cuando el niño se hace grande el fular no le servirá, bien porque le resulta inconcebible portear a un niño grande, bien porque cree que el fular se le quedará pequeño cuando su hijo se haga grande.
A lo primero, contestaré recomendando la entrada de ayer sobre porteo en niños grandes. Y a lo segundo, pues he decidido grabar un vídeo sobre el tamaño que pueden albergar los fulares de 3 metros con 70; disculpad que mi hija no para quieta y al final quedó pelín chapucero, pero es sólo una muestra: