Aquí y entonces en el XIX
Apuntes de lectura sobre la obra de Domingo F. Sarmiento.
L´Amérique du Nord dans la tête * (El Prólogo y las Conclusiones)
Yo me he asombrado en los Estados Unidos al ver en cada aldea de mil almas uno o dos Bancos, y saber que existen por todas partes propietarios millonarios.
D. F. Sarmiento, en Recuerdos de provincia, 1850
No trate de economizar sangre de gauchos.
Este es un abono que es preciso hacer útil al país.
D. F. Sarmiento en Carta a Mitre, 20 de sept. 1861
En el prólogo a Conflictos y armonías…, que como ya dijimos dirige a sus amigos los Mann, Don D. F. Sarmiento dice:
“En Civilización y barbarie [Facundo] limitaba mis observaciones a mi propio país; pero la persistencia con que reaparecen los males que creímos conjurados al adoptar la Constitución federal, y la generalidad y semejanza de los hechos que ocurren en toda la América española, me hizo sospechar que la raíz del mal estaba a mayor profundidad que lo que accidentes exteriores del suelo lo dejaban creer” (XXXVII, 8).
Sarmiento reflexiona sobre identidad y subjetividad :
“…quiénes éramos cuando nos llamaron americanos, y quiénes somos cuando argentinos nos llamamos. ¿Somos europeos? ¡Tantas caras cobrizas nos desmienten! ¿Somos indígenas? Sonrisas de desdén de nuestras blondas damas nos dan acaso la única respuesta. ¿Mixtos? Nadie quiere serlo” (XXXVII, 27).
Y se verá conminado a aceptar, a pesar suyo, la preeminencia mestiza de Iberoamérica, – y en ello basará después una visión pesimista de su futuro – . Parte de las ideas evolucionistas de Spencer: “Con Spencer me entiendo, porque andamos el mismo camino” (XXXVII, 322), y ese camino es el ferrocarril, y todo lo que con él se implica. [1]
Cree ver en la integración del indio, con todos los derechos de ciudadanía ante la ley, una de las diferencias básicas con el proceso seguido en el mundo anglo-sajón. Por ello señala que en Conflicto y armonías se propone “denunciar la presencia de este elemento, no admitido en las colonias inglesas, con lo que la raza sajona ha conservado su brío y la tradición sajona de gobierno” [XXXVII, 334, la cursiva es mía].
He ahí la causa de nuestros males, la raíz del problema latinoamericano. Para Sarmiento:
“Los indios no piensan porque no están preparados para ello, y los blancos españoles habían perdido el hábito de ejercitar el cerebro como órgano” (XXXVII, 118).
Esto no es algo nuevo en sus escritos; ya en 1844 proponía “apartar de toda cuestión social americana a los salvajes, por quienes sentimos, sin poderlo remediar, una invencible repugnancia.” Y aunque sin desarrollar su pensamiento, afirmaba ya entonces que “no hay amalgama posible entre un pueblo salvaje y uno civilizado” (II, 221).
En autores europeos halla fundamentos para reafirmar su convicción de que “un salvaje no puede ser reconstruido por ningún procedimiento conocido. Ni el ejemplo, ni la instrucción, ni el cuidado, cambiarán de golpe un cerebro relativamente simple…” (XXXVII, 324). Su determinismo racial es tal que para él: “es un hecho fatal … el cambio de civilización, de instintos y de ideas no se haga sino por cambio de razas” (XI, 38)
Sarmiento compara el paisaje social iberoamericano con el estadounidense, en el que “los indios decaen visiblemente … en presencia de las razas superiores … El norteamericano es, pues, el anglo-sajón exento de toda mezcla con razas inferiores …” (XXXVII, 232).
En las Conclusiones que figuran al final del segundo tomo, publicado post mortem (en las que en una nota a pie de página el editor aclara que teniendo forma de prefacio, figuran como conclusiones por decisión de edición) Sarmiento refiere a su trayectoria, y da un lugar a ésta, su “obra definitiva”, la que reasume su “pensamiento de hoy”, y la cual nombra como Conflicto de las razas… y aquí obviando directamente el término armonía.
“Todavía una herencia, puede decirse de sangre, que apenas pudiera nombrarse en época de la menos pura democracia. El autor fue educado, como sucedía antes en las Provincias, entre los de su familia entre cuyos deudos contemporáneos se contaron dos Obispos, un diputado al Congreso de Tucumán, que declaró la Independencia y un Capellán del Nº 11 de los Andes…”(XXXVIII, 410)
Pero también es una cuestión de barbas: luego de referirse a la invasión de San Juan por parte de Facundo Quiroga, cuenta que en 1864, “ya sometidos los llanos y aniquilados los restos de esas mismas hordas al mando del Chacho” , el Gobernador de San Juan (él) “hizo tomar la fotografía de cien prisioneros, para conservar a la historia la fisonomía” de los que habían descendido “al último escalón que pueden bajar los descendientes de españoles en América, porque la generalidad tienen barba, lo que los constituye ó mestizos, ó blancos” (XXXVIII, 410-411)
“… Argirópolis, otra emanación de mismo espíritu sirvió de Heraldo para la convocación del Congreso aceptando la forma federal que había sido pretexto y rótulo de la lucha.” (XXXVIII, 411)
“… otro libro anterior, que figura en la literatura americana hoy como contenido de algunas bellezas literarias, pero que en su época fue un acontecimiento político, Civilización y barbarie, que pretendió, en medio de la más encarnizada lucha entre unitarios y federales argentinos, que no se querellaban por formas de gobierno, sino entre la parte civilizada de las ciudades y la parte bárbara de las campañas. La lucha parecía política y era social.” (XXXVIII, 412)
Y tras definir sus objetivos: “… poner ante los ojos del lector americano los elementos que constituyen nuestra sociedad”, explicar porqué en un país tan extenso y a pesar de los intentos fallan en parte las instituciones republicanas, y “señalar las deficiencias”, compara:
“Sin ir más lejos, ¿en qué se distinguen la colonización del Norte de América? En que los anglo- sajones no admitieron a las razas indígenas, ni como socios, ni como siervos en su constitución social.
“¿En qué se distingue la colonización española? En que la hizo un monopolio de su propia raza, que no salía de la edad media al trasladarse a América y que absorbió en su sangre una raza prehistórica servil.” (XXXVIII, 415)
Para luego concluir:
“¿Qué le queda a esta América para seguir los destinos prósperos y libres de la otra? Nivelarse; y ya lo hace con las otras razas europeas corrigiendo la sangre indígena, con las ideas modernas, acabando con la edad media. Nivelarse por la nivelación del nivel intelectual y mientras tanto no admitir en el cuerpo electoral sino a los que se suponen capaces de desempeñar sus funciones.
“… con relación … al derecho que llamaríamos araucano… en oposición al derecho anglo-sajón, la cuestión toma grandiosas proporciones; resolver… sería rendir un señalado servicio a la humanidad entera, y dar a la América , en iguales proporciones de uno o del otro lado del Istmo de Panamá, el mismo rol a desempeñar en la economía del mundo moderno.” (414)
“… es acto de estolidez o de demencia cerrarlos ojos para no verlo.”
Y haciendo comparación respecto a los movimientos migratorios en el Norte y en el Sur…
“¿Porqué no es el mismo movimiento? ¿También es particularidad de la raza latina no atraer nuevos emigrantes de toda la Europa y marchar a paso de plomo, cuando corren los compatriotas de Fulton, Morse y Edison?” (415)
… siente que su deber es “ilustrar estas cuestiones, señalando las rémoras o las desviaciones”. Pues “la América del Sur se queda atrás y perderá su misión providencial de sucursal de la civilización moderna. No detengamos a los Estados Unidos en su marcha… Alcancemos a los Estados Unidos… Seamos Estados Unidos.” (421)
Para terminar ubicando el contexto de esta obra de Sarmiento, podemos señalar aquí, con David Viñas [2], el necesario cierre a la “conquista española manufacturada en el Caribe” que representó, en este extremo sur la llamada «campaña al desierto».
“La capacidad totalizadora de Sarmiento le permite involucrar a todo el proceso bajo el rubro de ´progreso´. O con mayor frecuencia, de civilización. Y a veces preanunciando el Occidente.”
“El dato empírico – a través de apelaciones técnicas y estéticas – se convierte en una instancia esencialista, cuya transitoriedad finalmente se troca en ley. Legalidad entendida, al mismo tiempo como legitimación y como fatalidad.”
Alguien puede sugerir que animó a Sarmiento un cierto ´espíritu de época´. Y tendrá una razón parcial porque, además de asistir a esta obra el invitable hecho consumado, dentro de las discusiones que se reeditaron en el siglo XIX respecto de lo que se dio en llamar “la cuestión indígena”, y en términos más generales la cuestión social, también sonaron voces divergentes que se opusieron a esta visión unicista y cientificista, a este “modo único” de pensar, y fueron acalladas y dejadas de lado[3]. Pero además -y esto es fundamental dentro de parcialidad racional como verdad encubierta – en ese “sonar de campanas” fue acallada la voz principal: la del indígena.
Sin duda es Sarmiento una figura polémica (sin hacer mención aquí sobre la contradicción con sus propios orígenes). Y lo es más en función de la gravitación que aún tiene sobre las lecturas que han hecho y hacen sobre la realidad generaciones enteras, reproduciendo un discurso sin sustento crítico. Ese también es su legado: el testamento del patriarca.
Teresa N Alvarez Grupos de Estudio Bs. As., 1093 Argentina———————
* Paráfrasis del título del artículo de P. Bourdieu “L´Amérique dans les têtes: la nouvelle vulgate planetaire”, Le Monde Diplomatique, mai 2000, p. 6-7.
[1] Herbert Spencer, hombre pragmático, u operativo si se quiere, era por formación ingeniero ferroviario; devenido a la filosofía y luego de diferenciarse de Comte, buscó sus fundamentos en el empirismo ingles. Para él el ferrocarril era una etapa en la evolución de la sociedad, conformada por clases: la de los señores y la de los esclavos.
[2] David Viñas , Indios, Ejército y Frontera, Siglo XXI Edit., Argentina, 1982, pp. 46 y 56.
[3] Dentro de la bibliografia que se puede consultar al respecto, el trabajo de Hugo Biagini puede ser un buen comienzo.