Revista América Latina

El testimonio del nieto hijo de chilena recuperado por Abuelas en el juicio por los crímenes en las Brigadas

Publicado el 14 agosto 2024 por Adriana Goni Godoy @antropomemoria
El testimonio del nieto recuperado por Abuelas en el juicio por los crímenes en las Brigadas

Esteban Javier Badell Acosta: “Todavía me despierto tres o cuatro veces en la noche»

Por Ailín Bullentini

14 de julio de 2021 – 00:27

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Esteban Javier Badell Acosta tiene 53 años, muchas canas en su pelo corto y problemas para dormir. “Todavía me despierto tres o cuatro veces en la noche, a veces tengo que levantarme para chequear que esté todo bien”, dijo ayer en el cierre de su testimonio ante el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata en el juicio por los crímenes de las Brigadas. Sumó “desilusión general” y “desconfianza total” como respuesta a la consulta de la querella del colectivo Justicia Ya, sobre las consecuencias que la última dictadura cívico militar dejó en su vida. Esteban y su hermana presenciaron el secuestro de sus padres y vivieron casi una década bajo la violencia física y simbólica de uno de sus tíos y, también, el represor que los entregó.

La vida de Esteban y de su hermana cambió rotundamente el 28 de septiembre de 1976, cuando un grupo de personas de civil rodearon la casa donde vivían junto a sus padres y una señora, en City Bell. Estaban durmiendo ya, cuando comenzó a escuchar ruidos. “Abrí, Badell”, escucha al otro lado de la puerta. De un momento para otro, ya están adentro. Prenden la luz y ve “a un tipo de civil con una ametralladora apuntándonos, diciéndonos que nos quedáramos callados. A la señora le decía que se quedara boca abajo, silencio que te mato, le decía”. Al padre, Esteban Benito Badell, le pidieron que diga “dónde están las armas”; a la madre, María Eliana Acosta, que se cambie. Revolvieron y rompieron todo. Se llevaron al matrimonio y ellos, la señora y los niñes, se quedaron.

“Esta señora no sabía qué hacer. Mi hermana lloraba y yo con una impotencia terrible. Aterrado. Nos quedamos dormidos”, contó. María Eliana era chilena, “desde siempre militante socialista”, definió su hijo.* En Argentina se unió al PRT-ERP, donde también militaba Esteban Badell, con quien se casó. Tuvieron a sus hijos en 1967 y 1969. Meses antes de “caer” en La Plata, sufrió un allanamiento en Santiago de Chile, última vez que viajó a ver a su familia. De su casa de City Bell se los llevaron al centro clandestino de detención conocido como Pozo de Arana. Esa noche también secuestraron a Julio Badell, hermano de Esteban y también militante del PRT-ERP. Ambos trabajaban en la Policía de Buenos Aires. Sus cuerpos sin vida fueron entregados a la familia entre una y dos semanas después de la noche del 28 de septiembre. Por testimonios de sobrevivientes, se sabe que fue la Brigada de Investigaciones de Quilmes (conocida como el Pozo de Quilmes) el último destino en donde vieron a María Eliana con vida.

La complicidad

Al día siguiente del secuestro, la señora que estaba con ellos llevó a los hermanos Badell a la casa de una tía paterna, casada con Evaristo Tadeo Rojas, efectivo de la Policía bonaerense. “Llegamos abrumados y empezamos a contar lo que había pasado. Él se estaba afeitando. El tipo ni se inmuta, es como si le hubiéramos dicho ‘salió el sol’”, recordó Esteban. La familia Badell recibió a los dos días el cuerpo de Julio Badell. Esteban aseguró que “lo entregaron muerto, pero por el testimonio de un policía arrepentido supimos luego que lo habían tirado del tercer piso de la Jefatura de Policía de La Plata, aunque en las noticias salió que había sido suicidio”. La ventana de donde lo tiraron correspondía al despacho del genocida Miguel Osvaldo Etchecolatz.

Al velorio de Julio no dejaron que fueran “los chicos”, sostuvo el hombre en su testimonio. Pero sí al de su papá, cuyos restos entregaron a la familia dos días después. En esa despedida vio a Tadeo Rojas “quebrarse ante el cajón y decir ‘estos hijos de puta me cagaron, me prometieron que me lo iban a entregar con vida’”. Por testimonios, Esteban pudo saber que su papá murió mientras lo torturaban, en Arana.

Años después, se animó a preguntarle a Rojas directamente si había sido cómplice de los hechos. Resumió el diálogo: “Le dije que algo sabía sobre lo que pasó. El tipo me mira y me dice que sí, que tengo razón, que era policía y solo cumplía órdenes. Me aseguró que mi mamá estaba muerta, pero que no sabía dónde. Y que me iba a averiguar”.

Años de abuso

Semanas después del velorio de su padre, Esteban y su hermana volvieron a la casa donde había ocurrido todo. Es que Rojas, su esposa –hermana de los Badell asesinados– y sus hijos la convirtieron en techo propio, luego de que “la familia entera” se repartiera los muebles y quemaran los libros que habían pertenecido al matrimonio de militantes del PRT-ERP. Esteban solo pudo rescatar El Principito.

Desde entonces, sus días y los de su hermana se convirtieron en un calvario. “Nos pegaban con palos y con correas, nos insultaban. Éramos discriminados, nos dejaron dos años durmiendo debajo de la mesa del comedor con frazadas. Mi tía nos decía ‘esa comunista subversiva, esa puta de mierda’ en relación a mi mamá, como si le echaran la culpa de lo que había ocurrido con mi papá y mi tío Julio”, indicó Esteban. Confirmó algo de eso leyendo la correspondencia entre Rojas y su abuelo materno –de la que supo años después–: “En una carta, Tadeo Rojas le dice a mi abuelo que ellos se harían cargo de nuestra educación cristiana ya que las ideas de mi mamá comunistas habían hecho que mataran a sus hermanos”, reprodujo.

“Nosotros queríamos irnos a Chile, la pasamos muy mal, mi hermana peor”, destacó Esteban. Paula, su hermana, declaró largamente antes que él, pero solicitó que su testimonio sea reservado, sin difusión. Rojas y su esposa consiguieron la tutela de los entonces niñes en 1978. Para eso, primero, tuvieron que presentar un certificado de defunción de María Eliana. Esteban dijo durante su testimonio que vio dos: “El primero decía ‘muerta en enfrentamiento’, pero en el Registro Civil figura otro, que dice ‘muerta por ahorcamiento’, está firmado por Bergés y tiene como domicilio el de la Brigada de Investigaciones de Quilmes”. El represor José Antonio Bergés fue médico policial y tuvo injerencia en el Pozo de Quilmes.

El cuerpo de María Eliana Acosta, no obstante, jamás apareció. La familia chilena intentó, por lo menos dos veces, ir a buscar a los hermanos Badell a la casa de la familia Rojas. Primero fue una amiga de su madre y luego su abuelo. “Nosotros recibíamos esas visitas, nos ilusionábamos, pero después de un día para el otro se cortaban. Nos sentíamos totalmente abandonados”, contó Esteban. Lo que ellos no sabían era que, en ambas oportunidades, la mujer y el abuelo fueron amenazados por Rojas y patotas de civil para que dejaran de insistir. Vivieron allí hasta 1985, cuando por pedido de la familia materna, Abuelas de Plaza de Mayo posibilitó su localización. Desde entonces viven en el país trasandino.

En esos años, además de los abusos sufridos, también vieron cosas que confirman la participación de Rojas en el terrorismo de Estado. Como aquel día en que “este señor llegó con un bebé envuelto en una manta” a la casa, donde su esposa le “hizo un escándalo, que lo quería para ella, que se lo dejara, que era suyo”. “El tipo se enojó mucho, le sacó el bebé de los brazos y le dijo: ‘Éste no. Si quieres uno, vamos a buscar otro, pero este no’”, relató Esteban, entre algunos episodios que le parecieron “raros”. Otra cosa que le extrañó fue la visita que no pudieron concretar, él y otros “primos” a “una de las comisarías donde trabajaba Rojas”. Solía llevarlos “de paseo” a sus “lugares de trabajo”, pero a ésta –no recordó cuál– no pudieron ingresar. “Nos mandó de vuelta al auto, pero yo me escabullí por aquí, por allá hasta que por una ventana vi que tenían adentro a una persona atada a una mesa, que luego encendieron la radio y un motor”. Rojas falleció impune

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Por Gabriela Calotti
Esteban Benito Badell era oficial de la policía bonaerense y trabajaba en la jefatura de la calle 2 entre 51 y 53 de La Plata. Tenía 33 años de edad. Su esposa, de origen chileno, Eliana Acosta Velasco, tenía 34 años y estudiaba Medicina en la Universidad Nacional de La Plata. Ambos fueron secuestrados la noche del 28 de septiembre de 1976 en su casa de City Bell.

«¡Abrí, Badell!», fue el primer grito que escuchó aquella noche Esteban Badell Acosta, el hijo mayor de la pareja, antes de ver en su dormitorio a un hombre vestido de civil con una ametralladora en la mano. Él tenía nueve años, su hermana Paula seis o siete.

«Empecé a escuchar que a mi papá le decían ‘Badell, ¿dónde están las armas?’. Supongo que le debe haber pasado el arma de servicio que estaba en la casa… Pero insistían… Empiezo a escuchar que se caen cosas, que botan cosas. Le dicen a mi mamá que se cambie de ropa. Se los llevan, empezamos a escuchar los portazos de los autos y quedamos con esta señora que no sabía qué hacer», recordó Esteban hijo en la segunda parte de la audiencia número 33 que lleva adelante el Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata.

Al día siguiente, esa señora, de nombre Angélica, los lleva a la casa de un tío que vivía a cinco cuadras. «Al llegar, él ya estaba en pie y le contamos desesperadamente. El tipo ni se inmuta, no dice nada. Al rato se viste y se va… La familia empieza a llegar, nerviosos, con miedo», relató Esteban, antes de explicar que ese tío se llamaba Tadeo Rojas y que también pertenecía a la Policía Bonaerense.

«A los dos, tres días, llega la noticia de que a Julio Badell, el otro hermano de mi papá, que también había sido secuestrado, también policía igual que mi papá, lo entregan muerto. Por testimonios sé que lo tiraron del tercer piso de la jefatura de policía en La Plata. Pero en las noticias salía como que había sido abatido», afirmó Esteban Badell hijo, antes de agregar que «un policía arrepentido atestiguó que lo habían arrojado» por la ventana.

A los dos días recibieron el cuerpo de su padre. «Por testimonios supimos que mi papa murió por la tortura en Arana», sostuvo, y aseguró que en el velatorio la familia vio cómo su «tío apropiador», tal como él lo calificó, «se quiebra frente al cajón y dice ‘estos hijos de puta me cagaron, me prometieron que me lo iban a entregar vivo a Esteban’». «Ahí la familia tuvo la primera duda sobre la implicancia de este señor» en el secuestro de su padre y su tío Julio.

Sin embargo, a partir de ese momento la familia empezó a repartirse los muebles de la casa de Esteban Badell. Recordó claramente haber vuelto a esa casa días después y encontrar a su tío y a un primo que también era policía «quemando los libros de la casa».

«El único que pude rescatar fue ‘El Principito’. Estaban a punto de quemarlo», explicó. «Eso me impactó y ya ahí me di cuenta de que no los iba a volver a ver más», confió Esteban Badell sin poder evitar las lágrimas.

El maltrato cotidiano y la humillación

Con un suave acento chileno, Esteban comenzó a relatar la terrible cotidianeidad que lo esperaban a él y a su hermana viviendo con ese tío policía que también se apoderó de la casa de sus padres. «Al mes nos fuimos a vivir a la casa donde ocurrió el secuestro», relató.

Empezó a tener pesadillas. «Me despertaba rodeado de sombras que se me caían encima. Me despertaba y empezaba a gritar. La primera vez me retaron, pero la segunda o la tercera empezaron los golpes», afirmó, y siguió relatando la pesadilla en que se convirtió literalmente la vida con esa familia para él y su hermana.

«Como la casa era pequeña, en la habitación dormían sus hijos y a nosotros nos dejaron durmiendo debajo de la mesa con unas frazadas. Ahí empezó más sistemático el maltrato, con golpes y humillaciones por parte de esta tía que era hermana de mi papá», contó. «La familia culpó a mi mamá por lo ocurrido a los ‘Hermanos Badell’», sostuvo el testigo, asegurando que tuvo prueba de ello cuando fue a Chile y pudo leer unas cartas que se habían enviado su abuelo materno y su «tío apropiador».

«Lo único que queríamos era irnos a Chile», aseguró. Pero al parecer, el temor y las amenazas de su tío policía amedrentaban a quien se acercara desde Chile con intenciones de llevarse a los niños. Así ocurrió con Alicia, una amiga de su mamá, y con su propio abuelo materno.

«De un día para el otro, mi abuelo no apareció más y también lo habían amenazado con desaparecerlo si no se iba de Argentina», sostuvo. Mientras Tadeo Rojas iba logrando ascensos en la policía y pasando de dirigir una y otra comisaría con destinos en Ringuelet, Ranelagh, Berazategui, Quilmes, Avellaneda y La Matanza, Esteban y su hermana seguían recibiendo golpes con «correas, zapatos, con la mano», y además eran obligados a cumplir tareas en la casa como si fueran esclavos.

«Dentro de la familia tenía tareas más varoniles. Mantener el jardín, arreglar cosas. Era una obligación. Mi hermana era peor, porque era mujer», se limitó a afirmar sin entrar en detalles.

La dinámica seguía siendo «hacernos sentir poca cosa. Todos los integrantes de la familia sentían el derecho de humillarnos. Los niños también. Era una dinámica bastante cruel», aseguró, poniendo como ejemplo el hecho de que él y su hermana no «podíamos comer lo mismo que comían ellos. Comíamos comida añeja. O comíamos antes o después de la familia».

Solo una tía se atrevió a hacerle frente a Tadeo Rojas, pero este también la amenazó.

Sus primos también ejercían violencia sobre él y su hermana. «Hasta que un día de tanta rabia fui a la cocina y lo corrí con una cuchilla. Yo tendría once años», precisó.

Entre las imágenes que se le grabaron de esos años imborrables fue el día en que el policía Tadeo Rojas llegó a la casa con un bebé. La mujer empezó a gritar que dejara al bebé: «Yo lo quiero para mí, no te lo lleves», recordó Esteban que gritaba la señora. Pero su tío «se enojó mucho y le respondió: «este bebé no, si querés otro, sí».

Esteban Badell nunca supo más detalles al respecto, aunque jamás dejó de resultarle un episodio «extraño», que podría estar vinculado con el robo de bebés nacidos en cautiverio de sus madres.

Cuando ya tenía catorce años, Esteban se animó a enfrentar a su tío y a preguntarle por su mamá. «Yo tenía la fantasía de que mi mamá estaba viva», confesó. Su primo le dijo que su mamá «había muerto en Arana y que la habían quemado entre neumáticos. Mi tío me dijo que murió en Quilmes y que la habían tirado en una fosa común en Quilmes».

Según los testimonios que fue recabando, su mamá estuvo secuestrada en el Pozo de Arana y en el Pozo de Quilmes.

Esteban recordó que para poder tener la tutela de los niños, su tío necesitaba un certificado de defunción de sus padres. Fue así que Esteban supo que en un primer certificado sobre la causa de fallecimiento de su madre al que tuvo acceso decía «muerte en enfrentamiento», y el último certificado oficial, que él mismo solicitó, dice «muerte por ahorcamiento» con intervención de la Brigada de Quilmes, firmada por el señor Bergés. «Creo que esta última información es la más cercana», explicó.

El médico de la bonaerense, Jorge Antonio Bergés, es uno de los dieciocho imputados en este juicio, y cumple detención domiciliaria.

Cuando en 1985 su abuelo materno los reclamó con el apoyo de Abuelas de Plaza de Mayo, sus tíos «no pusieron muchos obstáculos para entregarnos».

Esteban Badell hijo intentó vivir en Argentina, pero no pudo. Aún hoy cuando viaja a la Argentina «viajo con mucho temor», confesó.

«Hasta el día de hoy, no duermo bien. Me despierto tres o cuatro veces a la noche… Escucho los autos cuando se acercan», declaró. «Hoy día no tengo muchos amigos, me cuesta […] No me sé vincular con otras personas», aseguró.

«Vivíamos pensando que llegar a Chile era nuestra meta. Creo que eso nos sostuvo para soportar tanta humillación y maltrato», afirmó.

Testigos que declararon en este juicio en audiencias anteriores, como los sobrevivientes Walter Docters y Nora Ungaro, mencionaron que vieron a Eliana Acosta y a Esteban Badell en el Pozo de Arana, en lamentables condiciones debido a la tortura, y en el Pozo de Quilmes. Antes que Esteban Badell prestó declaración su hermana, quien solicitó que su declaración no fuera pública. Según un periodista de La Retaguardia, el relato de la mujer, que se extendió por más de dos horas, fue «durísimo». La hija de Esteban Badell y de Eliana Acosta, también vive en Chile desde 1986.

Otro secuestro casi un año antes del golpe

Miguel Hernández tenía veintidós años y estaba casado con Mirta Salamanca, de veinticuatro. Tenía dos hijos, Gustavo y Gabriela, de cuatro y tres años respectivamente. Miguel tenía una fábrica de soda y gaseosas y también hacía fletes para diferentes mueblerías. Corría el año 1975.

El 12 de mayo de 1975 fue secuestrado en su casa en Florencio Varela por una decena de hombres armados que irrumpieron de madrugada. Allí estaban junto a otra pareja. «Nos esposaron, nos vendaron y en el camino nos encapucharon», explicó el martes al Tribunal.

«Días después me enteré de que estaba en la Brigada de Banfield. Querían saber qué relación tenía con un partido que estaba proscripto en ese momento», aseguró Miguel Hernández, antes de referir al Tribunal que para sacarle información lo torturaron con picana eléctrica durante varios días.

Estando en Banfield se entera de que su mujer también había sido secuestrada. Su mujer, que también fue torturada y estuvo varios años en la cárcel, prefirió no brindar testimonio.

Miguel permaneció casi treinta días en Banfield, donde por esos días estuvo con «Luis Ruiz, Raúl Yarul, Germán Gargano Caporale, María José Sánchez, Silvia Sánchez, Ariel Rivadeneiro, Daniel Argurúa, Eduardo Piva, Norma Castillo, Mirta Salamanca, Graciela Santucho, Jorge Nadal, Viviana Aguel, los hermanos Berazi, Isabel y Eleonor Ibarra y Rafael Runco».

De allí lo trasladaron junto a los otros hombres a la cárcel de Sierra Chica, y en septiembre de 1977 los llevaron a la Unidad 9 de La Plata, de donde fue liberado en julio de 1980.

Su mujer recuperó la libertad en noviembre de 1981, luego de pasar por la cárcel de Olmos y de Villa Devoto.

Dirigiéndose al Tribunal, Miguel Hernández agradeció «por su esfuerzo para que se haga justicia, por todo el dolor que causó esta gente».

El presente juicio por los delitos perpetrados en las Brigadas de la policía bonaerense de Banfield, de Quilmes y de Lanús es resultado de tres causas unificadas en la causa 737. Tiene solo dieciocho imputados y apenas dos de ellos están en la cárcel, Miguel Osvaldo Etchecolatz y Jorge Di Pasquale. El resto está cómodamente en sus casas.

El juicio oral y público comenzó el 27 de octubre de 2020 de forma virtual debido a la pandemia por covid-19. Por esos tres CCD pasaron 442 víctimas tras el golpe cívico-militar del 24 de marzo de 1976, aunque algunas de ellas estuvieron secuestradas en la Brigada de Quilmes y de Banfield antes del golpe. Más de 450 testigos prestarán declaración en este juicio.

El tribunal está presidido por el juez Ricardo Basílico, acompañado por los magistrados Esteban Rodríguez Eggers, Walter Venditti y Fernando Canero, todos ellos subrogantes.

En el marco de este juicio se realizarán visitas oculares a los tres centros clandestinos de secuestro, tortura y exterminio conocidos como el Pozo de Banfield, el Pozo de Quilmes y El Infierno de Lanús con asiento en Avellaneda.

*Se llamaba María Eliana Acosta. Le decían “Julia” y también “Chilena”. Había nacido el 10 de febrero de 1942 en Santiago de Chile y venido a la ciudad de La Plata, donde se inscribió en la carrera de Psicología en la Universidad Nacional de La Plata  y militaba en el Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo. En Chile, había militado en el Partido Socialista. Estaba casada con Esteban Benito Badell, quien también militaba en el PRT-ERP y trabajaba en el Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires. Con él tuvo dos hijos, Esteban Javier, nacido el 2 de septiembre de 1967, y Paula Eliana, el 19 de junio de 1969. En junio 1976, durante su último viaje a Chile, María Eliana fue interrogada en el Ministerio de Defensa Nacional por fuerzas militares luego de que allanaran la casa de sus padres, a fin de constatar su actividad y sus vínculos en Argentina. Ya de regreso en La Plata, la madrugada del 28 de Septiembre de 1976, fue secuestrada de su domicilio en la intersección del Camino Gral. Belgrano y la Calle 15, en City Bell, junto a su marido y el hermano de éste, Julio Badell, quien era oficial inspector de la Policía Bonaerense. No se conocen detalles de su detención, pero sí de su cautiverio. Primero fueron llevados al Pozo de Arana, un centro clandestino de detención donde fueron vistos por Atilio Gustavo Calotti y Walter Docters. Allí fueron asesinados su esposo y su cuñado, si bien oficialmente se los publicó como suicidios. Hacia octubre, según relata Juan Carlos Fueyo, la “Chilena” se encontraba en el Batallón de Infantería de Marina N.°3 (BIM 3), al mando del vicealmirante Eduardo René Fracassi. Luego fue trasladada al Pozo de Quilmes donde, según documentación obrante en los legajos de la CONADEP, habría sido  ejecutada el 15 de noviembre del mismo año. Los hijos de la pareja fueron a vivir con su tía paterna y el marido de ella, Evaristo Tadeo Rojas, quien era efectivo de la policía bonaerense y participaba del accionar represivo desempeñado por esa fuerza. Según el testimonio de Esteban Javier, el hijo del matrimonio, Rojas estuvo implicado en la desaparición de sus propios cuñados, aunque le habían prometido que se los devolverían con vida. Rojas falleció impune. María Eliana tenía 34 años en el momento de su desaparición.  Por su caso fueron condenados numerosos represores en el juicio denominado “Circuito Camps”. Actualmente está en juzgamiento en el juicio denominado «Brigadas». Su legajo como estudiante de Psicología fue reparado mediante la resolución N°273/18 en el año 2018.

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María Eliana Acosta Velazco de Badell

34 años

Conocida como la “Chilena”. Estudiante de psicología. Militante del PRT-ERP

Asesinada el 15/11/1976


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