Desde que naces hasta que mueres tu vida está marcada por un constante ritmo vital definido por un concepto conocido como “tiempo”, el que según la RAE se encarga de designar una magnitud física que permite ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro, y cuya unidad en el sistema internacional es el segundo.
Pero el tiempo es aquello que pasas mientras sueñas alrededor de una mesa cuando piensas en tu próximo destino. Es el período temporal que destinas a preparar el viaje de tus sueños, a organizar la experiencia que siempre habías soñado.
El tiempo es la única unidad del mundo que no se consigue comprar. Es aquello que pasa, aquello que no vuelve, aquello que siempre quedará guardado bajo llave en tu mente.
La vida, algo que me provoca frenesí solamente de pensarlo, es tiempo. Pero el tiempo es conocimiento. Con el paso de los años, meses, días, horas y segundos aprendes algo que creías tener olvidado. Aprendes a reír más y enfadarte menos, a disfrutar del calor del hogar, de las comidas caseras, del olor a suavizante en la ropa acabada de lavar, de las sobremesas, las benditas sobremesas. Ese tiempo de la comida en el que todo está permitido: soñar, reír, debatir, sentir, comer, brindar, celebrar…
El tiempo es el que pone a cada uno en su lugar, el que te hace pasar de otoño a invierno y de invierno a primavera. El que te altera la sangre, te congela las manos o te abrasa los pies mientras andas por la arena de la playa.
Para viajar dicen que el tiempo es la clave. Es uno de los factores que más va a influir en tu experiencia. Sabes que no me gusta seguir las reglas, siempre me parecerá aburrido, monótono, usual, típico.
Me gusta sentarme delante del ordenador y viajar por el mundo a través de Google Maps. Sentarme en la mesa de mi escritorio e imaginar cómo será la vida a 12.000 km de aquí.
Soy de los que viaja sentado en un salón, de los que comería arroz blanco con el fin de poder ahorrar el dinero necesario para mi siguiente aventura, de los que se queda pegado a las ventanas de las agencias, o de los que no son capaces de controlar el impulso irracional que viene de dentro el cual solo le provoca quedarse con la boca abierta cuando entra a una librería y pasa por delante de la sección de guías de viajes.
No soy el mayor de los aventureros o, tal vez, sí. Tal vez, ese tiempo del que tanto habla la gente, de ese bien que algunos dicen que escasea en la sociedad del siglo XXI, me haya convertido en un trotamundos, mejor dicho, en el mejor de los trotamundos.
Me gusta mirarme al espejo, sentir que me queda mucho por recorrer, mucho por descubrir, mucho por vivir. Y es que la vida es tiempo. Es tiempo del pasado convertido en un recuerdo de un safari en Botsuana, es tiempo del presente mientras viajas a tu próxima parada y es tiempo del futuro en el destino de los próximos meses.
El tiempo es clave. Es clave para el turismo, para el slow tourism del que tanto te hablo. Es pararse a mirar, a sentir. Es ser consciente del suelo que estás pisando, de la sonrisa que estás sacando o de la mirada en la que te estás colando.
El tiempo no es una definición de la RAE formada por unas cuantas oraciones, es una unidad de momentos, sentimientos, experiencias, recuerdos.
El T.I.E.M.P.O son las siglas de:
-Todo
– lo Indispensable
– para Empezar
– la Manera
– Perfecta de
– Obtener lo que tú quieras.
Vicent Bañuls
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