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La joven modista Sira Quiroga abandona Madrid en los meses previos al alzamiento, arrastrada por el amor desbocado hacia un hombre a quien apenas conoce. Juntos se instalan en Tánger, una ciudad mundana, exótica y vibrante donde todo lo impensable puede hacerse realidad. Incluso, la traición y el abandono.Sola y acuciada por deudas ajenas, Sira se traslada a Tetuán, la capital del Protectorado español en Marruecos. Con argucias inconfesables y ayudada por amistades de reputación dudosa, forja una nueva identidad y logra poner en marcha un selecto atelier en el que atiende a clientas de orígenes remotos y presentes insospechados.A partir de entonces, con la contienda española recién terminada y la europea a punto de comenzar, el destino de la protagonista queda ligado a un puñado de personajes históricos entre los que destacan Juan Luis Beigbeder—el enigmático y escasamente conocido ministro de AsuntosExteriores del primer franquismo—, su amante, la excéntrica Rosalinda Fox, y el agregado naval Alan Hillgarth, jefe de la inteligencia británica en España durante la segunda guerra mundial. Entre todos ellos la empujarán hacia un arriesgado compromiso en el que las telas, las puntadas y los patrones de su oficio se convertirán en la fachada visible de algo mucho más turbio y peligroso. Escrita en una prosa espléndida, El tiempo entre costuras avanza con ritmo imparable por los mapas, la memoria y la nostalgia, transportándonos hasta los legendarios enclaves coloniales del norte de África, al Madrid proalemán de la inmediata posguerra y a una Lisboa cosmopolita repleta de espías, oportunistas y refugiados sin rumbo.El tiempo entre costuras es una aventura apasionante en la que los talleres de alta costura, el glamour de los grandes hoteles, las conspiraciones políticas y las oscuras misiones de los servicios secretos se funden con la lealtad hacia aquellos a quienes queremos y con el poder irrefrenable del amor.
Cada día de todos estos que he estado sin actualizar el blog (¡y son muchos!) he imaginado que a muchos se os pasaría por la mente que me había pasado algo a manos de algún sicario de cierto autor (o autora) excesivamente criticado, o que, por fin, había cerrado el chiringo para instalarme, a continuación, en una isla desierta del Caribe… Ojalá hubiera sido este último el caso… ¡pero no!. Sigo viva y, encima, leyendo.
Desde que terminé con Indias Blancas, que sabéis que me encantó, atravesé un inquietante trance compulsivo en el que oólo quería leer libros de Florencia Bonelli. De hecho, es en lo que, mayoritariamente, he gastado mi tiempo desde la última vez que nos vimos en este blog: leí Me llaman Artemio Furia, que me gustó, ya que va muy en la línea de Indias Blancas; y leí El cuarto arcano, que no me gustó tanto, y que ha sido el causante, en parte, de mi pérdida de ritmo lector y de la poca actualización en este blog. En El cuarto arcano, Bonelli ha conseguido lo impensable para mi en uno de sus libros: que la trama romántica me interese menos (muchísimo menos) que la histórica… Ha sido un poco fiasco, la verdad, y no veía el momento de terminarlo.
A todo esto hay que añadirle que tenía muchas ganas de empezar con El tiempo entre costuras de María Dueñas. Si vivís en España, sabréis que, hace relativamente poco, Antena 3 ha estrenado una serie basada en el libro. Así que, si hay libro, y entra entre mis posibilidades hacerme con él, lo leo primero, y que esperen series y películas. ¡Un libro siempre es mejor, verdad? Sin embargo, en este caso espero mucho de la serie,ya que, aunque el libro de María Dueñas engancha y, en general, me ha gustado, también es cierto que, según mi punto de vista es bastante mejorable… sobre todo en lo que concierne al final.
Porque sí, señoras y señores, parece que últimamente todo libro que pasa por mis manos tiene un final poco destacable. El tiempo entre costuras no es que termine mal en el sentido de que acabe precipitadamente (en plan, upps-se-me-han-caido-quinientas-hojas-de-camino-a-la-editorial) o de que termine dramáticamente con la muerte del protagonista o algo así. El final del libro que nos ocupa es, sin duda, una versión bastante sui generis del “invéntatelo tú mismo” o del “tú eliges el final” (y, a partir de aquí, agarraos que vienen spoilers).
El problema de El tiempo entre costuras no está en el final en sí, sino en el epílogo que, más que ayudar o aportar información, lo que hace es confundir. A ver, no hay que ser tarotista para saber que El tiempo entre costuras nos sumerge en una historia ficticia (la de Sira, costurera de día, espía de noche) y que esta se engloba en una historia real: la de la España de la Segunda República, la Guerra Civil y la posguerra. En este sentido, en el libro hay personajes reales, otros a medio inventar y otros totalmente ficticios, entre ellos, supuestamente, la protagonista.
Pues bien. El libro termina de una manera más o menos decente. Sinceramente, entendería que acabara ahí, donde lo hace realmente. Sin problemas. Sin embargo, luego hay un epílogo, un que-pasó-con-toda-esta gente, y ahí es cuando Dueñas la fastidia.
Los que me conocéis sabéis que, al terminar muchas novelas, hubiera matado, literalmente, por un epílogo. Por lo tanto, comprenderéis que me gustara que María Dueñas, en su libro, hubiera contemplado uno. Y, sin embargo… ¡es el peor epílogo que he visto en la vida! La autora te relata cómo se desarrolló la vida, a partir de entonces, de los personajes reales -una tontería, a mi entender, porque para eso me dirijo a un libro de Historia- y cuando tiene que referirse a los ficticios, es decir, a los personajes más destacados en la historia, la buena mujer nos argumenta que, al no ser estos personajes reales, no puede decir qué paso en realidad con ellos. Es decir, que cierta señorita, a lo mejor se casó, a lo mejor murió, o a lo mejor se metió a monja, y que, sea lo que sea, ella (la autora, María Dueñas) no puede saberlo porque “como es un personaje ficticio”… (¿?¿?¿?)
Pero bueno, hija mía, haces un libro medio-ficticio-medio-real, nos cuentas a la perfección la disposición de las pistolas en la combinación de una señorita, y ahora nos saltas que no sabes qué pudo pasar con los personajes que de los que tú te has inventado el ciento y la madre porque no son reales… ¡Pues menos mal que no te hiciste esta reflexión al comienzo de escribir el libro, porque, entonces, no hubiéramos tenido ni libro, ni serie… ni nada! Aunque, por lo menos, no hubiéramos llegado a conocer este horrendo e inservible epílogo. Eso, o la mujer estaba pensando en una segunda parte. Aún así, como os digo, si no lo hubiera incluido, habría resultado mejor. Un epílogo suma información, no la resta y, mucho menos, la confunde. Si no, no lo pongas.
En fin, sabéis que soy muy criticona. En general, el libro me ha gustado, sobre todo, la parte de Marruecos. Aún así, lo veo un poco ligerito, sobre todo si lo comparamos, por ejemplo, con libros que se desarrollan durante la Guerra Civil Española como El corazón helado de Almudena Grandes, que, aunque no me cautivó del todo, tengo que reconocer que es tres mil veces mejor libro que este. En el tiempo entre costuras, el asunto de la Guerra Civil, de la posguerra, incluso, se trata desde un punto de vista un tanto frívolo para mi gusto, cuando hay, todavía, tantas heridas abiertas por esos temas. Y saldrán los que digan que hay que olvidar, perdonar y todas esas paparruchadas… Pero cuando se escribe un libro sobre la Guerra Civil no hay que tapar lo intapable… Sí, que tú y que yo que vivimos en España, nos sabemos la historia al dedillo, pero luego viene una señorita de Buenos Aires o un caballero del Lima y termina con este libro en las manos y se puede pensar que aquí, en España, en las décadas de los 30-40, se pasó un poco de hambre, hubo una guerra, un alzamiento militar y un señor inepto que nos gobernaría mejor que peor durante unos cuantos años… y eso no es verdad o, por lo menos, no lo es todo.
Pero, en fin, si os pica la curiosidad, leedlo. No creo que encontréis nada muy serio o transgresor, pero para pasar el rato no está mal.