Revista Diario

El tiempo pasa

Por Sandra @sandraferrerv
El tiempo pasaVaya perogrullada de título ¿verdad? Sí. Es una obviedad que el tiempo pasa. Pero a menudo nos olvidamos de ello. En un mundo en el que hemos apretado el botón de aceleración y no lo hemos soltado, pretendemos que nuestros hijos nazcan y empiecen a quemar etapas. Como si de una carrera contrarreloj se tratara, se inicia una competición para ver que niño empieza antes a gatear, hablar, comer, hacer el pino. Lo que sea.
En cuanto podemos, empezamos a etiquetar a nuestros hijos diciéndoles ya eres mayor. Mayor para atarse los zapatos; mayor para vestirse solo; mayor para comer de todo; mayor para todo. Lo más grave es que rápidamente se hacen mayores y les obligamos a destetarse física y psicológicamente.
Cuando empiezan oficialmente el colegio, nuestros bebés se convierten también oficialmente en niños que tienen amigos y hacen su propia vida.
Hace unos días, mi hijo mayor (respecto de su hermana pequeña), me pidió sentarse en mi regazo y se reclinó. No me dijo nada, pero con su mirada me pedía que lo acunara. Lo cogí como cuando era un bebé. Su rostro emanaba paz. Mi hijo necesitaba seguir siendo un bebé al que su madre protege entre sus brazos. Me había olvidado de que sólo tiene tres años. Aun necesita de mi amor. No es que no le abrace o le de besitos o esté por él, pero también necesita ese contacto maternal primario. Quizás por imitación de su hermana pequeña. No lo sé. Pero a mí también me gustó volver a tenerlo en mi regazo como cuando era un bebé. Le agradecí con mi abrazo que me hubiera recordado que aún tengo tiempo para tenerlo entre mis brazos como cuando era la mitad de lo que es ahora.
Y de eso ya casi ni me acuerdo. Porque el tiempo pasa. La infancia es un breve período en nuestras vidas, que cada vez reducimos más y más. Disfrutad cada segundo con vuestros hijos. Y aunque sean mayores, seguid achuchándolos, espachurrándolos, porque lo necesitan.

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