El tiempo que me regaló Cosme

El tiempo, ese al que criticamos porque nos falta, porque nos sobra, porque nos envejece, porque no nos deja disfrutar lo que quisiéramos, porque se lleva nuestra memoria y muchas otras cosas, también nos acaricia algunas veces, se hace nuestro cómplice y merece nuestro agradecimiento.

Hace cinco años, un día como hoy, el tiempo se detuvo y mi vida y la de muchas otras personas recibió un zarpazo que dejó una herida a la que, durante meses, parecía que le echaban sal. Luego dejó de arder con esa intensidad y más tarde empezó a cerrarse lenta, muy lentamente, hasta dejar una cicatriz que aún permanece y que estará ahí toda la vida por mucho tiempo que pase. Al tiempo le debo hoy, porque de vez en cuando es generoso, que me permita recordar, como recordamos anoche, que esa cicatriz que contemplo la dejó una persona que se fue demasiado pronto pero que dejó una impronta muy superior a la que dejan otras que han pasado muchos más años en mi vida. Ese tiempo tan denostado me permitió compartir horas invaluables, nunca las suficientes, con Cosme, y por eso hoy el tiempo, a pesar de todo, me cae bien.

Te echo de menos amigo.