Refiere una vieja leyenda que las camisetas violetas de la Fiorentina alcanzaron ese tono púrpura por efecto de la decoloración. En origen (1926), su uniforme era rojo y blanco pero, se cuenta, por causa de tanto lavarlas en el río, a las zamarras se les fue el color original. Eso, al menos, decía la habladuría popular.
Indro Montanelli fue un consumado hincha de la Fiore a lo largo de su dilatada vida. Por ser, hasta llegó a ser miembro de su junta directiva. Al maestro le apasionaba el fútbol y, especialmente, el equipo representativo de su Toscana natal. Vivió con entusiasmo los dos scudettos de la escuadra púrpura, en las temporadas 1955/56 y 1968/69, y celebró como pocos el primer gran torneo de la UEFA que ganó un conjunto italiano: la Recopa de 1961 frente al Glasgow Rangers. En los 70, el club viola tuvo como estandarte al ‘bello’ Giancarlo Antognoni, un jugador por el que más de una suspiró. Y en los 80, a Roberto Baggio. En los 90 cayó al infierno de la Serie B, de la que salieron fichando a figuras como el portugués Rui Costa o el argentino Gabriel Batistuta. En esa década, este último marcó la friolera de 168 goles en 269 partidos y la ‘Fiore’ obtuvo dos Copas de Italia.
Ayer, tras ir perdiendo en el Artemio Franchi por 0-2 con la Juventus, su eterno rival, el equipo de Florencia protagonizó una épica remontada con tres goles de Giuseppe Rossi y uno del sevillano Joaquín. Y todo, en poco más de un cuarto de hora. Al conocer la gesta, me acordé de Montanelli. Si algo celebraba especialmente el viejo periodista era derrotar a la Vecchia Signora. Desolador resultaba ver el rostro del técnico de la Juve, Antonio Conte, quien acabó llorando de impotencia en el banquillo. Y este domingo, a buen seguro, se hubiese regodeado lo suyo.