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Tiempo de lectura: 5 minutosEl general Ramón Cabrera (1806-1877) fue uno de los mayores protagonistas en el terreno bélico en la España del siglo xix, participando en las llamadas Guerras Carlistas.
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Fue un líder militar conocido por su determinación, valentía y también por su dureza durante las contiendas que liberó, de ahí que recibiera el apodo del “Tigre del Maestrazgo”, territorio donde operó la mayor parte del tiempo.
El “Tigre del Maestrazgo”. Cabrera; de carlista a alfonsino
Desde muy joven, se unió a los carlistas desde su alzamiento en 1833, tras la muerte del rey Fernando vii. Esta muerte, dejaba en España dos bandos para ocupar el trono: los partidarios de la reina Isabel ii, todavía una niña y los que apoyaban al hermano del rey fallecido, Carlos María Isidro, que eran denominados “carlistas”.
Se incorporó al ejército sublevado, en la zona del Maestrazgo, una de las zonas con mayor carlismo, donde ocupó cargos como secretario de sus mandos. Sin embargo, Cabrera muy pronto comenzaría a demostrar sus dotes de mando y al año de comenzar la guerra, ya había ascendido a coronel.
En 1835, una expedición en Navarra llevada a cabo por Cabrera le dio prestigio y el aspirante al trono, el infante don Carlos, le concedió el mando en Aragón y en Valencia de las tropas carlistas. Las primeras operaciones bélicas de Cabrera fueron en el Maestrazgo.
En 1836 la guerra se recrudeció y ambos bandos llevaron a cabo violentas represalias entre la población civil. Los fusilamientos y ejecuciones se intensificaron y fue en ese momento cuando Cabrera comenzó a ser mucho más duro y violento frente a sus enemigos, debido a que su madre fue fusilada por los liberales en la Suda de Tortosa. Cabrera como venganza, comenzó a llevar acciones mucho más sanguinarias en el Maestrazgo.
Tras esto, Cabrera marchó junto al general Gómez a una expedición por toda España para tratar de atraer poblaciones a la causa Carlista. Estas incursiones aumentaron el prestigio y la fama de Ramón Cabrera, ya que logró durante algún tiempo, ocupar zonas de Extremadura y de Córdoba.
Esta expedición le valió para que el infante don Carlos contara con él para su propia expedición Real del año siguiente, 1837. Cabrera recibió el mando de la vanguardia de las tropas carlistas de la expedición, que era liderada por el pretendiente don Carlos en persona con el objetivo de marchar hacia la capital.
Cabrera llegó con sus fuerzas a las puertas de Madrid. Sin embargo, el infante no se atrevió a ocuparla por la fuerza y renunció a tomar Madrid por motivos estratégicos. Tras esto, Cabrera regresó al este del país donde siguió operando con sus tropas, logrando obtener el triunfo en Maella al año siguiente, que le sirvió para ser nombrado teniente general y recibir el título de conde de Morella.
Pese a los buenos resultados de Cabrera en el norte las tropas Carlistas fueron perdiendo terreno frente a las tropas isabelinas. Las continuas derrotas en el norte de España hicieron que en 1839 se llegara a un acuerdo de paz entre isabelinos y Carlistas, conocido como el Abrazo de Vergara.
Este convenio no fue aceptado por Cabrera, que lo consideró como una traición por parte de sus camaradas. Por ello, continuó con la resistencia en su zona en el Maestrazgo. Logró unas primeras victorias iniciales, pero Cabrera cayó enfermo y durante el tiempo que estuvo convaleciente, sus fuerzas perdieron terreno y tuvieron que irse retirando hacia el noreste. Finalmente en el verano de 1840, Cabrera abandonó España.
En Francia, ya se había exiliado el aspirante don Carlos. Fue este el lugar donde también se refugió el tigre. Estuvo prisionero y vigilado por el ejército francés en dos castillos hasta que a finales de ese año fue puesto en liberad y se instaló en Lyon. Tanto Cabrera como otros carlistas, aguardaron a una nueva oportunidad para alzarse contra el reinado de Isabel ii y colocar en el trono a su pretendiente.
En 1845, Carlos María Isidro abdicó en su hijo, Carlos Luis de Borbón. La idea inicial antes de acudir de nuevo a las armas, era que Carlos Luis contrajera matrimonio con su prima, la reina Isabel ii, que aún no contaba ni con dieciséis años de edad. Este enlace jamás se llevó a cabo y la pequeña monarca se casaría con su otro primo, Francisco de Asís.
Este matrimonio real prendió la mecha a finales del verano de 1846, se produjeron las primeras partidas carlistas. Cabrera desde el exilio, apoyaba el alzamiento y deseaba penetrar en España para dirigir él mismo esas partidas. Lo hizo en 1848, pero su andadura en la península duró poco porque en abril fue derrotado por las tropas liberales. Por segunda vez, Cabrera se vio obligado a regresar a Francia. Un año más tarde, los partidarios de Carlos Luis, perdían definitivamente la Segunda Guerra Carlista.
Cabrera desde Francia, pasó a Inglaterra, otra vez en el exilio. Logró casarse con una dama inglesa y llevar una vida tranquila en Londres, concretamente en Wentworth, siguiendo de cerca los acontecimientos que sucedían en España.
En 1868, al año siguiente el nuevo pretendiente al trono de España, el denominado Carlos vii se reunió con el general Cabrera en Londres para proponerle que encabezara una nueva insurrección armada. El viejo tigre esta vez no aceptó participar en la lucha y las malas relaciones con el pretendiente se fueron agrandando.
A pesar de ello, comenzó la Tercera Guerra Carlista. Durante el conflicto, el hijo de Isabel ii, el príncipe Alfonso, también exiliado en Inglaterra, se reunió con el viejo general en Londres. Este encuentro dejó muy satisfecho a Ramón Cabrera y poco después se produjo el pronunciamiento del general Martínez Campos para que Alfonso de Borbón, regresara al trono español.
Cabrera reconoció a Alfonso xii como rey de España, renunciando a sus ideales carlistas. En 1876, los carlistas caían por tercera vez, finalizando el conflicto. El general Cabrera murió en 1877, en Inglaterra, cuando Alfonso xii, ya estaba asentado en el trono de España.
Autor: Danni Móstoles para revistadehistoria.es
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Bibliografía:
MORAL, A.: Las guerras carlistas. Madrid: Silex, 2006.
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