Revista Cultura y Ocio

El tilo, por César Aira

Publicado el 28 diciembre 2009 por David Pérez Vega @DavidPerezVeg

Beatriz Viterbo Editora. 2003, 124 páginas
Del argentino César Aira había leído hasta ahora un único libro: Cumpleaños, exactamente en diciembre de 2003. En aquel momento su lectura me desconcertó, ya que había leído que Cumpleaños era uno de los mejores libros de Aira y al ir pasando páginas me parecía que ni siquiera era una novela (lo que yo esperaba) sino unas cuantas ideas escritas con el ritmo de un diario personal. Aira nos hablaba en ellas de su cincuenta cumpleaños y lo que suponía esa fecha para él; de un error de infancia en su percepción de los movimientos de la luna; de una visita a su pueblo natal, Coronel Plingles, y su descripción de una camarera en un bar de allí… Estaba bien escrito y los comentarios sobre la realidad planteada eran interesantes e inteligentes, pero me dejó un regusto a expectativas no cumplidas.
Aún así, desde entonces, había sentido el impulso de volver con sus libros. Impulso acrecentado a partir del último Día del libro, el 23 de abril de 2009, cuando acudí, en la madrileña Puerta del Sol, a la Casa de Correos (nunca había estado antes dentro del edificio, vibraba el suelo cuando pasaban los vagones de metro por debajo) para escuchar una conferencia dada por él. El texto que leyó Aira se llamaba (o al menos versaba sobre este tema) ¿Cuánto le podemos perdonar a la novela? Y hablando de novelas malas, de folletines del siglo XIX, de literatura de ínfima calidad o risible, llevó a cabo una original y brillante defensa de la ficción novelesca. “Un poema o un relato o son buenos o no son nada”, recuerdo que dijo, “en cambio una novela puede ser farragosa, con personajes planos, cursi… y nos invita a seguir leyendo, podemos seguir perdonándole cosas, ¿cuánto podemos perdonar a la novela?”. Así hizo una defensa de Salgari; y de otros libros que de tan malos acababan siendo buenísimos; resumió argumentos de folletines del siglo XIX, que, mirando a Aira leyendo sus hojas, con una sonrisa miope y enigmática, empecé a plantearme si los escritores y las obras de los que hablaba era reales o se los estaba inventando para quedarse con los oyentes… Hacía mucho que el discurso oral de alguien no me fascinaba tanto.
El tilo es una novela corta editada en 2003. Parece que el formato de novela corta es el que se adapta mejor al discurso de Aira. En ella un narrador, que podría ser el propio Aira (coincide la fecha de nacimiento, 1949; el lugar, Coronel Pringles; la profesión propia, escritor; y la residencia actual, el barrio de Flores en Buenos Aires. En la página 35 nos dice: “(…) yo haya llegado a ser escritor y esté redactando esta crónica verídica”) nos habla de sus recuerdos de infancia en el pueblo argentino de Plingles. Empieza con la figura del padre, encargado del tendido eléctrico del pueblo y peronista; de la madre, una reservada mujer casi enana; y de los vecinos. A través de los aparentemente inocentes ojos del narrador, el lector va componiendo el mosaico de una época en Argentina: aquella en la que a la clase baja Perón le hizo soñar con convertirse en clase media.
Aira va saltado en su exposición de una anécdota a otra, anécdotas que suele dejar sin finalizar ya que por el camino ha descubierto otra historia a la que seguir el hilo… anécdotas divertidas y a veces casi surrealistas (bordeando en ocasiones el Realismo Mágico) y a través de las que se va filtrando un enjuiciamiento político de los años 50 en Argentina: “Desde la misma dirección de donde había venido el peronismo, vino el antiperonismo. Y justamente la ilusión de haber estado decidiendo su destino, al desvanecerse produjo el desengaño, y la vergüenza de haber sido tan ingenuos. Mi padre enmudeció (…). Internalizó la dialéctica maldita de la Historia, la puso en cada célula de su lengua fría y muerta y se volvió un enfermo de los nervios”, (página 74). Precisamente “El tilo” del título alude al gran árbol de la plaza de Pringles del que el padre del narrador tomaba las flores para hacer infusiones que le calmaran los nervios. “Todo es alegoría”, nos dice Aire en la página 105.
Una agradable novela corta, evocadora, reflexiva, divertida, inteligente y original en sus planteamientos y evasiones narrativas, que se lee de un tirón y que me invita a seguir con Aira.
Cuando estuve este verano en Buenos Aires acabé por no ir a visitar el barrio del Flores, según el propio Aira no hay nada de interés allí. Fui un domingo, sin embargo, a La Plata, la capital de la provincia de Buenos Aires; y, por algún extraño motivo, propio de un libro de Aira, empecé a imaginar que La Plata era un lugar que muy bien podía parecerse a Coronel Plinges. De hecho, lo que empecé a imaginar era que La Plata era Coronel Plinges y que en cualquier momento podía estar paseando por las calles que había paseado el propio Aira. Dejo abajo una foto de una calle de La Plata, que para mí era en realidad Coronel Plingles:

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LOS COMENTARIOS (1)

Por  lilian
publicado el 30 marzo a las 04:33
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¿no es Pringles, amigo? Buena crítica. Saludos