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El tío de la vara

Publicado el 07 febrero 2014 por María Mayayo Vives
Al PP, le encanta sacar la vara a pasear. Le enorgullece y satisface a partes iguales pasearse con el bastón de la justicia, el palo de la sanidad, el garrote de la economía o la vara de educación del tío Wert. Pero otro gallo les canta a los miembros del PP cuando lo que sale a pasear es la vara de medirlos a ellos. Al PP, el hecho de que la Audiencia Provincial haya declarado legal, por segunda vez (que parece que no se enteran), el escrache a la vicepresidenta, le tira un poco de sisa. Sorprende que un órgano de la talla de un tribunal de justicia no haya caído en que al PP no le iba a sentar bien este traje pantalón tipo sastre que le han confeccionado a medida, que se hubiera encontrado más cómodo, qué sé yo, con un bombacho de tiro bajo, tipo calzón o pantalón-cagao, como el que se calzó para la presentación de la Ley de Seguridad Ciudadana, pero nunca con algo así de ajustado. Que los formatos estrechos, a este Gobierno, no le favorecen nada lo sabe cualquiera después de más de dos años de vestir a este Gobierno, señores de la Audiencia. Y, aunque en esta guerra de pareceres que mantenemos los de abajo con los de arriba, a los de abajo, esta semana, nos hayan hinchado ustedes los jueces la parte de orgullo y satisfacción que nos toca, un poquito de juzgar mejor las reacciones ya les ha faltado.
Había puesto el Gobierno a todos sus ministros a trabajar en la noble tarea de evitar estos episodios vandálicos en los que habíamos caído los ciudadanos cuando creímos que la calle era nuestra y no del PP. Y casi había conseguido rescatarnos de esa anarquía que empezaba a formar manadas de filoetarras, fascistas o grupos antisistema militarmente formados para protestar por auténticas tonterías, caprichos de hijo único como querer vivir en una casa, mantener un trabajo, cobrar una pensión o comer a mediodía. El Ministerio de Interior, el más listo de la clase, ideó un sistema de multas disuasorias que, al tiempo que desarticulaba agrupaciones formadas por más de tres personas, reducía considerablemente el déficit público. Empezábamos a vislumbrar de nuevo esos plácidos años del franquismo en que los ciudadanos éramos gente de orden que, cuando quería juntarse con la familia, se citaba en espacios cerrados a los que llegaban por separado en grupos de un máximo de dos para no levantar sospechas. Casi nos habían devuelto al estado natural de las cosas. Y, ahora, resulta que la Audiencia Provincial es tan corta de entendimiento como nosotros y piensa, como los ciudadanos, que afincarse en la puerta de un político a cantarle las cuarenta a capela es legal por molesto que resulte. Era de esperar que el PP se nos revolviera en el gaviotero.
El escrache incomoda. Pero, en el fondo, lo que ha tenido que perturbar más a nuestros adorados gobernantes es no haber tenido razón por primera vez. Que ellos se habían creído que los ciudadanos nos poníamos a escrachar por escrachar. Que eso de escrachar se hacía con ánimo de liberar tensiones individuales perpetrando atentados colectivos en una de esas tardes de nazismo que todos tenemos. Cuando lo cierto es que, a la hora de la verdad, a los ciudadanos, tampoco les apetece mucho ir escrachando por ahí a tontas y a locas. Los ciudadanos cuando preparan un escrache lo hacen porque tienen algo que reivindicar y la Audiencia ha decidido que el escrache es legítimo en estos casos. De modo que, si nuestros gobernantes no están de acuerdo con las consideraciones de la Audiencia Provincial, que vayan y la escrachen bien escrachada ahora que no constituye delito, pero que no aprovechen y se tiren quince días dando la vara con la vara de medir (y valga la doble vara) o con el rollo del escrache otra vez porque los demás bastante tenemos con los nuestros. Aquí, señores ministros, cada vara que aguante su vela. Que, a mí, a escasas horas de que la infanta acuda al juzgado de Palma a recoger el Goya, también me gustaría ver la vara con la que se ha medido este asunto y no me pongo a escrachar a micrófono abierto cada vez que tengo ocasión. No sé si me explico.
Nota de espanto: El registrador de Madrid se ha encerrado a estudiar una vía para que las mujeres podamos inscribir la propiedad de nuestros cuerpos. Siglos de lucha feminista para dejar de ser consideradas objetos, y hoy hacemos fila  con las tetas al aire para convertirnos legalmente en bienes muebles. ¡Apaga y vámonos!
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