Revista Cultura y Ocio

El todo y el instante

Por Daniel Vicente Carrillo
Cuando afirmamos la generación del tiempo, esto es, que existe un instante que no divide lo anterior y posterior en movimiento, sino que es más bien el mismo comienzo del tiempo, no es necesario que lo concibamos como acaeciendo en el tiempo, pues no hubo tiempo alguno antes de este instante. Después de este primer instante, sin embargo, es necesariamente así, ya que entonces el tiempo existe a causa de la progresión del movimiento. Es evidente que cada instante después de este primer instante divide el antes del después en el movimiento mientras el movimiento persevera en su existencia. Análogamente, si el tiempo tuviera que perecer, el último instante no implicaría la concepción del mismo acaeciendo en el tiempo, ya que el tiempo habría cesado de existir en este último instante, y la concepción del tiempo se habría completado en los momentos previos al último instante. Así pues, es evidente que el instante que necesariamente produce la concepción del tiempo es el que distingue el antes del después; pero esto no es necesario para el instante en tanto que tal, ya que el instante que es o bien el comienzo o bien el final del tiempo, si tal es posible, no produce ninguna concepción del tiempo. Luego, no se sigue de esto que el tiempo sea infinito.
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La situación con respecto al instante es similar al caso del punto. Éste también muestra estos dos modos de realidad, esto es, (1) el punto delimita una línea mediante los puntos extremos, y (2) mide la línea en tanto que divide lo anterior de lo posterior en ella... Es, por tanto, evidente que no es imposible para un instante concebido como el límite de un intervalo temporal el existir sin ser precedido por el tiempo.

Gersónides

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