Decía Plinio el Viejo de ella que su nombre procedía del nombre que llevaba una isla del Mar Rojo llamada “Topazos”, actual Zarbargad, en la cual los romanos extraían unas piedras muy apreciadas de color amarillento (que parece ser no eran topacios, sino peridotos).
Es una de las piedras preciosas por excelencia, usada en la alta joyería debido a su belleza. Se presenta en la naturaleza dentro de cavidades y filones de rocas graníticas, en forma de cristales prismáticos transparentes. Su dureza en la escala de Mohs es de ocho, lo cual hace que sea una piedra delicada de tallar y difícil de trabajar, debido a su fragilidad.
El topacio se encuentra en varias tonalidades y colores. En alguna variedad el color llega a desaparecer por completo, y tallado es muy fácil confundirlo con el diamante.
Este es el caso del llamando durante años “Diamante Bragança”, topacio incoloro que está insertado en la corona portuguesa.
El color más común del topacio es el amarillento con un cierto tono rojizo.
Su uso viene de tiempos remotos. En el Antiguo Egipto se usaba como amuleto contra el dolor, y se creía que su color dorado procedía del dios Ra, rey de la luz solar.
Los romanos también asociaban al topacio con Júpiter, dios de la luz, llamándola “Piedra del Sol”. Sin embargo, los griegos la usaban como amuleto para aumentar la fuerza y como protección en situaciones de peligro.
Durante el Medievo fue una gema muy demandada, porque se la asociada con la fortaleza y el vigor de la mente.
En el siglo XIX los yacimientos más importantes de Topacio se encontraban en los Montes Urales (Rusia), de estos yacimientos se podía extraer una de las variedades de topacio más apreciadas, el topacio rosa, también llamado Topacio Imperial por ser el preferido del Zar.
Los yacimientos se agotaron, siendo hoy en Brasil donde se encuentran los mayores yacimientos de topacio del mundo.
Aquí tenéis gran parte de la colección de piezas realizadas con topacio:
EL TOPACIO EN VINTAGE BY LOPEZ LINARES