A diez kilómetros de la meta de Sestrieres, donde termina esta dantesca décima etapa del Tour de Francia de 1992 las posiciones parecen muy definidas, y la victoria parcial aun está en al aire. Claudio Chiapucci continúa primera, y aunque su energía sigue siendo admirable su velocidad es ahora muy inferior a la de sus perseguidores, y parece que la subida hasta la estación de esquí puede suponer al tumba de sus aspiraciones, tanto en la general como para la victoria de etapa.
Por detrás viaja el grupo compuesto por Indurain, Bugno, Hampsten y Vona, que está a menos de dos minutos y medio de Chiapucci, con una decena de kilómetros de ascenso por delante, lo que parece que acabará provocando que capturen al corajudo italiano. Más atrás viene el grupo del líder, Pascal Lino, que ya ha perdido su maillot amarillo de forma virtual, pasando este a las espaldas de Indurain. Y por detrás un panorama dantesco, con corredores marchando en pequeños grupos de dos o tres unidades, intentando limar pérdidas y echando mano de veteranía y fondo para conseguir llegar a la línea de meta.
Coppi fue de los primeros ciclistas en agrandar la leyenda de Sestrieres
A ocho kilómetros de la meta, y cuando aun mantiene dos minutos de ventaja, la suerte de Chiapucci parece estar echada. Y es que es en ese momento cuando, a resultas de una pequeña aceleración realizada por Andrew Hampsten, Gianni Bugno pierde contacto con Miguel Indurain. En ese instante, cuando el campeón del mundo se queda clavado, lívido sobre el asfalto, sin descomponer nunca su elegante gesto de pedaleo, los hombros siempre muy quietos, tan sólo las piernas moviéndose, Indurain se da cuenta de que tiene a su alcance el golpe definitivo al Tour de Francia, y se pone en cabeza.
Easy AdSense by UnrealBusca el navarro acabar con esa edición del Tour de Francia y seguramente también tiene en mente finiquitar para siempre la dualidad de fuerzas que representa el talentoso Gianni Bugno, destrozando para siempre su frágil moral con el segundo golpe en pocos días. Primero contra el crono, ahora en montaña. Así que, poderoso, Indurain agarra las manetas de sus frenos y se pone a marcar un ritmo imposible para el ciclista del Gatorade, que pronto comienza a perder tiempo de forma inexorable. Algo que, también obligatoriamente, hace que Chiapucci vea recortada a marchas forzadas su diferencia, y entierre, tan cerca de meta, sus esperanzas de obtener al menos la victoria parcial de la jornada.
La conocida llegada
De tal forma pronto el ritmo infernal de Indurain acaba por terminar con la resistencia de Hampsten, y se encuentra tras Chiapucci con solamente el pequeño Vona a su rueda. Quedan cinco kilómetros para la cima de Sestrieres y Chiapucci lleva sólo un minuto y veinte segundos de ventaja. Las imágenes son muy claras. El corredor del Carrera es todo fatiga, mueve con dificultad el pión de su bicicleta, avanza sólo por pundonor. Por detrás Indurain es un auténtico misil que pronto va a devorar a Claudio Chiapucci. LA suerte, eso parece, está totalmente echada.