Revista Ciclismo

El Tour de Francia de 1992 (XXXIII)

Por Rafael @merkabici

Los dos grandes del Tour

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Hampsten también sería protagonista el año después

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Comenzamos a subir el Alpe d´Huez y de repente sucede uno de esos hechos muchas veces olvidados cuando se recuerda una carrera, pero que en su momento pudieron cambiar por completo el signo de esta.

 

Tras la salida de Bourg d´Oisans, en la primera recta tremenda que tiene este puerto, siempre por encima del diez por ciento, antes de entrar en las curvas de herradura, ataca con toda su fuerza Claudio Chiapucci. Es un demarraje seco, violento, que demuestra que el italiano se ha recuperado satisfactoriamente de su cabalgada del día anterior y que deja clavado a todo el pelotón. Porque realmente nadie sale a por él, nadie puede ponerse a su ruedas. Ni siquiera Indurain. Pero, ¿qué pasa con Miguel ¿Dónde está?

 

A Indurain le sorprende el ataque de Chiapucci cambiando del plato grande al pequeño, y al intentar alzarse sobre los pedales en ese mismo instante su cadena se sale. El navarro se tambalea y está a punto de besar el suelo. De hecho se hubiera caído si en ese mismo instante Perico Delgado no lo hubiese agarrado por el costado, impidiendo que se desequilibrara. Eso permite a Indurain engarzar la cadena en el plato más pequeño con una mano y salir raudo en pos de Chiapucci.

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Por delante Claudio ha tomado un par de cientos de metros y mira insistentemente atrás, como si no se creyera que había podido dejar clavado al líder del tour. Su esfuerzo se redobla, pensando que esta vez sí, esta vez podrá alcanzar la ansiada gloria. Pero al volver su cabeza la realidad le golpea con fuerza. Allí está el maillot amarillo, imperial, comiendo metros de distancia sin apenas esfuerzo, subiendo a una velocidad muy superior de la suya propia. Allí se acaba el Tour de Chiapucci, a partir de aquel entonces queda claro que Indurain es intocable. Aunque el diablo lo seguirá intentando, por supuesto, en esta etapa y en otras. Pero el golpe moral, la aparición súbita de Indurain, ha sido estruendoso.

 

Una segunda vez y una tercera intentará Chiapucci despegarse de Indurain, pero ahora será respondido ipso facto por el navarro, que además se permite el lujo de enseñarle la rueda cada vez que lo captura, intentando minar la moral del italiano. Pero es Chiapucci guerrero, no es tan fácil hacerle morder el polvo en el terreno mental como a Bugno, y no se rinde. En todas y cada una de las curvas intentará una tímida aceleración y en todas y cada una de las curvas Indurain le alcanzará sin esfuerzo, sin aspavientos, demostrando quién es, también en la montaña, el más poderoso de este Tour de Francia de 1992.


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