"En estas fechas tan señaladas me llena de orgullo y satisfacción expresaros a todos mi cordial felicitación en esta Navidad, desearos un venturoso Año Nuevo y compartir con vosotros mis reflexiones sobre el año que estamos acabando y mis convicciones sobre nuestro brillante futuro en común… no estoy de coña.
España continúa sufriendo los efectos de una crisis económica y financiera de una duración y magnitud desconocidas, a pesar de la desaparición del comunismo, la desintegración de la Unión Soviética y la caída del Muro de Berlín. Con efectos y defectos muy negativos sobre las cosas, los animales, las personas, las familias, las empresas y algunos grandes personajes de nuestra sociedad.
Quiero, por eso, empezar mis palabras con un saludo especialmente afectuoso a aquellos a quienes con más dureza está golpeando esta crisis. A los que no habéis podido encontrar trabajo, lo habéis perdido durante el año que va a terminar o lo vais a perder durante el próximo año a más tardar. A los que habéis conseguido un trabajo de mierda, a los que trabajáis por turnos y a todos vosotros que –a pesar de trabajar más de ocho horas diarias– no llegáis a final de mes ni queriendo.
A los que por circunstancias diversas no podéis disponer de una vivienda ni digna, ni indigna, a los jóvenes sobradamente preparados que no habéis podido encauzar todavía vuestra vida profesional ni personal. A todos los que habéis soportado tan duros sacrificios para nada y a quienes lucháis con vuestros mejores esfuerzos por hacer realidad vuestras legítimas aspiraciones, sabiendo que no lo vais a conseguir. Y mi especial enhorabuena a los escasos y privilegiados "mileuiristas", algunos ya con un espléndido contrato de seis meses.
Saludo también a quienes estáis aportando lo mejor de vuestra creatividad y de vuestro talento para superar las dificultades y ganar dinero por diversos métodos, en especial a esos personajes que vemos un día si y otro también declarar en los juzgados. Pienso en particular en los famosos emprendedores, los falsos autónomos y en la pequeña y mediana empresa –casi inexistente– que sostienen el tejido productivo de la nación, del cual se han beneficiado no pocos privilegiados.
Pienso en los trabajadores por horas, por días, por meses y disfrutando de contratos temporales o precarios, pienso en los sufridos autónomos que pagan más que ganan, en los inmigrantes clandestinos, en los que se ven obligados a trabajar en "negro" y como "negros", cuya aportación hay que agradecer sin reservas. Pienso en los servidores públicos y en los conseguidores de lo público, en quienes estáis trabajando fuera de España por obligación y no por devoción. De tanto pensar ya me duele la cabeza y se me enfría el corazón.
Y pienso en vosotros, las personas mayores y los pensionistas que estáis siendo el soporte de muchas economías familiares y al mismo tiempo nos estáis costando un dinero que no nos podemos permitir. Pienso, preocupado, en vuestra larga esperanza de vida… que tampoco nos podemos permitir. Gracias por vuestra ayuda. Es extraordinaria la fuerza de la familia en España y fundamental el papel que está jugando en esta grave crisis dando de comer a desempleados y a mal empleados.
Gracias también a la sociedad civil que ha demostrado una solidaridad verdaderamente ejemplar para atender a los millones de personas en graves dificultades que el Estado no quiere o no puede acoger. Gracias, en definitiva, al conjunto de los ciudadanos por vuestro ejemplo de responsabilidad y de civismo, por no protestar, por no manifestar vuestro disgusto en tiempos ciertamente difíciles. Gracias es especial, a todos aquellos que soportan con resignación tamaña injusticia. Ser conscientes que dar tantas veces las gracias, no está en mi ADN.
Es indiscutible que la crisis económica que sufre España ha provocado desaliento en los ciudadanos, y que la dificultad para alcanzar soluciones rápidas, así como los casos de falta de ejemplaridad en la vida pública, han afectado al prestigio de la política y de las instituciones. Pero es algo normal, incluso en democracia, que unos sean más privilegiados que otros, unos más canallas y otros menos. No es para rasgarse las vestiduras, es algo habitual a lo largo de la historia. Los mamoncetes son gente emprendedora de quien podemos aprender a saber vivir bien, muy bien en los mejores casos.
Sé que la sociedad española reclama hoy un profundo cambio de actitud y un compromiso ético en todos los ámbitos de la vida política, económica y social que satisfaga las exigencias imprescindibles en una democracia. Pero entre ética y estética me quedo con lo segundo, maquillamos el tema y aquí paz y después gloria. Es verdad que hay voces en nuestra sociedad que quieren una actualización de los acuerdos de convivencia, pero son voces soeces sin sentido y sin razón.
Debemos y Podemos reconocer que la salud moral de una sociedad se define por el nivel del comportamiento ético de cada uno de sus ciudadanos, empezando por sus dirigentes, ya que todos somos corresponsables del devenir colectivo. Y una vez medido, preciso es reconocer que gracias a nuestro dirigentes la salud moral es nula o mejor inexistente. Como todos los años por estas fechas, la economía confirma indicios de recuperación que luego no son ciertos y debemos aceptar como normal, justo y necesario, la angustia de los millones de españoles que no pueden trabajar. Para mí, la crisis empezará a resolverse cuando los parados tengan oportunidad de trabajar y los corruptos sean juzgados y condenados, es decir… tarde, mal y nunca.
Mi posición de Villano me ha permitido vivir las múltiples vicisitudes por las que ha atravesado España, a la que he dedicado mi vida en detrimento de mi hacienda. He visto momentos bueno, malos, regulares, pero no tan malos como estos. Los españoles siempre hemos sabido salir juntos –pero no revueltos– de los malos y construir juntos los buenos, pero hemos construido tanto que al final la burbuja ha reventado.
Con esa experiencia, puedo decir que el sistema político que nació con la Constitución de 1978 nos ha proporcionado el período más dilatado de libertad, convivencia y prosperidad de toda nuestra historia, de reconocimiento efectivo de la diversidad que compone nuestra realidad y la garantía de que las corruptelas han ocurrido en todas las Comunidades, sin primar especialmente una sobre otra. Conviene que lo tengamos bien presente, pues a menudo se pretende que lo ignoremos o lo olvidemos cuando se proclama una supuesta decadencia de nuestra sociedad y de nuestras instituciones. España no es decante ni corrupta, en más bien alegre y bananera. España va bien, España cañí.
Reivindicar ese logro histórico no es incompatible con reconocer, como acabo de señalar, la necesidad de mejorar en muchos aspectos la calidad de nuestra democracia. Esa crucial tarea de modernización y regeneración no es competencia exclusiva de los responsables políticos. También lo es de los agentes económicos y sociales, de la sociedad en su conjunto a través de sus estructuras organizativas. Pero ni los políticos, ni los agentes económicos y sociales están por la labor, a ellos les va bien tal situación. No es de recibo que la cambien para empeorar ellos y mejorar los demás.
Durante muchos años, juntos hemos caminado en la construcción de nuestra democracia, juntos hemos resuelto problemas no más fáciles que los que hoy afrontamos, y siempre con la ambición de llegar a un objetivo común: mantener el puesto, mantener los privilegios y ganar más. Pues bien, juntos debemos seguir construyendo el futuro de unos pocos, porque nos unen y nos deben seguir uniendo muchísimas cosas. Desde aquí un guiño muy especial a los que nos consideramos incluidos en “juntos”.
Nos une el afán de asegurar un porvenir sólido, justo y lleno de oportunidades. Nos unen la intensidad de los afectos y lazos históricos, las culturas que compartimos, la convivencia de nuestras lenguas, la aceptación del diferente y del tío raro. Nos une la extraordinaria riqueza de un país diverso, de culturas y sensibilidades distintas. Nos une la solidaridad que siempre demostramos ante las grandes adversidades, ante las desigualdades sociales y territoriales, ante las necesidades de nuestros vecinos de comunidad. Y nos une y nos debe seguir uniendo el sentimiento de que en España hay todavía dinero para dar y recibir. España es una unidad de destino en lo universal que vale la pena vivir, querer y aprovecharse de ella.
La Casa Villana promueve y alienta ese modelo de nación. Cree en un país libre, justo, unido dentro de su diversidad y corrupción. Cree en esa España abierta y plural en la que cabemos mejor, los mejor situados. Y cree que esa España es la que entre todos debemos seguir amando. España es para muchos de nosotros la "gallina de los huevos de oro" que debemos querer, mimar y cuidar.
Por ello, invito a las fuerzas políticas a que, sin renunciar a sus ideas, superen sus diferencias para llegar a acuerdos de reparto y beneficio que a unos pocos aprovechen y que hagan posibles las reformas necesarias para afrontar un brillante futuro marcado por la corrupción, la injusticia y la desigualdad sociales.
Invito a los líderes políticos y a los agentes sociales a que ejerzan su liderazgo y combatan la libertad, la igualdad y la fraternidad, tan francés y poco nuestro. Invito a nuestra mermada comunidad intelectual a ser intérprete de los cambios que se están produciendo y a ser guía del nuevo mundo que está emergiendo en el orden geopolítico, económico, social y cultural. Ellos deben de convencer a la ciudadanía que todo lo malo que ocurre es por su futuro bien.
Invito a las instituciones públicas, los empresarios e inversores a que apuesten decididamente por la no investigación y la escasa innovación, para anular la competitividad y contribuir así a la destrucción de empleo. Y os invito a todos a recuperar la confianza en nosotros mismos y en nuestras posibilidades para hacer realidad nuestros mejores anhelos como españoles. El anhelo de ser cada vez más pobres, más desgraciados y más conformistas. En verdad que da gusto invitar tanto, sin que me cueste nada.
Esta noche, al dirigiros este mensaje, quiero transmitiros en primer lugar mi determinación de continuar estimulando las chuminadas en este blog, la tontuna y la bufonada. Continuar en el desempeño fiel del mandato y las competencias que me atribuyo, de acuerdo con los principios y valores que han impulsado nuestro progreso como sociedad. En segundo lugar, la seguridad de que asumo las exigencias de poca ejemplaridad y nula transparencia en la crítica que hoy reclama la sociedad en estas labores.
Finalmente, al despedirme, quiero agradecer los generosos testimonios de aliento que he recibido a lo largo de este año, desearos que esta Nochebuena sea una oportunidad para el reencuentro familiar y que en 2015 no se cumplan las más negras expectativas de todos. De nuevo, Feliz Navidad y buenas noches." Un discurso muy similar fue emitido en el 2013 por otra Casa, varias veces expulsada de España y otras tantas restaurada, perseverantes son. La duda es, ¿cual de los dos es el discurso real?.