El tradicional rabo estofado a la cordobesa de La Clave da el pistoletazo de salida al VI Mes del Rabo de Toro
Del martes 1 al jueves 31 de mayo.Un guiso andaluz de casquería triunfa en Madrid.
La Clave debuta en el VI Mes del Rabo de Toro con su rabo de novillo asturiano estofado a la cordobesa. Del martes 1 al jueves 31 de mayo, el restaurante de la calle Velázquez lo sirve como plato principal de su Menú ‘Mes del Rabo de Toro’. De primero, tiernas alcachofas en flor de la ribera navarra del Ebro salpicadas de sabrosos tacos de jamón ibérico de bellota. De postre, filloa rellena de crema y rociada de caramelo, con bola de helado de vainilla. El menú se marida con crianza Pagos de Quintana (Ribera del Duero), idóneo también para cocinar el rabo en su sofrito de verduras. El precio, 30€ (IVA incluido).
21 restaurantes de la capital de España participan en la sexta edición del certamen que eleva un guiso andaluz de casquería a los cielos de la restauración castiza. Un año más el Mes del Rabo de Toro coincide con la Feria de San Isidro de la Plaza de Toros de Las Ventas.
A la cordobesaEl jefe de cocina Pepe Filloa se mantiene fiel a la receta tradicional cordobesa, que no macera el rabo en vino ni lo deja a remojo previamente. Tras enharinarlas, las porciones de carne se sellan con aceite de oliva virgen extra. Entonces se añaden al sofrito de ajo, cebolla, zanahoria, pimiento y tomate, rematado con laurel y bañado en tinto. Tras hervir cinco minutos, se vierte el agua y se deja cocer a fuego lento no más de tres horas.El rabo se saca de la cacerola para batir la salsa. Una vez batida, todo se vuelve a cocer cinco minutos. Las piezas se sirven con hueso, tres o cuatro por persona. Jugosa y gelatinosa, la carne adquiere tal ternura que “el comensal la separa del hueso sólo con mirarla”, subraya Pepe Filloa. La salsa se echa directamente desde la olla. “La salsa del rabo de toro estofado a la cordobesa es especialmente aromática por su condimento”, añade el chef toledano.
Pistoletazo de salidaLa Clave da el pistoletazo de salida al VI Mes del Rabo de Toro con una degustación de su menú completo regado con caldos de la D.O. Vinos de Madrid. Presiden el acto el propietario Tomás Gutiérrez y el director de la ruta Pedro Ureña. La Clave representa al Barrio de Salamanca entre una selección de restaurantes repartidos por 15 áreas de la urbe madrileña, de Argüelles a Ventas, pasando por Arturo Soria, Chamberí, Chamartín, Embajadores, Pueblo de Fuencarral, Montecarmelo, Santa Eugenia…
“La carne se separa del hueso sólo con mirarla”. Izda., alcachofas en flor. MG-MD.
Córdoba y la piel de toroA mediados del XIX el rabo se cocina en patios y hogares de familias humildes cordobesas, que recogen la casquería sobrante del despiece del toro al concluir las corridas. Entre principios y mediados del XX la taberna Botero de la calle Alfaros populariza el estofado. En pocos años pasa de la mesa hogareña al mantel de los principales restaurantes de la ciudad andaluza, entre ellos Hotel Simón y Taberna Casa Paco Acedo. Sin embargo, la proyección nacional se la otorga José García Martín, gerente de El Caballo Rojo, al servirlo en las monterías reales. A partir de entonces, restaurantes de toda España empiezan a cocinar el ya ilustre rabo de toro estofado.
Los cuernos del MinotauroEnvuelta en las brumas de la historia, la receta llega a los desconchados patios de Córdoba tras un periplo mediterráneo de 2.000 años desde la antigua Roma. Aparece en la versión moderna de De re coquinaria (‘Los asuntos de la cocina’), del gastrónomo romano Marco Gavio Apicio. Escrito en el siglo I, el tratado original sólo incluía 10 propuestas y adquiere su forma latina en el siglo V. Cerca de 500 platos integran ya su edición del XVI, añadidos por los sucesivos autores y copistas.
El misterio de la casquería taurina se remonta a los banquetes organizados por Apicio, coetáneo de los emperadores Augusto y Tiberio, cuya fortuna se calculó en 70 millones de sestercios (91 millones de los actuales euros). Según alegoriza Marcial, Apicio el desmedido se suicidó con veneno cuando aún poseía 10 millones, “tras haber entregado el resto a su estómago”. Iniciado en el señorial triclinium (diván de tres plazas) de las pudientes celebraciones romanas, este viaje en el tiempo concluye en un taburete en la intimidad de la pobreza cordobesa.
No en vano, los macizos cuernos despuntan al fondo de la mitología grecolatina, del expectante Minotauro en el laberinto de Cnosos hasta la arena teñida de sangre del Colosseum.