Hasta hace relativamente poco, debo confesarles, que admiraba a Rosa Aguilar, por su fuerza, su tesón, su capacidad de gestión. Incluso, les diría, que también por su "seriedad política".
Su deserción de la alcaldía cordobesa, para irse a un puesto ejecutivo a la Junta de Andalucía, previo abandono de la plataforma que le sirvió de sustento a su desarrollo político-profesional, el partido Izquierda Unida, y su paso a "independiente" para poder realizar dicho trasvase, también llamado "trasfuguismo", hizo que se evaporara en mí cualquier atisbo de respeto y simpatía.
En relación con el resto de cambios ministeriales, iré opinando poco a poco, en entradas sucesivas. Sin embargo ahora necesitaba hablarles de mi opinión de Rosa Aguilar.
Todo no vale, en ningún ámbito de la vida, menos aún en política. Esa, al menos, es mi opinión.
Siguan por favor oyendo la música a la que les he invitado esta mañana en mi entrada anterior. Es espléndida. Les dejo pues de nuevo en las manos de Stanley Drucker.